Todos salieron a hombros en la LV corrida Goyesca de Ronda. Lo mejor en la corrida lo hizo El Juli, mientras que Manzanares debió esperar al segundo sobrero para bordar el toreo. Cayetano, con empaque y compostura lejos de los toros.

Núñez del Cuvillo / El Juli, Manzanares y Cayetano

Plaza de Ronda. LV corrida Goyesca. No hay billetes. Siete toros de Núñez del Cuvillo, el séptimo regalado por Manzanares, justos de presentación y de juego desigual. Justos de raza los tres primeros. Bueno, el cuarto, premiado con la vuelta al ruedo. Soso y noble, el sexto. El primer sobrero se inutilizó de salida. Muy bueno el segundo sobrero. Saludaron Curro Javier y Luis Blázquez. La terna salió a hombros.

El Juli, blanco y pasamanería negra, pinchazo y casi entera (una oreja tras aviso). En el cuarto, pinchazo y estocada (dos orejas).
José María Manzanares, azul y pasamanería negra, estocada tendida (una oreja). En el quinto, estocada (saludos tras aviso). En el sobrero, estocada recibiendo (dos orejas)
Cayetano, rosa y bordados en negro, estocada (una oreja). En el sexto, estocada caída (dos orejas tras aviso).

Carlos Crivell.- Ronda

Fotos: Arjona

Es una corrida de toros además de otras cosas. Y debe ser una corrida de toros porque es Ronda, ciudad inmortal y una de las cunas del toreo; es la plaza de piedra más que bicentenaria, escenario de gestas y gestos que han marcado la historia de la Fiesta; y es una corrida de toros que creó uno de los pilares fundamentales de la tauromaquia: Antonio Ordóñez.

Por todo esto, la corrida Goyesca es un hito que debe cuidarse para promoción de la Fiesta. Las piedras de la plaza de los toreros machos se estremecen con tanta historia a cuestas. Las mismas piedras, si pudieran hablar, nos mostrarían su estupor por una corrida que es más comentada por lo que ocurre lejos del ruedo que por los mismos contenidos del espectáculo. Es más famosa por la exhibición de vanidad de quienes acuden para ser admirados que por las faenas de los toreros. Es más noticia porque es una pasarela –sólo le falta una alfombra roja – de políticos y famosillos que sonríen a todos para dejar bien claro que están en al Goyesca.

Es una corrida de toros. La de esta LV edición fue una más con una diversidad de contenidos para que pase a nuestro recuerdo más íntimo. No fue una gran corrida la de Núñez del Cuvillo ni por presentación ni juego. No hubo suerte de varas, algo que a estas alturas no es novedoso. Con ese dato no se puede hablar de corrida brava en el concepto clásico. Se vinieron arriba en la muleta casi todos, con nota especial para el cuarto, premiado con la vuelta al ruedo.

El Juli cuajó una gran tarde de toros. A estas alturas parece imposible que este torero pueda sorprender, pero su afán de triunfo, su permanente ambición para hacer quites, con mención especial para unas saltilleras con gaoneras, la enorme extensión de sus faenas para buscar una tanda más perfecta, el temple exquisito que mantiene incólume, el sitio sobrado para llegar a realizar verdaderos encajes de bolillos con el cuarto, todo lo que ofreció El Juli en esta Goyesca fue una demostración de un torero cuajado que anduvo a gorrazos con estos torillos de Cuvillo, que en algún momento parecieron poca cosa para un espada tan poderoso. Sólo el fallo con la espada le privó aún de más premios. El Juli fue un torero enorme en esta Goyesca. Sorteó un buen lote y estuvo por encima de ambos

Manzanares cumplió una tarde con más problemas de los que el alicantino podía esperar. Ni el segundo ni el quinto se desplazaron con claridad en la muleta. Al primero de ellos le hizo una faena tesonera, de menos a más, encelando mucho al toro, que nunca se entregó ni fue sometido por su tendencia natural a echar la cara arriba.

Tampoco el quinto embistió con clase y largura. Manzanares echó mano de su oficio, se puso el traje de faena y dejó lejos el oropel de su toreo exquisito, para intentar robar pases a un toro que le puso en aprietas varias veces, siempre porque remató sus viajes al cielo y buscó por abajo al torero con frenazos bruscos. Para colmo, ese quinto tan descastado se tumbó sobre el albero rondeño antes de que el torero lo matara. En ambos recurrió a su contundente espada para poder poner una rúbrica más entonada a su tarde.

Volvió a los ruedos Cayetano, lo que es noticia, aunque en muchos círculos sólo se comentaba que el traje que lucía estaba diseñado por la Duquesa de Alba. El menor de los Rivera estuvo decoroso con el tercero. Lo de decoroso quiere decir que anduvo con su habitual solemnidad torera, pero también con sus distancias habituales. No llegó nunca a plantear una faena comprometida. Lo mejor fueron algunos pases de pecho de perfecta ejecución.

El sexto llevaba el ilustre nombre para esta ganadería de Idílico. Cayetano se lució en un quite por talaveranas. La plaza fue un murmullo cuando brindó a Cayetana, la duquesa diseñadora a la que deseó un matrimonio feliz, y rugió con unos pases de rodilla para abrir la faena. Siguió con pases de tan bella factura como escaso ajuste. Entre los pases, algún natural más desmayado muy hermoso, para continuar tirando las zapatillas y culminar su tarde con el fervor de esta parroquia tan predispuesta a todo que le regaló dos orejas de imposible explicación.

Cuando murió el sexto, a la vista de que sus compañeros habían abierto la Puerta Grande, Manzanares pidió el sobrero. El toro se lastimó de salida y quedó inutilizado en el ruedo. Y salió un octavo toro, segundo sobrero, también de Cuvillo, todo fuera del reglamento taurino, muy propio de la misma historia de esta Goyesca. Se lo brindó a los hermanos Rivera y a El Juli y el de Alicante toreó ahora a gusto a un buen toro. Se explayó con desmayo con al derecha y también por la izquierda. El segundo sobrero era un buen toro, algo muy extraño, pero ese final añadido le puso el broche a la corrida. Una estocada recibiendo fue la guinda de la apoteosis. En la sobremesa, por fin llegó el toreo eterno de un matador goyesco por naturaleza.

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