Alvaro del MoralÁlvaro R. del Moral.– La elección de la yema de la temporada para anunciar la ruptura de Roberto Domínguez y El Juli ha sido lo más sorprendente de la noticia. El diestro madrileño deja atrás una década prodigiosa en la que pasó de niño superdotado a gran maestro del toreo. Todo hace indicar que el matador entregará las riendas de su carrera a la empresa mexicana Casa Toreros a la que, de hecho, ya se le venía vinculando desde hace varios meses.

Fue bonito mientras duró. La redacción de la misiva tenía el aire añejo de un parte de guerra: “en el día de hoy, cautivo y desarmado…”. Pero lo que más llamaba la atención de este anuncio tan inesperado como poco sorprendente era la fecha elegida: un 26 de julio, en el meollo de una extraña temporada que aún se encuentra inmersa en su curso medio. Lo habitual en estos casos siempre ha sido esperar al mes de octubre para oficializar los cambios en despachos y cuadrillas. Ése había sido siempre el uso aceptado salvo que el escueto correo electrónico con el que se desayunó el toreo el sábado sea en realidad el certificado de otros hechos consumados: Roberto Domínguez tenía una cuña dentro del equipo de El Juli que le ha ido desplazando hasta sacarle del tablero de juego. En el comunicado se afirma que “la decisión, meditada desde hace tiempo y tomada por ambas partes, se llevará a cabo cuando finalice la temporada 2014”.  Y en estas circunstancias y después de dar las explicaciones que no había pedido nadie, comienzan las preguntas y surgen las dudas ¿Acompañará Roberto a Julián en las 18 tardes que aún le restan para completar la campaña cerrada que presentó el pasado mes de febrero en Madrid? Ya veremos…

Guadalajara en un llano…y México en la laguna. El caso es que la cuña que nombrábamos existe y se llama Mariano del Olmo. Es un torero  mexicano -retirado- y es el hombre fuerte de la empresa azteca Casa Toreros, que se dibuja en el horizonte como inminente exclusivista del diestro madrileño. Pero este vínculo no es nuevo. La hipotética alianza ya se rumoreó el pasado invierno entre afirmaciones y desmentidos categóricos del propio matador. Al final, la auténtica trastienda de esta ruptura sólo la conocen los interesados pero merece la pena rebobinar en el tiempo para recordar la importancia y los frutos de ese binomio profesional que modeló la valiosa madera del torero hasta convertirlo en un maestro de referencia. Ha sido una década prodigiosa que ya echamos de menos pero sí extraña una cosa: una de las prédicas más recurrentes de El Juli en los últimos tiempos había sido la de esa independencia profesional que quedaría en entredicho al sumarse a los activos de una casa empresarial que gestiona plazas y toreros y tiene vocación conquistadora. La irrupción de Casa Toreros  -que ya habría podido estar operativa en las contrataciones mexicanas del matador- se suma a la controvertida presencia del imperio de Alberto Bailleres, otra firma azteca que además de gestionar la carrera de Morante de la Puebla y ser la flamante propietaria de la ganadería de Zalduendo sonó demasiado en la órbita de las fallidas estrategias que reventaron el comienzo de la temporada y están condicionando todo su desarrollo hasta desplazar el eco de lo que pasa en los ruedos.

Una trastienda muy revuelta. Aquella asonada que condenó la plaza de la Maestranza y espantó a su clientela coincidió con la efímera vigencia del G-5, que tocó a retreta prescindiendo de los apoderados. Pero el triste conflicto sevillano -gestado sin la opinión de los mentores, que tampoco pudieron decir ni una palabra en el famoso conflicto de las televisiones- no ha sido un hecho aislado. A la ancha brecha abierta con los Pagés hay que sumar una continua tensión con las empresas en la que destaca la guerra abierta con la casa Matilla. Algunos espejos prestados -como el de José Tomás- tampoco han conseguido enjugar el irremediable bache profesional que comenzó en la punta del pitón de aquel toro de Victoriano del Río que cambió tantas cosas en abril de 2013. Sí, fue en Sevilla. Ese podría ser el definitivo caldo en el que se ha guisado la salida de Roberto. Pero hay que seguir girando la moviola para recordar los parámetros en los que se ha movido la historia reciente del gran diestro madrileño. El propio Juli quiso abrir un tiempo nuevo en su carrera anunciando el calendario cerrado de sus actuaciones en una gala sin precedentes celebrada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. La intención era inscribir el toreo en el tiempo y en los modos de hoy pero chocaba de frente con la propia incertidumbre que marca el toro y el estado del torero. El desarrollo de la temporada acabaría dando la razón a los más escépticos. Aquella agenda de acontecimientos premeditados no ha respondido al guión marcado. Salvo algunos triunfos valiosos como en Pamplona o Santander no se ha salido de un tono medio y se ha naufragado en dos eventos publicitados como gestos toristas: la malograda corrida de Miura en Nimes y la de La Quinta en Mont de Marsan, en la que el torero estuvo muy lejos de sí mismo. Quedan dieciocho funciones y la temporada se acerca a las cumbres de Bilbao para repartir las definitivas prebendas pero la ruptura con Domínguez certifica los malos vientos que soplan en la trastienda del toreo. La resolución del conflicto de Sevilla; la normalización de las relaciones de los toreros y las empresas y el equilibrio de la balanza del poder pensando en el futuro siguen siendo las asignaturas pendientes entrebastidores. Pero el poder no es de quién lo quiere es de quien lo tiene.

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