GRA378. MADRID, 2/10/2015.- El diestro López Simón es cogido por su primero durante la corrida del segundo festejo de la Feria de Otoño, en la monumental de Las Ventas, donde tuvo un mano a mano con Diego Urdiales, lidiando reses de la ganadería del Puerto de San Lorenzo. EFE/JuanJo MartinLuis Carlos Peris.- Más de medio siglo viendo toros da para mucho, pero el viernes en Madrid, festividad del Santo Ángel de la Guarda, me di de cara con un estallido épico, con un derroche de valor y capacidad de sufrimiento como pocas veces viví. Era una corrida cargada de expectación, un mano a mano entre dos toreros de moda. Uno por la torería que rezuma tras haberle diligenciado Curro Romero el salvoconducto a la fama; el otro, por su pujante y valerosa juventud, algo que le ha hecho encaramarse al podio del toreo en una temporada plagada de triunfos y de sangre. Se llama Alberto López Simón y un servidor, que ha visto, por ejemplo, a Jaime Ostos o a Diego Puerta aguantar heridos hasta terminar con sus lotes, contempló sobrecogido el recital de valor, torería y capacidad para vencer el dolor de un torero que está llamado a lograr lo que quiera en el toreo.

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