Carlos Crivell.- La Feria se ha roto en mil pedazos. O incluso más: la Feria se ha acabado. Se acabó tras la lidia del cuarto de la tarde del miércoles de farolillos, como bien pudieron comprobar Diego Urdiales y Juan Ortega. Ya no había más posibilidades de buen toreo. Las retinas estaban colmadas, saturadas, de tanta belleza, era imposible asimilar más lances o muletazos. Con la Feria había acabado Morante de la Puebla con una actuación genial, dando un paso más en su tauromaquia, perfecta en lo fundamental y en lo accesorio. ¿Quién puede torear mejor por tafalleras o gaoneras? Un lance vituperado en otras manos alcanzó la categoría de arte mayor en las del cigarrero. ¿Quién se mueve mejor en la cara del toro? Es verdad que somos unos afortunados porque vivimos el tiempo de Morante, que ha escrito una página de gloria, Sevilla le ha dado lo que muchas veces le ha negado y ha conseguido entrar en la historia por los siglos de los siglos.

Hasta la salida del cuarto lo mejor había sido un tercio de quites en el tercero que, por sí mismo, ya valía la entrada. Lo había saludado Juan Ortega con un ramillete de verónicas inmensas, cargando la suerte y ganando terreno en cada lance. La banda se unió al festín con un pasodoble. Y el mismo Ortega quitó con unos suaves delantales llenos de señorío. Y entró en su turno Morante para torear por chicuelinas con garbo y majestad. Y como réplica, respondió Ortega a la verónica pura y limpia con media eterna. El público estaba arrebatado, en ebullición, con calor ambiental y emocional. Todavía quedaba el regocijo de volver a ver a Curro cuando Juan le brindó el tercero. Pero lo de Juan se contará más adelante.

El cuarto era un toro de bellas hechuras, muy armónico, nacido para embestir. Morante salió en plan arrollador con dos faroles y lances a la verónica, cada uno de ellos un monumento al buen toreo, con la banda atronando de nuevo para acompañar a un toreo tan excelso. Si lo del tercio de quites del tercero fue maravilloso, lo de este cuarto no lo fue menos, porque Morante quitó por tafalleras, y nunca este lance tan vulgar tuvo tanta grandeza. Diego Urdiales fue a su turno y lo hizo por unas verónicas de buen gusto. Y Morante le replicó por gaoneras, dejándose acariciar el pecho por los pitones, como si toda su vida hubiera estado toreando por este palo. La plaza echaba humos. Los tercios de quites del tercero y el cuarto pasaban a la historia. Pero quedaba lo mejor. Morante, bajo la Puerta del Príncipe, se recreó con cinco ayudados por alto, uno de la firma y uno de pecho. Todo preñado de sabor gallista.

Lo sacó al tercio y con la derecha llevó al toro prendido en una tanda de profundo aroma a torero. Y tomó la izquierda, y por ese pitón levantó pasiones con los naturales, hasta ocho seguidos, ligados, pero con una leve pausa para que la clase infinita del toro no perdiera su impulso. Y volvió a la derecha en una demonstración de toreo encajado, reunido, sentido, bien dicho desde el cite hasta el remate. Otra más con la derecha y una tanda final en honor a los Vázquez citando de frente. Y voló el molinete y la serpentina, todo un arsenal de fantasía. Por los tendidos, la genta estaba como loca ante un toreo tan bello, profundo y excelso. El de pecho que cerró esa tanda de frente fue como una rúbrica de ahí queda eso, con el toro pasando por la cintura de un torero embelesado con su propia obra. Y lo mató, pero cómo lo mató. De una estocada hasta la mano, con el de Domingo Hernández embistiendo en los muletazos de la agonía, rindiendo su vida, seguro que orgulloso de haber sido el material ideal para una obra maestra. Dos orejas y el rabo. El presidente debería estar loco de contento, porque un sueño acariciado y anunciado hace tiempo se hizo realidad. No hay pegas, Pepe Luque, era de rabo, lo habías soñado y algunos sueños se cumplen.

La vuelta al ruedo, los comentarios en los tendidos, la plaza ensimismada y absorta, ronca de alegría y con las palmas anestesiadas, todo giraba en torno a lo que había sucedido. No sé si Sevilla saldaba una deuda – no creo que hubiera ninguna deuda -, pero ante lo grandioso solo hay un camino. Morante es ya historia única del toreo sevillano, probablemente el torero más completo de la historia, con los espejos de José, pero que no olviden a Juan, porque ahí hay mucho de Juan. Será difícil vivir una tarde así en la Maestranza. Esa historia dirá que cortó un rabo. Es la hora de contar que estuvo como un genio inspirado y que desde lo fundamental hasta lo accesorio todo fue un derroche de arte mayor con mayúsculas.

Antes, el mismo Morante había tropezado con un toro afligido y agotado. Urdiales se enfrentó a un manso huidizo al que sujetó y logró sacar algunos muletazos de buen corte. Juan Ortega, que había toreado muy bien con el capote, casi a cámara lenta, le dio algunos muletazos bellos al tercero hasta que se rajó.

Como dice el tópico, quién torea después de la catarata de emociones del cuarto. Lo hizo muy bien Diego Urdiales con el capote y cuajó muletazos de buen encaje con la derecha, aunque por la izquierda el toro tropezó mucho los engaños. Y el sexto, más anovillado, se defendió en la muleta de Ortega que lo pasaportó pronto. No estaba ya el horno para bollos. La gente solo esperaba el final para gritar ¡torero, torero! y levantar a hombros al ídolo para sacarlo por la del Príncipe y llevarlo en procesión hasta el hotel por las calles de Sevilla. Han pasado 52 años del último rabo en Sevilla hasta este 26 de abril de 2023, día en el Morante ha escrito un montón de páginas de la historia del toreo.

Plaza de toros de Sevilla, 26 de abril de 2023. Décima de abono. Algo más de tres cuartos de plaza. Seis toros de Domingo Hernández, correctos de presencia, nobles, descastados, con un toro de clase extrema, el cuarto, de nombre Ligerito, nº 82, negro, de 515 kilos.

Morante de la Puebla, de turquesa y azabache. Estocada atravesada (saludos). En el cuarto, estocada. (dos orejas y rabo).

Diego Urdiales, de rioja y oro. Pinchazo y estocada tendida (silencio tras aviso). En el quinto, estocada (saludos).

Juan Ortega, de rosa pálido y oro. Pinchazo y media estocada (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada caída (silencio).

Destacó a caballo Chocolate en el quinto. Morante salió a hombros por la Puerta del Príncipe.