Adame_OrejaSevillaCarlos Crivell.– La primera de la Feria comenzó con lluvia y finalizó con atardecer preciso sobre los arcos de la Maestranza. El chaparrón sufrido tuvo como contrapartida la actuación firme y seria de Joselito Adame, que cortó la primera oreja del ciclo.

Plaza de toros de la Maestranza. Miércoles, 15 de abril de 2015. Menos de media plaza. Toros de Cayetano Muñoz, parejos de hechuras aunque justos de trapío salvo 5º y 6º. Muy descastados en general, salvo 4º y 5º. Destacó el cuarto, jabonero, bravo y noble. Desarrolló sentido por el lado izquierdo el segundo. Encastado el quinto. Casi todos, justos de fuerzas. Saludaron en banderillas Alcalareño y Curro Robles. Oliva Soto fue atendido de varetazos de pronóstico leve. Minuto de silencio por el picador Alfonsillo de Camas.
Joselito Adame, de negro y oro. Estocada tendida y tres descabellos (silencio). En el cuarto, estocada tendida y descabello (una oreja).
Oliva Soto, de turquesa y azabache. Tres pinchazos y estocada (silencio). En el quinto, pinchazo, estocada corta atravesada y cuatro descabellos (silencio).
Esaú Fernández, de azul marino y oro. Estocada corta muy baja (ovación). En el sexto, media estocada (silencio).

La Feria comenzó con un chaparrón intenso, el cielo de color gris pardo y los ánimos algo encrespados, más que nada de aquellos que piensan que una corrida no puede comenzar con el paseíllo bajo una cortina de agua anegando el ruedo de la plaza de toros. Por abril, aguas mil, que dice el refrán. Llegan los toros y llega la lluvia bendita para el campo.

El minuto de silencio por Alfonsillo de Camas, picador de toros, padre y abuelo de toreros acabó por dejarle a la tarde un aire entre triste y resignado. El veterano picador era el padre del infortunado Soto Vargas, al que un novillo segó la vida en el ruedo maestrante. Oliva Soto vivía con su abuelo y la tarde de su única oportunidad en esta Feria se cubrió de una pena honda.

La fortuna quiso que la lluvia solo atormentara a los presentes en el primer toro. La salida del sol y los claroscuros de la anochecida marcaron los arcos del coso como si estuvieran encendidos. No hubo muchos argumentos taurinos en el festejo. El gozo de los presentes se quedó prendado de la belleza única de la plaza.

El mexicano Joselito Adame mató al primero con la gente más preocupada del agua que de la lidia. La realidad es que Adame mató al toro sin más. El de Cayetano Muñoz, anovillado como los cuatro primeros, fue un compendio de escasas virtudes: mansito, sin fuerzas, soso, en fin, que no valía nada. Había volado en una costalada para frenar más su vitalidad.

El torero hidrocálido tiene un plus sobre muchos toreros por su capacidad y oficio. Lo demostró con el buen toro cuarto, un precioso jabonero que fue a más en una buena mezcla de calidad, morro por el albero, y nobleza, con embestidas a buen ritmo. La faena parecía perderse en las dos tantas con la derecha del comienzo, pero se vino arriba con la izquierda. Joselito se colocó en el sitio, templó y se gustó. El toro, que se sintió bien tratado, mostró su buena clase y la tarde se recompuso con el encuentro feliz de un toro y un torero. En el centro del ruedo, con la muleta siempre por delante, el toreo surgió lento y con cadencia. Al final, uno del desprecio y unos derechazos desmayados le pusieron la guinda al trasteo. Buen toro en buenas manos. Lo mató la oreja fue el premio justo.

Esta faena alivió la lluvia, la mojada y los dolores que más de uno había sentido en la primera media hora. Y fue casi lo único. La corrida de Cayetano Muñoz se vino arriba en presencia con el quinto y el sexto. Los cuatro primeros rozaban el novillo. Y de juego, nada de nada. Con pocas fuerzas, tendencia a la mansedumbre, los toros se desplomaron al final, la mayoría parados y a la defensiva.

Oliva Soto brindó al cielo el segundo. Algún lance suelto tuvo ese sello propio de su estirpe gitana. El animal desarrolló sentido por la izquierda y Oliva no se asentó para poderle por abajo. No era boyante; exigía un esfuerzo.

El quinto exhibió más casta. Quiso justificar su tarde, lo citó de largo con la derecha y resultó cogido por no tocar a tiempo. De nuevo fue cogido al intentar uno de pecho, ahora con susto mayor porque el de Muñoz lo tuvo en el suelo a su merced. Salió con el cuerpo dolorido y el alma destrozada. Para colmo, el toro cambió su ritmo y se tornó más complicado. El de Camas lo mató con dificultad y ahí acabó todo.

Esaú Fernández puso sobre el tapete toda su voluntad frente a dos toros aplomados y sin fuelle. Se entregó con el tercero al que le buscó todas las vueltas, ya en el toreo fundamental, ya en los arrimones.

Su voluntad quedó de manifiesto en el sexto, de nuevo a portagayola, otra vez tratando de conducir una embestida desigual con la cara alta, que cuando trataba de someterla era para que el astado rodara por el albero. Repitió su labor de entrega, ganas y cercanías. Esaú se fue contrariado. Estuvo por encima de su descastado lote, pero claro está que eso no le sirve a un diestro necesitado de triunfos.

A %d blogueros les gusta esto: