Goyesca_2014

Morante y El Juli, a hombros (Foto: Arjona)

Carlos Crivell.- La LVIII corrida Goyesca de Ronda se saldó con la salida a hombros de Morante y El Juli, aunque Perera debió acompañarlos. Con un encierro deslucido de Zalduendo, apenas hubo algunos destellos toreros de Morante y Perera

Plaza de toros de Ronda, 5 de septiembre de 2014. LVIII corrida goyesca. Lleno. Seis toros de Zalduendo, correctos de presentación y de pobre juego. Flojo, el 1º; Violento, el 2º; tardo y reservón, el 3º; noble, el flojo 4º; brusco, el 5º; manso y descastado, el 6º. Morante y El Juli salieron a hombros.

Morante de la Puebla, de negro y pasamanería blanca, media estocada (silencio). En el cuarto, estocada (dos orejas).

El Juli, de gris plomo y pasamanería negra, estocada muy baja y trasera (una oreja). En el quinto, estocada y descabello (una oreja).

Miguel Ángel Perera, de azul pavo y pasamanería negra, pinchazo y estocada caída (una oreja tras un aviso). En el sexto, pinchazo y descabello (vuelta tras aviso).

El rito se cumplió al pie de la letra. Estaba la plaza de piedra tan bella como siempre. Saltaron al ruedo las reinas de las fiestas de Pedro Romero con sus trajes típicos y sus peinados con madroñeras. Y de nuevo se llenó todo de luz y color en el paseíllo con una terna de lujo. Ronda, como siempre, tan señorial, tan segura de su esplendor, fue testigo de esta creación del maestro Antonio Ordóñez. La Goyesca de Ronda vivió una aceptable jornada taurina, a pesar precisamente de los que tenían que embestir, que no lo hicieron ni con clase ni con bravura.

La corrida ofreció momentos de buenas sensaciones toreras. Morante se explayó con el cuarto en una faena de retazos de su mejor torería. El Juli se mostró poderoso, tal vez demasiado. Perera siguió, un festejo más, dejando muy claro que es su año y que no deja pasar ni una tarde sin demostrar su capacidad. Pero falló el toro, que aunque bien presentado adoleció de casta y fuerzas. No basta con la nobleza de algunas reses, es necesario que el toro sea más vigoroso y pujante. La paradoja fue que se fueron a hombros Morante y El Juli, mientras no lo hizo Perera, que lo mereció con creces.

Morante pasó por el primero como un trámite. La invalidez del toro no daba para otra cosa. Macheteo a la antigua usanza con el enfado de algunos. El cuarto también tenía pocas fuerzas, pero al menos no se derrumbó de forma estrepitosa y permitió que el de La Puebla sacara su mejor arsenal torero, es verdad que en una faena deshilvanada, pero de perfiles geniales. Todo comenzó con varias verónicas con el sello del torero, para seguir con unas chicuelinas que dignifican al lance de Chicuelo. La faena fue intermitente, la misma que tenía el de Zalduendo, creciente en cuanto al ritmo y la cadencia, con una lentitud sublime y de gran regusto en cada uno de los muletazos por uno u otro pitón. No todo fue continuado, pero lo que fue sucediendo fue muy hermoso. Lo mató muy bien por arriba. Las dos orejas eran la consecuencia lógica después de las orejas anteriores.

El otro capítulo de calidad de la tarde llevó la huella de Miguel Ángel Perera. Su momento de seguridad quedó reflejado en todo su quehacer en esta goyesca. Fue un torero templado en lances a pies juntos, variado en quites y galleos, muy consciente de su realidad torera actual. El tercero tenía poco celo, no parecía posible una faena brillante, pero allí se plantó el extremeño, bien situado, templado siempre, para ir logrando lo que nadie podía esperar: muletazos ligados y templados. Faena creciente con un final explosivo en los circulares, el parón de verdad y algunos derechazos por abajo largos como un día de verano. Solo un pinchazo redujo el premio.

El sexto manseó en los primeros tercios. Perera comenzó haciendo la estatua sin moverse. De nuevo con una colocación perfecta, que es la base para torear bien, enjaretó dos tandas con la derecha en el centro en las que al animal no le quedó más remedio que seguir la franela. Abrió el compás en la tercera, aunque ya el de Zalduendo perdió fuelle y dobló las manos. La tanda zurda, ya de uno en uno, fue lograda con un esfuerzo supremo. Se rajó y al extremeño no le quedó más que insistir con circulares enganchados y el arrimón correspondiente.  Tampoco acertó con la espada y el palco le negó la oreja. Se fue a pie de la plaza y no debió hacerlo.

El Juli se encontró con una guerra inesperada en esta corrida. No pensaba que en Ronda tendría que soportar dos toros poco agradables. No se sabe bien si la aspereza de sus dos astados era innata o fue producto de la propia lidia del madrileño. Se llevó en su lote dos animales muy bruscos. Y El Juli estuvo poderoso, valiente, aunque también rápido en la ejecución de los muletazos y muy forzado en toques fuertes. Ningún reproche a su actitud enérgica, firme; menos alabanzas a un tono general de torero con semblante adusto y movimientos destemplados. Los mató pronto, lo que no quiere decir que bien, y se llevó la oreja de cada toro que le abrió la puerta grande de Pedro Romero con sus compañeros.

Nueva Goyesca con detalles sueltos. Con un encierro vulgar, descastado y flojo de Zalduendo, quedará en la historia el toreo eterno de Morante, a retazos, y la seguridad pasmosa de Perera. El Juli se encontró con una guerra inesperada y anduvo poderoso pero sin templanza.

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