La casa del barrio de Nervión ha sido el escenario ideal para un encuentro inédito. Pepe Luis Vázquez Garcés, Pepe Luis Vázquez Silva y Pepe Luis Vázquez López se han reunido para hablar de toros. El primero es Pepe Luis, el torero que ha atesorado las esencias del toreo más puro, y ha sido Sevilla misma en la tauromaquia. No hace falta decir más; simplemente Pepe Luis. Con noventa años de vida, con poca audición y sin vista, el cerebro sigue funcionando y es una base de datos de recuerdos imborrables. Ha querido estar con su hijo y su nieto, al que llama Pepe, uno de los doce que tiene y con el que se entiende bien cuando hablan de toros.

Acude Pepe Luis Vázquez Silva, que se fue del toreo este año en Utrera, el depositario de la torería de los Vázquez, puro y natural, el de las faenas para el recuerdo, el que pudo haberlo sido todo porque todo lo tenía. Y ha llegado desde Córdoba Pepe Luis Vázquez López, hijo de Manolo, nieto de Pepe Luis. Ha descubierto el toreo y quiere probarse. El patriarca ha preguntado por Pepe. El hijo le dice que llega pronto. Se produce el encuentro. Tres generaciones, un nombre, un estilo: Pepe Luis
Vázquez.

Pepe Luis vive con sus recuerdos a cuestas. «Le gusta hablar de toros y de poesía, sobre todo de Machado», dice Vázquez Silva. ¿De Antonio Machado? «Sí –contesta el maestro–, Manolo no era malo pero Antonio era otra cosa». Y de su boca surgen de nuevo dos palabras que han sido la constante en su vida como torero: pureza y naturalidad. «Es la base del toreo», afirma rotundo. Le pregunta el hijo por Manolete. «Era muy buen matador de toros, vamos que los mataba muy bien. ¿Pero tu eras mejor torero, no?, recalca su hijo. «Hombre, está claro». Cuenta de nuevo lo que le pasó a Manolete en Plasencia cuando no podía matar un toro. «Lo pinchaba una y otra vez y me acerqué y de dije que se fuera a los bajos. Pero, nada. Se hartó de pinchar. Cuando lo mató por fin le dije que porqué no se había aliviado. Y me dijo: ‘Es que no sé matar en los bajos’. Pepe Luis hace una pausa y remata: «Era tan honesto que no sabía matar de mala manera. Estaba acostumbrado a matar siempre bien».

Se hace el silencio. Pepe Luis Vázquez Silva canta a los silencios. En ocasiones es él mismo quien entrevista a su padre. ¿A quién has admirado como torero? Vuelve el silencio y la palabra firme de Pepe Luis Vázquez Garcés: «A Belmonte y a Chicuelo».

Pepe Luis Vázquez Silva habla de su toreo y de su paso por los ruedos. «Han sido pocas cosas, pero siempre he intentado buscar la pureza y la naturalidad». Y la memoria no devuelve el recuerdo del toro Ropavieja en Las Ventas, la mañana de San Miguel en 1984, la faena al toro de Sampedro el día de la reinauguración de La Merced en Huelva y una obra cumbre en Guillena a un toro con seis años de Lora Sangrán. Fue el de Guillena un día con Pepe Luis en estado de gracia. No se le olvida al torero que hace poco dejó los ruedos.

De Córdoba, donde vive, llega Pepe Luis Vázquez López, hijo de Manolo, uno de los descendientes del gran Pepe Luis. El encuentro es entrañable. El maestro le llama Pepe. Es rubio, como los Vázquez. Y ya ha toreado en el campo. Pero, este chaval de 17 años, ¿quiere ser torero? «Soy de Córdoba, tengo diecisiete años y estoy estudiando el Bachillerato. Mi ilusión es ser periodista. Los toros siempre me han gustado, he ido a tentaderos, pero la realidad es que nunca le había prestado una gran atención. Hace algo más de un año, cuando estaba viendo un vídeo de la inauguración del monumento a mi abuelo frente a la Maestranza, recordé que ese día el periodista Manuel Ramírez comentaba que Pepe Luis había llegado de la mano de su nieto, y decía que ese nieto, que era yo, quería ser torero. Al ver esas imágenes, en las yo tenía seis años, algo me entró por dentro y se despertó un interés especial por entrar en contacto con el mundo de los toros».

Ha contado sus primeras vivencias y de nuevo se le pregunta. ¿Quieres ser torero? «Me gustaría, aunque entiendo que es algo muy complicado. Lo primero es acabar con los estudios. Cuando acabe, me gustaría hacer cosas bonitas, de sentimiento, algo muy especial. No quiero decir con rotundidad que vaya a ser torero. Ahora entreno y me fijo mucho». Sería un nuevo Pepe Luis Vázquez, algo que conlleva una gran responsabilidad. «Eso por supuesto. Esto me lo tomo con ganas y con seriedad, como el primer día que mi padre me llevó a un tentadero en la casa de Miura».

Su intención es seguir preparándose, no hay una meta fija para un debut en una plaza determinada. «Se trata de la profesión más difícil del mundo, es más fácil ser un buen periodista que un buen torero, lo que quiero es aprender, torear mucho en el campo y comprobar hasta dónde soy capaz de llegar. No nos hemos puesto ninguna meta. Quiero aprender a torear bien».

Interviene su tío Pepe Luis Vázquez Silva y le pregunta qué toreros le gustan a su sobrino. Y matiza, «porque ya apenas quedan toreros con pureza y naturalidad». El joven habla de sus preferencias: «Me gusta tomar algo de cada uno. De Morante me gusta casi todo; de Manzanares, su temple y su esfuerzo de superación; la casta y la entrega de El Juli. Y José Tomás, una personalidad única». Y en su caso admite que «si algún día llego a torear bien es porque he heredado una sangre única en el mundo del toreo».

Tiene diecisiete años, edad para definirse. «Es verdad, a esa edad algunos ya son matadores de toros. Lamento que esta afición no me entrara con diez años, pero así son las cosas». Mientras, seguirá estudiando periodismo y profundizando en el arte del toreo. Su meta es llegar a ser periodista taurino. O quién sabe… En la casa de Nervión, el gran Pepe Luis ha permanecido en su silencio, añorando toros y toreros, todavía persiguiendo la pureza y la naturalidad. No sabe nada de las intenciones de su nieto. En la despedida, el chaval exhibe un vídeo de unas faenas en el campo. Al verlas, una extraña sorpresa nos sacude. ¿Dónde hemos visto antes esas maneras? No hay ninguna duda: la genética ha cumplido. Este nuevo Pepe Luis tiene las mismas maneras de su tío el día que le dio veinte muletazos cumbres a un toro en Guillena.
 

(*) Publicado en El Mundo de Andalucía 24-11-12