Carlos Crivell.- En los últimos días del año pasado y en los primeros del presente casi todo ha sido negativo para la Fiesta. Se murió Juan Silveti, Sevilla repite ganaderías en plan triunfalista, la Diputación de Zaragoza triplica el canon del arrendamiento de la plaza, en Cali y Manizales han salido corridas muy mal presentadas, en Andalucía se recogieron firmas para que Manuel Díaz no presentara las uvas de fin de año, ninguna empresa quiere acudir a Vitoria… Es un suma y sigue en la espiral en el que se encuentra inmerso el mundo de los toros.
De todas las noticias referidas matizo lo de Sevilla. La repetición de las mismas ganaderías del año pasado, salvo el sacrificio de Daniel Ruiz y la llegada de La Palmosilla, debe interpretarse como un signo de satisfacción por parte de la empresa por el juego ofrecido por las corridas de 2017 en la Feria sevillana. Salvo tres o cuatro encierros más completos, así como toros sueltos, el balance no debe ser tan optimista. Si el empreño de la empresa es la de ganar abonados a base de ofrecer grandes espectáculos, algún cambio más profundo se hubiera agradecido. Es evidente que el ganado está elegido para que las figuras se sientan a gusto. Al aficionado le gustaría mayor variedad en un ciclo de dos semanas de toros.
Volviendo al principio, el año comienza con la esperanza del trabajo de la Fundación del Toro de Lidia, que es la única entidad en que se puede depositar la seguridad de la defensa y la promoción, por mucho que el trabajo que tiene por delante Victorino Martín sea de una complejidad que raya en la heroicidad. Está muy bien la defensa y la promoción, pero la realidad es que quien acometa esta labor debería comenzar por establecer los cánones precisos para que la Fiesta gane credibilidad, algo que se consigue con un trabajo encaminado a llenar de emoción la plaza. Y la emoción se consigue con un toro encastado e íntegro (ahí hay un trabajo por realizar ante la implantación generalizada de la sospecha de manipulación), y unos toreros capaces. Mientras el tinglado interno del toreo se mantenga tan viciado, los que mandan hagan y deshagan a su antojo y la tendencia de algunos sea lo de humanizar la corrida, la Fiesta seguirá en peligro ante una sociedad que se aleja de las plazas.