José Luis Garrido Bustamante.- Tendría que verlo una o dos veces más para conocer exactamente porqué pasó lo que pasó. Y ello fue que El Alcalareño, subalterno excelente donde los haya que, para solidarizarse con su jefe de filas, no tuvo ayer su mejor tarde, a la salida de un par se vio apretado, corrió y se resbaló antes de apoyarse en el estribo para saltar la barrera cayendo ante la cara del toro que le perseguía con saña. La cogida era inminente.Y entonces fue cuando voló una gorra que distrajo al animal en una milésima de segundo y abrió un hueco veloz en el tiempo para que la atención del astado fuese desviada a punta de capote. Una gorra providencial impulsada por la mano oportuna de quien se destocó sin dudarlo para hacer el quite.

Soy de los que critican el exceso de personas entre barreras cuando se está desarrollando la lidia. Algunas, justificando su presencia por su quehacer. Pero otras sin misión determinada que tratan de situar en los burladeros de callejón los alguacilillos. Hablo en general. Porque ya se que en la plaza de Sevilla esto se cuida al máximo.

Ayer sin embargo he bendecido esta presencia y sobre todo la calidad de buen aficionado y los reflejos demostrados para hacer volar la pequeña prenda cubrecabezas hasta los cuernos del toro recién herido que corría tras su agresor sediento de venganza.

Y viendo las imágenes servidas por Canal Plus en la repetición grabada de la corrida, he apreciado cómo Victor Santamaría, el realizador, tuvo el acierto de ofrecer de inmediato un primer plano de la gorra sobre la arena que hablaba por sí solo.

De vez en cuando Santamaría hace las cosas bien. No siempre. Aunque los comentaristas se prodiguen en ensalzar su labor. La breve secuencia de la gorra salvadora, por ejemplo, le redime del hartazgo de inútiles planos encadenados con los que nos obsequió mientras Castella citaba al toro para instrumentarle su habitual y espeluznante pase cambiado por la espalda que habría quedado bien servido simplemente con mostrarlo en un plano general comprensivo del toro y el torero.

Sin embargo, la minuciosa captación de tomas diversas sirvió para modelar el eco televisivo de la obra de arte que consiguió crear con su muleta José Maria Manzanares ante el animal que puso fin a la corrida.

Con todo ello me quedo como probablemente hará el jurado del premio de Ramón Vila al quite providencial.

Chapeau para el quite de la gorra.

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