El madrileño Matías Tejela le cortó una oreja al sobrero sexto de Fuente Ymbro y medio salvó la tarde. La corrida de Ricardo Gallardo fue decepcionante, aunque mejoró las de Puerto de San Lorenzo y Torrealta. Ferrera y Vega, de vacío.

Seis toros de Fuente Ymbro, correctos de presencia,  justos de raza, flojos y de juego variado. El sexto fue un sobrero que resultó manso encastado. 

Antonio Ferrera (negro y oro). silencio y silencio.

Salvador Vega (blanco y oro con remates negros): silencio y silencio.

Matías Tejela (azul marino y oro): saludos tras aviso y una oreja.

Plaza de la Real Maestranza, 1 de mayo de 2009. Casi lleno.  Matías Tejela recibió durante la faena al sexto una herida inciso contusa en el mentón, que interesa piel y tejido celular. Fue suturada bajo anestesia local, de pronóstico leve, salvo complicaciones. Fdo: Doctor Ramón Vila Giménez

Carlos Crivell.- Sevilla

El toro más emocionante de la corrida fue un sobrero, del hierro titular de Fuente Ymbro, que debió quedarse en el banquillo porque era descarado de pitones. No hay otra razón para explicarlo, porque en la misma corrida salieron algunos toros más bastos, como el primero. Ese sobrero fue mansurrón, pero tenía casta y gran movilidad. A esos toros hay que cortales las dos orejas en Sevilla, como la historia nos recuerda. Y se les pueden cortar porque el público se impresiona con facilidad ante la movilidad desordenada de esos astados.

El madrileño sólo le cortó una porque estuvo conformista. Es duro decirlo, más cuando el de Fuente Ymbro lo arrolló en alguna ocasión y pudo cogerlo. Tejela tenía la ocasión de dar un aldabonazo serio. La diferencia entre un trofeo o los dos estaba en quedarse en el sitio y someter al manso. Era toro de todo o nada, de apuesta por la gloria, nunca de quedarse a mitad de camino. Era un toro que olía a cloroformo y a gloria. Tejela estuvo correcto, pero no alcanzó la gloria ni tampoco se fue al hule.
Se movió mucho el astado y Matías logró tandas con la derecha y la izquierda vibrantes. No era cuestión de pedir exquisiteces. Hubo desarmes, carreras, amontonamiento, aunque también pases de trazo largo. Esos pases eran el claro ejemplo de que el toro tenía faena de emoción. La estocada efectiva fue la que inclinó la balanza del lado del torero y dio paso al trofeo.

Era el último acto de la esperada corrida de Fuente Ymbro. Tampoco la de Ricardo Gallardo se salva. Hubo mucha mansedumbre, bastante toro rajado y algunos con pocas fuerzas. De conjunto, lo mejor fue la movilidad, a veces ordenada para perseguir engaños, otras sin orden ni concierto.

El tercero metió bien la cara en dos tandas. Era manso y Tejela lo sometió mucho, algo que el animal no admitió. Dos tantas buenas, de mando y mano baja. El resto, un quiero y no puedo. Más le hubiera valido torearlo sin molestarlo, a su aire, para que el toro hubiera aguantado más tiempo.

A pesar de lo dicho, el espada madrileño salva su compromiso sevillano sin perder puntos. Nadie sabe si la oreja le servirá, pero es evidente que si no la corta su situación se habría complicado.

Ferrera estuvo en su línea. Colocó sus banderillas con ese salto nada estético y que tanto celebran las masas. El segundo par del primero y el del quiebro del cuarto fueron buenos. Al primero, toraco con movilidad desconcertante, no acertó a dominarlo, aunque tampoco parecía empresa fácil. El cuarto también se rajó pronto. El extremeño lo intentó con poca quietud y nada de reposo. Su toreo eléctrico no caló en la plaza. Anduvo fácil con el capote y cuidó con mimo su función de director de lidia. Algo es algo.

De Salvador Vega sólo se puede contar la historia de un lamento. El prometedor torero malagueño se ha diluido con el paso del tiempo hasta la imagen poco afortunada del festejo de ayer. Su primer toro era otro rajado, pero pasó por su muleta. Salvador se colocó muy lejos del camino del toro, al hilo, lejos de donde el toreo se convierte en arte mayor. Una pena de torero. El quinto era muy flojo. En banderillas se apreció que no era un toro para el triunfo en Sevilla. A Vega, o a su cuadrilla, le faltó picardía para humillarlo y que fuera cambiado. El diestro tropezó con una res sin vitalidad, de sosas embestidas, de los que se les pueden dar mil pases sin que pase nada. A Vega se le marchó la tarde por la vía del conformismo aparente. Mala cosa.

La fortuna estaba para Tejela en el sobrero. La única emoción llegó en el postre. El toro vendía pases intensos y tenía dos orejas. Tejela cortó una de ellas. Que le sirva.
 

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