29 de abril de 2001. Domingo. Corrida de toros. Abono.

Dos de La Dehesilla, tres de José Luis Pereda y uno de María José Pereda.

Jesulín de Ubrique (lila y oro): saludos y vuelta.
Finito de Córdoba (azul marino y oro): silencio y silencio.
Miguel Abellán (rosa palo y plata): ovación y ovación.

Saludaron Antonio Caba y Emilio Fernández tras banderillear al cuarto. Lleno. Abellán escuchó música al recibir con tres largas a portagayola al sexto.

Carlos Crivell

Se ha comentado hasta saciedad la nueva orientación torera de Jesulín en su vuelta a los ruedos. Los analistas destacan la seriedad actual del torero. Esto de la seriedad es algo chocante, porque en la fiesta todo debe ser serio, con la excepción de toreo cómico. Jesulín, hemos dicho todos, es ahora más serio, lo que comporta que antes no lo era tanto.

La trayectoria de este torero merece una reflexión. Encierra un gran tortero, que para lograr la popularidad ha enturbiado su tauromaquia con excesos sin medida y detalles antitaurinos. Por ese mismo motivo, la cátedra de entendidos siempre le ha descalificado, aunque cometieron el grave error de no valorar sus indudables virtudes.

Jesulín ha sido siempre un torero valiente que nació con un temple excepcional. Su altura elevada le obligó a ser un torero de dominio. En sus primeros años pisó un terreno de valor en las cercanías de los astados, en un concepto

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