Gastón Ramírez Cuevas.-Uno no puede sino compadecer al ganadero de ayer. El hecho de que cinco de sus toros hayan sido aplaudidos en el arrastre y que el público pidiera la vuelta al ruedo del quinto, no debe ser mucho consuelo para quien sabe que cada uno de esos astados podía haberse ido sin -cuando menos- una oreja.

Creo que los pocos aficionados buenos que acudieron a La Maestranza para ver el decimoséptimo festejo del serial esperaban todo menos un milagro en cuanto al juego de los toros. Sin embargo, cuando el segundo de la tarde demostró alegría, nobleza y recorrido prodigiosos en la faena de muleta, la incredulidad se apoderó de los que algo saben de toros. Esa sonrisa de incredulidad, ese estupor fue rápidamente convirtiéndose en un rictus de miedo: no había en el cartel un solo torero que valiera la pena.

Hay que rendirse a la evidencia: Esplá ya no está para estos trotes; El Cordobés es un tipo muy simpático pero su tauromaquia es de pueblo, y Conde es lo que en el argot taurino se conoce como un chufla importante.

A toda la corrida se le pegó en varas con saña. No obstante, salvo el cuarto, al que Esplá mandó matar en el caballo, los lotes de Manuel Díaz y de Conde llegaron al último tercio con muchas embestidas buenas en la barriga.

El Cordobés se sublimó en sus dos trasteos y la gente de sol pidió las orejas con fuerza. Quiero decir que Manolo Díaz estuvo un poquito menos circense y que hasta trató de torear en serio. Mas eso se le ha olvidado, si es que alguna vez lo supo. Me imagino que El Chino Torero en Patines carga más la suerte y torea menos al público.

Javier Conde es todo un caso. Ayer perversamente brindó la faena de su primero al cónclave. Luego se prodigó en un estentóreo monólogo dirigido al viento y en guturales mugidos para acompañar una extraña danza muy lejana al toro y al toreo.

En el que cerró plaza le llovieron almohadillas por su falta de vergüenza torera y de valor. ¿Por qué lo contratará la empresa? ¿Porque lo apodera Simón Casas y se intercambian favores? ¡Vaya usted a saber!

De Esplá hay bastante poco que decir y nada muy bueno. En el primero, un manso de Moisés Fraile, estuvo voluntarioso y más o menos solvente, pero se le notaba muy desconfiado.

Ya en el cuarto pudimos constatar que, contrariamente al resto de los mortales, quienes con la edad van perdiendo rapidez y agilidad de movimientos, en los toreros pasa lo contrario: mientras más viejos se vuelven, más pegan veloces saltitos. Me explico, el diestro alicantino ya no se queda quieto ni disecado. Lástima, porque la gente le respeta mucho y fue un torero original y pundonoroso.

En los mentideros taurinos, después de la corrida, todo mundo esperaba que un día no muy lejano, toros como estos de El Pilar se topen en la plaza con Juli, Morante, José Tomás, Perera o algún otro de tantos toreros buenos que andan por ahí, rezando para que les salgan toros bravos y nobles en plazas importantes.
 

A %d blogueros les gusta esto: