Alternativa triunfal de Esaú Fernández en la décima del abono de la Feria de Sevilla. Buenos toros de El Pilar los jugados como primero, quinto y sexto y discretos Morante y El Cid.

Plaza de toros de la Maestranza. Martes, 3 de mayo de 2011. Décima de feria. Lleno. Toros de El Pilar, muy desiguales, una escalera, los tres primeros anovillados y sin ningún remate, los tres últimos con trapío; bueno el 1º, extraordinario el 6º; excelente, el 5º. 

Morante de la Puebla, de carmesí y azabache. Pinchazo y media estocada contraria (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo y cuatro descabellos. Aviso (silencio).

El Cid, de sangre de toro y azabache. Estocada atravesada (saludos). En el quinto, pinchazo y media estocada baja (silencio).

Esaú Fernández, de blanco y oro. Estocada desprendida (oreja). En el sexto, estocada caída (oreja).

Carlos Crivell.- Sevilla

Hace pocos años, Esaú Fernández era uno de esos jóvenes que reparten el programa de mano a la entrada de la plaza. No es el primero que ha llegado a torear en la Maestranza. Los repartidores del programa son casi todos aspirantes a toreros. Esaú no sólo ha repartido muchos programas, sino que ha visto muchas corridas en la plaza. Tiene el desparpajo del chico listo que se sabe la lección. Ayer se ha convertido en matador de toros y ha vivido la gloria con su plaza entregada en ovaciones.
La base del triunfo de Esaú fue su temple, una clarividencia rara en quien se juega su futuro en dos toros, así como un valor sereno que le ha permitido matar a los de El Pilar de sendas estocadas.

El Pilar fue la ganadería triunfadora de la pasada Feria. La corrida de ayer ha tenido de todo, desde dos toros absolutamente impresentables para Sevilla, el primero y el segundo, hasta dos enormes de volumen, como quinto y sexto. Esa desigualdad en la presentación se compensó con el buen juego del primero, quinto y sexto, que fueron ovacionados en el arrastre. A pesar de ello, fue una corrida por debajo de la triunfadora del año pasado.

Tres sevillanos de pueblo sobre el redondel. Los pueblos también son Sevilla. La Puebla, Salteras y Camas en la Feria de Abril. La plaza se llenó con ganas de animar a sus toreros. Esaú, porque era el más joven, gozó de algunos privilegios a la hora de recibir el cariño del tendido. A Morante se le esperaba, como siempre hay que esperar a quien detenta en sus muñecas los secretos de la gracia torera bañada por el río llamado Betis en tiempos romanos. A Manuel Jesús tampoco le faltaron partidarios.

La corrida se la llevó el camero. De blanco impoluto, traje de alternativa, el chaval no escatimó ningún esfuerzo. Se fue a la puerta de chiqueros en el primero y en el sexto para dejar dos largas a portagayola limpias. Hizo quites, mostró una tranquilidad impropia de un día tan comprometido y tuvo la suerte necesaria para que ‘Portillo’ y ‘Holandero’ embistieran a su muleta por derecho.

Lo demás lo puso con su temple, muy notable, con esa forma de rematar con los de pecho y con dos estocadas por arriba. Triunfo legítimo. Decíamos que esta alternativa era un regalo. No estaba envenenado. De momento, Esaú el de Camas, el chaval que repartía los programas de mano tiene que volver muchas tardes a torear a la plaza de Sevilla. Y a muchas otras.

Los toros de Esaú, primero y sexto, embistieron con clase, adornados con un punto de falta de raza y algo de mansedumbre, pero con recorrido y fijeza. Hubo otro toro en la corrida: el quinto. Fue un toro enorme, según la nota de capa negro burraco de capa, casi ensabanao capirote, que también tenía ritmo en sus acometidas.

Manuel Jesús «El Cid» no acabó de centrarse con este astado. Es como si las prisas por lograr una buena faena hubieran programado su muleta, que se movió con más velocidad de la cuenta. El toro se vio mucho y Manuel Jesús pudo templarse en una tanda con la zurda como mejor logro de una faena que acabó con media plaza desencantada. La ovación en el arrastre fue para ‘Dudoso’; el cruel silencio lo recibió el de Salteras. Muy doloroso. El Cid toreó bien de capa a sus dos reses, sobre todo a este quinto, donde quiso replicar a un quite hecho por Esaú y ya no resultó brillante el intento. Le queda otra para saldar deudas.

A Morante no le queda ninguna. Se va de la Feria sin rematar ninguna labor completa, ni con el capote ni con la muleta. Debe pensar el genio de La Puebla, tal vez debiera llamar a quienes lograron que la pasada temporada fuera un torero en perfecto estado físico y anímico. Debe recapacitar, porque se notan algunas ausencias. La calidad y el donaire de su estilo es imperecedero. Tres verónicas al cuarto fueron excelsas, también el comienzo de la faena a ese mismo toro con un molinete y una trincherilla de cartel, los derechazos sueltos, todo bellísimo pero inconexo, eso fue lo que nos dejó para el recuerdo. Poco o mucho, según se mire. Es poco para lo que se espera; es mucho porque pocos hacen el torero como el de La Puebla.

Esaú se fue a hombros por la puerta principal. La espada fue la mejor referencia de la tarde en que un muchacho que repartía programas de mano se convirtió en matador de toros. Enhorabuena.

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