Carlos Crivell.- Tremendo espectáculo el de la corrida de Miura, de presentación irreprochable y de comportamiento miureño en todos los tercios, siempre con distintos grados de posibilidades para ser toreados. El toro de Miura no admite los dos pases ligados de forma estética; ni siquiera cuando sale alguno con nobleza puede el torero confiarse porque tras una embestida larga llega una recortada. Pero esta corrida fue tremenda de movilidad, siempre alertas los astados, prestos a acudir allá donde se les citara. Y enfrente, para seis toros encastados, tres toreros con casta. Fue un espectáculo integral, de esos en los que nadie pestañea ni pueden comerse las famosas pipas. Así es esta otra cara de la fiesta, tan necesaria y tan alejada del toreo moderno de nuestros días.

Los seis toros miureños, todos en el tipo de la casa, largos y altos, todos se movieron con alegría en los primeros tercios. Siempre acudieron a los cites y metieron la cara en los engaños. De todos, el más encastado fue el segundo, pero no anduvieron muy lejos los demás, aunque para los toreros fueron mejores el primero, el citado segundo y el cuarto. El resto desarrollaron excesivos problemas en el último tercio.

En la terna se anunciaron dos toreros banderilleros: El Fandi y Manuel Escribano. Ambos, junto a Esaú, hicieron un canto a la entrega absoluta y no se dejaron nada para ofrecer un hermoso espectáculo. De los seis toros, cinco fueron recibidos a portagayola. El torero de Granada y Escribano pusieron banderillas al alimón en sus toros, algo realmente complicado con los de Miura, pero es que además se lucieron de manera brillante, porque fueron fieles a su tauromaquia y colocaron los rehiletes de la misma forma que si fueran reses de otro hierro. El Fandi colocó pares de poder a poder y al violín soberbios, lo mismo que Escribano en uno al violín al quiebro. Un tributo de admiración para ellos.

El Fandi muleteó con oficio al primero, toro encastado con mucha movilidad, con el que tal vez podía haber intentado un torero más reposado, pero el Miura lo mismo metía la cara con nobleza que se revolvía sobre las manos. Con el cuarto, que tuvo poca clase con la cara siempre por las nubes, volvió a demostrar su oficio y años en la profesión. Se fajó con ese toro, llegó a sonar la música, pero no pudo redondear su actuación. El premio de la vuelta tras una petición insuficiente fue de alta categoría.

Escribano fue recibido por la plaza con una ovación en recuerdo de su gesta con la de Victorino. No se guardó nada. El segundo fue un toro muy de público, bravo en caballo de Juan Francisco Peña, pero que embistió sin humillar. Se había hincado de rodillas a portagayola, el toro lo persiguió con saña y acabó toreande capote mirando al tendido. El de Gerena comenzó en el centro con espaldinas y luego sobre ambos pitones con muletazos de mérito sin poder ligarlos ni lograr la deseada limpieza. Fue una faena de valor y porfía a un toro que fue ovacionado.

En el quinto se fue de nuevo a portagayola. Tras el espectáculo en banderillas con El Fandi, y después de brindar a la banda de música, Escribano se encontró con un toro que echó el freno en la muleta y llegó a pararse del todo. Con estos derrotes, la faena fue de un gran esfuerzo en dos tandas con la derecha y otra con la zurda sin la templanza necesaria.

El tercero fue un toro blando de remos, que no se empleó en el caballo. Fue el menos bravo de la corrida. No prometía nada la faena de Esaú Fernández, que tras varias tandas con la derecha tenía delante un animal que derrotaba alto y llevaba el freno echado. Pero con perseverancia y buen oficio logró alargar las embestidas del toro en nuevas tandas con la derecha en una actitud digna del mayor elogio. Fue logrando muletazos de trazo más largo, se la puso por la izquierda cuando ya la banda había comenzado a tocar el pasodoble, y la faena caló por la emoción de un toro difícil frente a un torero con total entrega. Dejó una buena estocada y paseó una oreja ganada a pulso.

El sexto, que se lo bridó a sus compañeros, fue una prenda con mal estilo. A Esaú no le tocaron precisamente los mejores. No fue posible que se tragara ni un pase completo. Derrotó arriba y se revolvió con malas intenciones.

La corrida fue de más a menos en cuanto al juego de los toros. De la casta y posibilidades de los tres primeros, a las escasas embestidas enclasadas de los siguientes, pero fue una de Miura que llevó la emoción al tendido. Y tuvo delante a tres toreros machos.

Plaza de toros de Sevilla, 21 de abril de 2024. Decimoquinta de abono. Lleno. Seis toros de Miura, bien presentados y encastados. Bravos en al caballo el segundo y el sexto. De distintos comportamientos en la muleta, mejores el segundo y el cuarto.

 El Fandi, de azul prusia con cabos negros. Media estocada y descabello (saludos). En el cuarto, estocada (vuelta al ruedo).

Manuel Escribano, de blanco y oro. Media atravesada y un descabello (saludos tras aviso). En el quinto, media estocada (saludos).

Esaú Fernández, de azul y oro. Estocada tendida (una oreja). En el sexto, media estocada (silencio).

Buena brega de Antonio Chacón. A caballo, Juan Francisco Peña y Juan Francisco Romero ‘El Pelao’. 

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