Juan Manuel Albendea.- Ayer era su tercera y última actuación en esta Feria. Tiene otra corrida en San Miguel. Los que en temporadas anteriores, no en la última, habíamos admirado su toreo profundo, su depurada técnica, sus deseos de triunfo y su valor, estábamos extrañados y preocupados porque el Cid, aquejado de no sabemos que extraña circunstancia, seguía sin recuperar su sitio, que en definitiva constituye un problema de confianza en si mismo. Ayer, sin que podamos decir que hizo una faena maravillosa en el quinto de la tarde, sí que le vimos algo importante: su afán de triunfo, su decisión de hacer las cosas bien. Luego salen mejor o peor, pero lo importante es querer hacerlo bien. El toro que le tocó en suerte llevaba una velocidad de vértigo. Manuel Jesús consiguió en numerosos muletazos con ambas manos que rara vez, el toro le tropezara la muleta. Lo que ponía de manifiesto que estaba templando con pulso de maestro la embestida. Esa voluntad de triunfo se puso también de manifiesto, cuando se acercó a brindar a su padre la muerte del toro con las siguientes palabras: “va por ti papá, tu sabes por qué”. En esa incógnita debería estar el secreto de su nueva disposición.

Y debemos preguntarnos: ¿hizo bien el presidente en no concederle la oreja?. Sinceramente creemos que sí. En primer lugar porque la estocada estaba un tanto caída, aunque es verdad que fue de efecto fulminante. Y la segunda y fundamental razón que es en la que ha de basar el presidente su decisión es que no había mayoría de pañuelos. Por el contrario, por parte del público y de la cuadrilla se le forzó un tanto para que diera la vuelta al ruedo, a lo que parecía bastante renuente, sin duda motivado por la decisión presidencial. Pero lo importante, no es sí cortó o no una oreja, lo importante es que El Cid parece cabalgar de nuevo.

Hubo que echar para atrás dos toros por invalidez. Por cierto, es de justicia hacer un elogio del cabestrero y de la nueva parada de cabestros. Muchas veces, el vaquero ni siquiera sale al ruedo, y solo con la voz, no con la vista, la parada arropa al toro con gran facilidad y rapidez. A veces, como ayer, en el primero ni siquiera tuvieron que salir los cabestros. Seguramente, por telepatía, desde los corrales, el cabestrero le dio la orden al toro de entrar por el toril. Y así lo hizo.

Ambos sobreros le tocaron a Enrique Ponce. El primero de Puerto de San Lorenzo era un pavo de casi seiscientos kilos, pero todo lo que le sobraba en la romana, le faltaba de pujanza. No era un toro fácil, y Ponce tampoco estuvo fácil con él. Se pitó al toro y se silenció al valenciano. El segundo sobrero, de la ganadería Toros de la Plata, huía de los engaños y Ponce no conseguía pese a su pregonada técnica, sujetarlo. Lo mató de un bajonazo, escuchó un aviso y ambos protagonistas escucharon algunos pitos.

Alejandro Talavante tuvo un primer enemigo que solo quería irse a las tablas, y allí se fue el pacense a torearlo a favor de querencia. Cuando su enemigo vio que allí también lo toreaban salió huyendo, Media y descabello, le permitieron salir a saludar al tercio. Como sería el sexto que un espectador gritó: ¿dónde habéis comprado los toros, en los chinos?, provocando la hilaridad de la plaza. Con eso no había nada que colegir.

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