Manzanares_Encumbrado23-4-15Carlos Crivell.– Extraordinaria corrida de Núñez del Cuvillo con cinco toros buenos, entre ellos uno de bandera llamado Encumbrado, al que Manzanres toreó a placer. También fue bueno el quinto y lo lució el de Alicante. La espada se llevó la Puerta del Príncipe. Bien Galván y discreto Rivera Ordóñez.

Plaza de toros de la Maestranza. Viernes, 24 de abril de 2015. Décima de feria. Lleno. Toros de Núñez del Cuvillo, de diferentes hechuras, líneas y seriedades; excelente por las dos manos el bonito, pronto y bravo 2º de gran clase; serio y bueno un 4º que manseó; bondadoso en la media altura un 1º muy sangrado; de encastado y profundo pitón derecho el hondo 5º; noble pero a menos el 6º.

Rivera Ordóñez, de nazareno y oro. Estocada muy trasera y desprendida (silencio). En el cuarto, estocada (silencio).

José María Manzanares, de negro y azabache. Pinchazo hondo y cinco descabellos. (Saludos tras aviso). En el quinto, dos pinchazos en la suerte de recibir, pinchazo y estocada. (Vuelta tras aviso).

David Galván, de verde hoja y oro. Pinchazo y estocada atravesada. (Silencio tras aviso). En el sexto, pinchazo y pinchazo hondo. (Vuelta tras aviso).

La Feria se ha venido arriba. Si Victorino nos devolvió la ilusión, la de Núñez del Cuvillo ha sido la confirmación de que hay toros en el campo, que es posible una Fiesta emocionante y que hay ganaderos criando el toro encastado. La corrida de ayer fue la de la vuelta de Cuvillo y la del nuevo encuentro con Manzanares. De la unión de ambos surgió una catarata de sensaciones únicas. Toro y torero en la creación de la belleza para espantar el permanente pesimismo que nos invade en estos tiempos. De la corrida de Cuvillo, perfecta de hechuras, cinco de seis, un nivel de altura. Y ante ella, la vuelta a su plaza de José María Manzanares, ahora sin orejas regaladas por faenas atropellados o sin problemas intestinales. El de Alicante volvió a su toreo de siempre y cuajó una tarde histórica, aunque ahora la espada, el otro día fiel y triunfadora, le dejó sin la gloria de la Puerta del Príncipe. Dos faenas clamorosas sin premio. Así lo dirá la historia.

La cumbre de la corrida fue la lidia del segundo, de nombre Encumbrado, bajo, largo, bien puesto de pitones, un toro para embestir, que embistió, vaya si lo hizo. Reunió casi todas las virtudes del toro ideal. Fue bravo en el caballo, pronto en los cites, alegre en su acometidas, largo en su recorrido, fijo con los engaños y de nobleza excepcional. A tal señor toro, un torero embriagado en su obra. Fue una buena tarde de Manzanares con el capote en el saludo de sus dos reses, quitó con primor por chicuelinas, y se enfrentó al maravilloso Encumbrado con todo su arsenal de estética, temple y buen gusto a tope. Del encuentro entre ambos surgió la belleza del toreo, con su máxima expresión en los terceros muletazos con la diestra, tan lentos como si lo hiciera al carretón, pero también con algunos cambios de mano que fueron la sublimación del toreo más hermoso. A todo esto, el que llegó de El Grullo seguía sin perder ni un gramo de alegría, prontitud y fijeza. Faena de trazos perfectos con las dos orejas casi en las manos del torero. Lo que le facilitado trofeos discutibles fue ahora su perdición. También es noticia que Manzanares falle con la espada. El toro no fue premiado con la vuelta. No cabe mayor desatino, aunque tampoco se la dieron a Jarabito, aquel de Zalduendo que inmortalizó Emilio Muñoz.

Manzanares también realizó otra faena grande al quinto, algo manso en algunos compases, pero fijado por el torero, de ahí su mayor mérito, para volver a torear con parsimonia y un tremendo buen gusto. Se durmió al torear y el toro le echó mano para lanzarlo al cielo de Sevilla. La tanda zurda que remató su labor y otro cambio de mano fueron ya carteles inolvidables. Se empeñó en matar en la suerte de recibir y se cansó de pinchar. La obra quedó allí. Para la historia, apenas ovación y vuelta.

Corridón de Cuvillo con toros de calidad como el primero, de embestida repetidora por ambos pitones. Rivera Ordóñez toreó con buen trazo sin darle profundidad a  los mismos. El cuarto, también distraído en los primeros tercios, se desplazó con clase. Francisco volvió a estar fácil como es natural en quien cumple ya veinte años de alternativa. Ni se despeinó.

David Galván, el más necesitado de la terna, no se acopló al tercero, otro que fue a más después de llevar la cara alta. Galván pecó de encimista y solo algunos naturales dejaron entrever que sabe torear muy bien. Se unieron la frialdad del matador y la del público, pero también debe ser muy difícil salir a un ruedo después de la explosión estética del alicantino.

El toro malaje de la corrida fue el sexto. Galván comenzó con la cabeza clara en dos tandas en las que faltó ligazón y no hubo temple. Lo cogió el toro y se enrabietó en un arrimón de valor que encendió la plaza. La música ayudó a destiempo. Mantiene su crédito.

A %d blogueros les gusta esto: