El festejo del día fue insufrible por la mansda enviada por Lorenzo Fraile, propietario de El Puerto. La oreja que cortó Daniel Luque fue por casta y valor. El Cid y Castella se esforzaron sin resultados.

Cinco toros de El Puerto de San Lorenzo, segundo como sobrero, y uno de Gavira, sobrero quinto, todos mansos y algunos mal presentados.  

El Cid (verde esperanza y oro): silencio y silencio.

Sebastián Castela (avellana y oro): saludos tras aviso y silencio.

Daniel Luque (azul pavo y oro). silencio tras aviso y una oreja tras aviso.

Plaza de la Real Maestranza. 14 de abono. Lleno. Saludó en banderillas Alcalareño.

Carlos Crivell.- Sevilla

Parte de los asistentes – no aficionados – se marcharon hastiados al final de la lidia del quinto. Para quienes no conozcan los secretos de la lidia, debe ser insoportable presenciar el juego de un ramillete de mansos de carretas. Los que se marcharon se perdieron el único acto de la tarde con un argumento consistente. Daniel Luque se arrimó a otro manso y robó los pases en un alarde de temeridad y seguridad. Su muleta fue un imán poderoso para encelar al último de los toros llegados del campo salmantino. Los presentes se entregaron al joven torero de Gerena en el último toro de su Feria. Lo aprovechó para dejar su pabellón en todo lo alto. La oreja fue justa y el premio a una faena de emoción entre los pitones de un animal que no quería embestir.

Su facilidad para torear con el capote quedó patente en los lances del saludo y en un hermoso quite por delantales. De todos lo de El Puerto de San Lorenzo fue el que meno huyó de las suertes, aunque la firmeza de Luque fue definitiva para que el animal no tuviera más horizonte que su muleta. Con una ligazón escalofriante, Daniel logró pases de enorme mérito, aunque para ello se dejara rozar el traje torero por los pitones.

Esa faena y esa oreja redimieron una tarde digna de un tratado serio sobre el ganado de lidia. Los toros salmantinos de El Puerto no sólo fueron mansos, es que parecían cabestros que no querían saber nada de capotes o muletas. Con pocas fuerzas, el lote completo de Castella se marchó a los corrales, pero nada hubiera pasado si la presidencia hace lo mismo con el primero o con el primer sobrero.

Con este género, el público volvió a ser respetuoso, aunque todo tuvo un límte y estalló en algunos momentos ya totalmente desesperado ante tanta res inservible.
Para El Cid fue una tarde rápidamente olvidable. Es verdad que el de Salteras aparenta este año un cierto desánimo; ya es noticia que en cuatro corridas y nueve toros no haya cortado ni una oreja; es cierto, pero debe admitirse que con los dos mansos que tropezó en este festejo poco se le puede exigir. El primero se lastimó en la habitual voltereta de todas las tardes.El cuarto, manso integral como toda la corrida, le permitió algunos pases sin emoción.

 Más amarga fue la tarde para Castella. Los dos toros de su lote se marcharon a los corrales. El primer sobrero también fue de El Puerto, tenía muy pocas fuerzas y bien podía haber sido castigado a banderillas negras. En las tablas le plantó cara el torero francés, bajó la mano para desengañarlo, pero era demasiado manso. Aún así escuchó música, algo inaudito después de la huelga de la banda en la faena de Morante. Castella estuvo valiente y sacó muletazos donde no parecía que hubiera nada.

La plaza experimentó cierto alivio con la salida del segundo sobrero, también para Castella. Debe ser que en los corrales hay un virus, porque el colorao de Gavira también fue un manso de carretas. Tan manso que ni Sebastián, capaz de torear a todo lo que tenga cuernos, logró enjaretarle pases de lucimiento. El personal le pidió que abreviara cuando ya eran más de las nueve de la noche. Fue morir ese toro y producirse la desbandada de buena parte de los espectadores. Se lo perdieron. No sabían que Daniel Luque es una promesa fundada del toreo, que tiene calidad y mucho valor. No se había podido explayar en el tercero, naturalmente manso. Sería que al ver su mitin con el verduguillo perdieron la fe, pero al marcharse no pudieron presenciar su toque de atención de torero para dejar muy claro que ahí está y que el rumor que apunta a la seguridad de su capacidad es totalmente cierto.

Foto: Álvaro Pastor

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