Manujel Grosso.- Estamos asistiendo a un abono donde no solo estamos viendo y valorando lo que se aprecia a simple vista, sino también, lo que se quiere y lo que se puede. Ya no bastan las faenas preciosistas realizadas a los toros bandera, ahora el público exige que se les hagan faenas también a los toros mansos y peligrosos. El mensaje de José Tomas ha calado profundamente, de ahí que ya este no pueda evadir las plazas donde se dirime el mundo del toro. Ayer nadie se acordaría de Tomas, pero es muy posible que él si se estará acordando de Sevilla, tal y como se está poniendo el patio. Sin ir más lejos, el próximo año la empresa de Sevilla ya tiene a estas alturas un cartel perfecto; Morante, El Juli y Manzanares, su ausencia ya no se notará. Este año, estos toreros, han elevado su propia exigencia en la cara de los toros a unos límites insospechados. Anteayer fue Morante el que puso las cosas en su sitio, y ayer El Juli y Manzanares volvieron a demostrar que querer es poder, pero que además hay que saber y mucho.

El Juli no estaba dispuesto a irse de vacio la tarde de ayer. Lo intento en su muy soso y manso primero, y lo consiguió en su segundo con una tremenda faena, de la que uno no sabe si valorar más, su impecable técnica dominadora y lidiadora, o su profundidad sintiéndose en una lidia perfecta. Tarde para corroborar que lo del otro día no fue de casualidad, que este año Julián López El Juli viene a por todas, a colocarse en la cabeza del escalafón y no irse de allí en mucho tiempo. Ya lo dijimos entonces; El Juli esta intratable y no está dispuesto a bajar la guardia en ningún momento.

Mi gran sorpresa llegó en el quinto de la tarde, segundo de Manzanares, un marrajo de principio a fin, fue allí donde el toreo se impuso con una rotundidad aplastante. El diestro se jugaba la vida en cada pase, en cada arreon de un animal imposible, pero él era consciente que era precisamente el día y el sitio donde había que arrojar la moneda sin pensárselo dos veces. Emoción pura, sin trucos. Torero de verdad, y desde esta feria, figura indiscutible del toreo. Todo ello tras inventarse un rajado primero al que acabo sometiendo con esa elegancia innata que posee y que vuelve loca a la Maestranza. Ayer triunfaron los toreros y no los toros. Triunfo el poderío y la clase de dos matadores como la copa de un pino. Triunfo la tauromaquia en si misma al demostrar que el arte de torear no puede ser ajeno, ni a la técnica, ni al pundonor, ni al orgullo que significa triunfar en la Real Maestranza de Sevilla.