Juan Manuel Albendea.- El encierro de Alcurrucen fue muy parejo, en su presentación, en su capa y en su mansedumbre. Los seis tenían mas o menos semejante trapío, cuatro de los seis eran coloraos, uno berrendo en colorao y otro negro mulato. Pero donde fueron más iguales fue en su mansedumbre. Ninguno de salida se le ocurría llegar hasta los burladeros para rematar. Hubiera sido una grosería, rayar la pintura de la barrera. Todos dieron numerosas vueltas y revueltas haciendo caso omiso de los capotes. Decir solo que eran abantos es hacerles un elogio. Al caballo embestían generalmente sin fijeza, eso cuando no salían sueltos al sentir el hierro, con la excepción del sexto que pudo recibir un buen puyazo de Agustín Moreno. Yo no sé si es que los seleccionan solo para la muleta, pero la verdad es que, en general, no salían corriendo como en los otros dos tercios, aunque alguno tuvo peligro sordo.

La corrida de ayer no parecía del mismo ganadero que lidió en San Miguel una buena corrida de toros y que, probablemente es lo que movió a la empresa a ponerla en la feria. Lo que no tiene mucho sentido es elaborar para farolillos un cartel como el de ayer. En farolillos deben venir las figuras y no unos toreros, que por mucha voluntad que pongan, por ahora, son segundones. Naturalmente, ayer no se llenó la plaza. Sobraron muchas entradas.

El que se esperaba con más interés era Rubén Pinar por ser todavía una promesa que puede cuajar. Los otros dos diestros, Curro Díaz y Matías Tejela, tienen doce y siete años de alternativa respectivamente, y con todos los respetos, y ojalá me equivoque, es difícil que salgan a estas alturas de ese estrato de segundones.
El tercer toro se recorrió varias veces toda la plaza de salida, era bronco, incierto, huía de las suertes y embestía a oleadas. Nadie podía esperar que en la muleta su comportamiento fuera a ser otro. Pinar lo entendió bien: varias series de  redondos muy templados, ligados y bien rematados, con un cambio de mano y el de pecho.

También lo toreo al natural como mandan los cánones. Lo mató de una estocada ligeramente desprendida y se eternizó con el verduguillo hasta siete intentos. Después dio la vuelta al ruedo, eso sí sin que nadie se lo solicitara. En el sexto, el toro llegó a la muleta tan malo como en los dos tercios anteriores. Estuvo Rubén valiente, pero no había nada que hacer. El primero de Curro Díaz muy parado. Estuvo el diestro por encima, pero nada más. El cuarto que tampoco era fácil lo toreó sin limpieza y con el pico de la muleta. Salió al tercio a saludar tras una estocada perpendicular. El primero de Matías Tejela tenía peligro y poco se podía hacer con él. Al quinto, manso como sus hermanos, pero no con especial peligro, le dio muchos pases incapaces de despertar el menor entusiasmo. En definitiva eso: seis mansos, seis.

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