Andrés Amorós.- La gripe que amenaza a nuestra Fiesta no es porcina sino taurina. No es de público (que llena la Plaza) ni de toreros, que los hay buenos. Es de toros, que se paran, se tambalean, se rajan, se derrumban.

La culpa es de todos: del ganadero que los selecciona, del torero que los impone, del empresario que los compra, del público que los tolera…
Me contó Alfredito Corrochano cómo cortó un rabo en Las Ventas: "Le di siete naturales porque el toro no paraba y no me dejaba irme. Ahora, han de gritar siete veces ¡je! para que el toro embista. Así ha cambiado la Fiesta"…

Hoy lo hemos vuelto a comprobar. Incluso a Morante le cuesta calentar al público, con estos toros, aunque dibuje muletazos con primor. (Y la Banda, una vez más, ni se entera).

A los partidarios de un ídolo actual les escuché lo que necesita la Fiesta: "Marketing y glamour". Y se sorprendieron cuando yo añadí: "Toros encastados". Ese es el virus que ha traído esta gripe.

A la Maestranza no le hace falta marketing y le sobra glamour. Sólo necesita toros bravos.
 

Artículo publicado en El Mundo el 29 de abril de 2009

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