Álvaro Pastor Torres.- En la primera de la temporada, morante salvó la tarde en el cuarto en una faena bella que realizó con los sones de Suspiros de España tocado por la banda de Tejera.  

Siete toros (primero bis) de Daniel Ruiz, desiguales de presentación y pelaje, la mayoría sin trapío para una plaza como Sevilla y faltos de remate en general. Inválidos, descastados y sin trasmisión. Más noblote el cuarto.

Morante de la Puebla, de verde botella y oro: dos pinchazos y media que se fue hundiendo (silencio), y bajonazo (una oreja)

José María Manzanares, de corinto y oro: estocada desprendida (silencio) y estocada un punto trasera (oreja)

Miguel Ángel Perera, de azul rey y oro: estocada atravesada y algo trasera (silencio) y estocada desprendida (silencio)

Plaza de toros de la Real Maestranza. Domingo de Resurrección, 4 de abril. Lleno de no hay billetes. Tarde soleada y con rachas de viento. Regresó al palco con acierto Francisco Teja. Saludó tras parear en el sexto Joselito Gutiérrez

DOS SUPIROS

Unos suspiros, de España concretamente, tocados magistralmente por la banda de Tejera, y un torero genial e imprevisible como Morante de Puebla se bastaron para levantar una tarde que iba en caída libre por culpa, fundamentalmente, de un ganado inválido y simplón que estaba echando por tierra las ilusiones que siempre se ponen en la tarde inaugural del Domingo de Resurrección.

Pero Morante sacó de su repertorio el arte innato que atesora, lo mezcló sabiamente con la torería que derrocha y construyó, o mejor, cinceló, una faena conjuntada, seria a la vez que pinturera y con cadencia, mucha cadencia, cualidad que sólo atesoran unos pocos elegidos.

Manzanares replicó al de la Puebla con una faena al quinto intermitente, más detallista que profunda, ante un toro que empezó con unas gotas de genio rápidamente diluidas entre la falta de casta que lo llevó a rajarse. Para remate el de Alicante mató con firmeza, como es costumbre en él. Fue el segundo y último dulce suspiro de la tarde.

Perera se topó con dos toros no aptos para el lucimiento, el flojo tercero, con el que destacó en un ceñido quite por gaoneras, y un escurridísimo sexto que a punto estuvo de cazarlo en el último tramo de un trasteo insulso.

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