Juan Manuel Albendea.- Un conocido refrán que reza “piano piano, se va lontano” hay que recordárselo a Daniel Luque. No cabe duda que se está precipitando en su carrera. Ese gesto de encerrarse hace poco con seis toros en Madrid, más que un gesto es una imprudencia para su desarrollo profesional. Y venir un viernes de farolillos a un mano a mano me parece que tiene pocos precedentes y, no solo no le ha servido de nada, sino que es evidente que han menguado sensiblemente las expectativas que había despertado. Ha terminado su actuación en la feria y no creemos que su cotización haya crecido, sino todo lo contrario. En Sevilla le queda una corrida en San Miguel. Ojala se venga a arriba de aquí a entonces, pero su actuación de ayer fue lamentable para sus propósitos.

Igual que no se puede pretender ir tan deprisa en alcanzar la cima de la torería, tampoco se debe torear a tanta velocidad. Al hablar de velocidad me estoy acordando de las chicuelinas que le dio a su primero. Debe ser un lance armonioso, girando el cuerpo despacio, pero en este caso las vueltas eran vertiginosas. Demasiados muletazos y poca calidad de los mismos en ese toro, en el que fue silenciado. En el cuarto toreó bien a la verónica. El toro, que fue protestado por cojo, no fue devuelto y Luque le dio numerosos muletazos, la mayoría sin ligazón ni remate. El toro fue pitado y el diestro de Gerena, silenciado. Al sexto lo toreó con el capote ganando terreno, que es como hay que torear a la verónica. Con la muleta estuvo por debajo del toro. Redondos sin ajuste, naturales con el pico de la muleta y en los de pecho cabía el AVE entre él y el toro. Pinchó y hubo división de opiniones, aunque los descontentos llegaron hasta a tirar almohadillas al ruedo, lo que, evidentemente, es reprobable.
No crea el lector que Miguel Ángel Perera estuvo mucho mejor. El primero era un toro muy soso que, además, dobló varias veces las manos y además era tardo en la embestida. El pacense le dio varias series con ambas manos con desigual temple y poca ligazón. El toro se rajó y no quería más que irse a las tablas. En su segundo, Perera estuvo mejor. Comenzó con un cambio por la espalda y muchos muletazos a pies juntos, suertes ambas que al que suscribe no le gustan, pero hay gustos para todos y a muchos les entusiasma. Las series de redondos tuvieron temple y ligazón y los naturales fueron buenos, salvo en dos ocasiones en las que el diestro salió trompicado. Como con la espada no fue Lagartijo, solo hubo ovaciones para el diestro y también para el toro.

Donde Perera ha tenido más oportunidades y no las ha aprovechado ha sido en el quinto, que era un sobrero del mismo hierro que la ganadería anunciada, al haber sido devuelto por inválido el titular. Ya comenzó la cosa mal con el capote. Ni las verónicas iniciales tuvieron el debido ajuste ni los lances de frente por detrás el deseable temple. El toro se arrancaba de lejos y repetía que daba gusto. El toreo de Pereda fue muy mecánico, tanto en sus muletazos en redondo como en los naturales. No estuvo a la altura del toro. Aunque cobró una estocada escuchó un aviso y el público se enfadó con él, mientras ovacionaba al toro en el arrastre. Menos precipitación es el consejo.

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