megafonoCarlos Crivell.– La presentación de los carteles de la Feria de Sevilla se convirtió en una larguísima exposición de fechas, citas, reuniones, contactos, mensajes, comidas, llamadas y mil detalles más por parte de Ramón Valencia. Más de 45 minutos explicando las negociaciones fallidas con Perera, El Juli, Talavante y Morante. Eduardo Canorea guardó un prudente silencio. En la calle, un grupo reducido vociferaba con megáfono en mano para torpedear el acto. Pedían la dimisión de Canorea, solo de Canorea.

Después de la exhaustiva disertación de Valencia se abrió el turno de preguntas, aunque antes el empresario había dejado claro que no iban a opinar sobre la decisión de los ausentes. Quería que cada cual sacara sus conclusiones. Hubo pocas preguntas. Sobre la incomparecencia de Diego Urdiales no hubo ninguna razón especial para justificar lo que era un clamor. No vale decir que no se le ha llamado porque no podían darle un puesto adecuado. Tampoco vale decir que la petición de algunos toreros de dos corridas ha impedido la contratación de otros diestros. Diego Urdiales debería haber sido una prioridad a la hora de confeccionar los carteles de Sevilla.

Es verdad que hubo pocas preguntas, pero es que Ramón Valencia lo había dejado todo trillado. Explicó lo sucedido, según sus notas y su versión, y declaró que no iba a entrar a valorar lo sucedido. Por eso alguna pregunta reincidente sobre los tiempos de llamadas, o preguntando los motivos de no contactar antes con algún torero, tenían poco sentido. Valencia había dibujado todos los pasos que la empresa había seguido (solo le faltó reseñar el menú de algunos almuerzos).

Que Manzanares acepte torear en julio no quiere decir que fuera obligatorio publicar esa decisión en esa fecha. A los toreros se les llamó por orden, coincidieron en ganaderías, hubo que pedirles que dejaran alguna; en definitiva, se intentaron gestar unos carteles en los que la falta de voluntad por parte de los toreros ha sido determinante para que no acudan a la Feria más prestigiosa del mundo.

Perera fue claro desde el principio. Otra cosa es que los motivos sean coherentes. Cuando un torero triunfa no debe quitarse de las plazas importantes; al revés, deben ir para confirmar su primacía. Pero no hay nada que objetarle. Desde el principio dijo que no quería torear en Sevilla.

En el caso de El Juli, la impresión es que sus motivos son que no toreaba Perera y que no se había hablado aún con Talavante. Cada uno manda en su hambre y en su fortuna. No parece que El Juli tuviera razones para quitarse del cartel.

Lo de Talavante raya el esperpento. Le dan lo que quiere, lo acepta su apoderado y se quita en un micrófono. Es más, habla de maltrato. Su representante, José Miguel Carvajal ha tenido que admitir que no hubo maltrato.

Y lo de Morante se conoce con mensajes incluidos. Cinco corridas, carteles de lujo, sin haber hablado de dinero, con todas sus peticiones satisfechas, con un interlocutor para tratar de revertir la situación y un comunicado mínimo y nada más. Luego se han conocido los detalles de algunos mensajes que dejan su imagen a los pies de los caballos.

La Feria tiene argumentos. Por supuesto, es mejor que la de 2014. Valencia explicó bien el motivo de que no se anunciaran las ganaderías en diciembre. No podían con las idas y venidas de los matadores. Es excesiva la segunda tarde de algunos toreros y falta Urdiales. Esta ausencia, sin ninguna explicación válida, enturbia un trabajo que no ha sido fácil antes las circunstancias. Y también deberían estar en los carteles Salvador Cortés y Miguel Ángel Delgado.

La feria vuelve a Canal Plus. Los abonos no bajan. Las novilladas son de lujo. San Miguel es una incógnita. En fin, que la empresa debe espabilar porque a la vista de lo contado las posturas han quedado muy enconadas para el futuro. De pronto me acordé de aquellas presentaciones en Río Grande con mariscos por medio. De aquellos banquetes hemos pasado a un acto con cuatro tíos gritando por un megáfono.

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