En la décima del abono salió una corrida mansa de Gavira y la terna hizo,lo que pudo segúnsus posibilidades. Talavante naufragó con uno bueno y se esforzó con un manso. Daniel Luque, a ratos; Morante, siemprre artista con un lote insufrile.

Seis toros de Gavira, el tercero como sobrero, mansos y de poco juego, salvo el noble segundo.

Morante de la Puebla: silencio y silencio. Alejandro Talavante: saludos tras aviso y saludos. Daniel Luque: silencio y silencio.

Sevilla 17 de abril. Décima del abono. No hay billetes.

Carlos Crivell.-Sevilla

Salieron cinco mansos y una yema de San Leandro. Los primeros eran corretones, galgos a la carrera por el circuito maestrante, capaces de asustarse de su sombra. Mansos, como todos los mansos de siempre. Y entre ellos, uno dulce y pastueño, limitado de fuerzas, empalagoso por exceso de almíbar. Ese toro, segundo de la corrida, tenía otras hechuras distintas a los mansos de Gavira.

Los diestros, toreros de nuestros días, apenas se enfrentan ya al manso de solemnidad, de forma que quisieron hacerle la misma faena de siempre, la que le hacen al bravo que repite. Y, claro, la cosa no resultó.

La primera sorpresa fueron los lotes que sortearon las cuadrillas. A Morante, para seguir con su maldita suerte, le tocaron dos reses muy feas, iguales de bastas, dos animales que pregonaban lo que fueron: mansos deslucidos.

El toro pastueño le cayó en suerte a Talavante en primer lugar. Con las fuerzas muy justas, el animal estaba herrado con el hierro de Gavira y lucía la divisa blanca. Fue tan dulce que los esfuerzos de Talavante por torear bien quedaron en poca cosa. Cuando sale un toro tan dócil, hay que dar pases enormes, cosa que sólo está al alcance de unos pocos toreros.

Decíamos que salieron mansos. Entre ellos, dos que cumplían con las todas las normas que se les pueden exigir a semejantes toros: quinto y sexto.
La mansedumbre no es incompatible con la casta ni con la calidad de las embestidas. Siempre se ha dicho que todos los mansos tienen su lidia. Los toreros del siglo XXI apenas se enfrentan a mansos de solemnidad. Talavante y Luque trataron de torear a los mansos como si fueran bravos. Sacaron a los huidizos astados al centro, donde los animales huyeron a las primeras de cambio. Y de nuevo volvían a sacar a los toros al centro, para que se repitiera la historia.

Los mansos de Gavira impusieron su terreno y allí debieron marchar los espadas para intentar la faena de lucimiento. Los dos toros aparcaron sus ímpetus en la puerta de toriles.  En tiempos pasados, en esa puerta de toriles se han hecho faenas de clamor. Tampoco nuestros matadores está preparados para ello. Al final, mucha voluntad, pases sueltos y pare usted de contar.

El lote más desabrido se lo llevó Morante. El que abrió plaza era feo con ganas. Y de igual forma embistió. El cuarto, también desproporcionado, metió la cara alguna vez, lo que aprovechó el de La Puebla para estirarse en algún natural. La gente acudió a ver al torero artista y no lo vio. Le respetaron y le seguirán esperando. Mañana puede ser.

Talavante estuvo más entonado con el manso que con el dulce segundo. A éste le dio pases con la derecha ni malos ni buenos: simplemente pases. Era toro para sentirse y gustarse. El gran esfuerzo lo hizo con el manso, ya cuando el animalito marcó su terreno. Con voluntad, contentó a la parroquia del sol con muletazos diversos en los que utilizó mucho la ayuda.

También es moderno Daniel Luque. Mató un sobrero más bruto que un arado. Al de Gerena no le quedó otra opción de mostrar ganas. El sexto, lidiado de forma fenomenal por Mariano de la Viña, fue el otro manso de libro. Si cabe, más manso aún que el quinto. Quiso varias veces torear en el centro, para finalizar en la puerta de toriles. El joven espada dejó algunas verónicas preciosas en un quite al pastueño segundo y un galleo por chicuelinas hermoso al sexto.

Tras una corrida de triunfo siempre viene la calma de un festejo anodino. Pero en parte es culpa de la modernidad. Hace treinta años, a esta corrida la cogen las figuras de entonces y les cortan unas cuantas orejas.

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