Carlos Crivell.- Con la plaza llena en tarde de apretones en el tendido, una corrida mortecina de la familia Matilla se cargó el festejo. Solo se salvó un toro de esa modorra cansina que lucieron los cornúpetas, el segundo, toro alegre, pronto y repetidor, que fue aprovechado a medias por Manzanares. La oreja que cortó Pablo Aguado tuvo como soporte su exquisita concepción del toreo, realizada a un toro soso pero noble. El resto de la suelta del campo salmantino fue una bueyada sin bravura ni clase.
El toro bueno fue el segundo. Se arrancó al relance a los caballos, pero dejó la impronta de su clase con humillación, además de una prontitud exultante a la hora de perseguir las telas. Manzanares, que había soltado algún lance estimable, comenzó su faena con un hermoso toreo por bajo de mucha calidad. A partir de ahí, tres tandas de derechazos de buena expresión y escaso compromiso, es decir, que se lo pasó muy lejos de su anatomía. A pesar de esas distancias, dos cambios de mano casi en circular hicieron rugir a la plaza. La música amenizó la faena, la gente parecía contenta, pero con la izquierda todo fue más desordenado. La vuelta a la diestra no llegó a la altura de las tandas anteriores. Vista la calidad del toro, sus arrancadas alegres y vistosas, la faena no pareció que llegara a su altura. Un pinchazo precedió a una estocada y la gente ni pidió la oreja. Se notó cierto punto de frialdad en la plaza ante su faena.
El quinto derribó por maña en la segunda entrada al caballo. Estuvo a punto de prender a Abrahán Neiro en banderillas y llegó cansino y echando la cara arriba al último tercio. Nada que hacer; nada que reprochar al torero, que ahora dejó un espadazo trasero muy eficaz.
El tercero fue armónico, vareado, engatillado y estrecho de sienes. Fue un toro de extrema nobleza, pero también un animal sin fondo que llegó a rajarse en la muleta. Pablo Aguado se eternizó en algunas verónicas de corte espléndido, lo mismo que sus chicuelinas. Fue una faena intermitente, en la que los puntos álgidos fueron algunos trincherazos sublimes, los cambios de mano soberbios, dentro de una labor con buen trazo en los redondos y menos intensidad en el toreo al natural. Una faena de primores, algo deshilvanados si se quiere, pero exquisitos. La estocada fue certera y la gente pidió y logró una oreja que el torero entregó a su cuadrilla.
Morante, recibido con una ovación que compartió con sus compañeros, tropezó con toros inservibles para él y para cualquiera. Regaló a la afición lances de calidad en el primero, tres chicuelinas para enmarcarlas en el mismo toro y poco más. El que abrió metió la cara por lo alto con una extrema sosería. El cuarto, un boyancón colorao, no se salía de la muleta. Tarde casi inédita para el de La Puebla.
Plaza de toros de Sevilla, 29 de septiembre de 2023. 1ª de San Miguel. No hay billetes. Tres toros de Hermanos García Jiménez (1º, 2º y 3º) y tres de Olga Jiménez (4ºm 5º y 6º), correctos de presencia y de escaso juego por falta de casta y fuerzas. El 2º tuvo alegría y movilidad, y el 3º fue noble.
Morante de la Puebla, de grana y seda blanca. Pinchazo hondo (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada caída (silencio).
José María Manzanares, de rioja y oro. Pinchazo y estocada (saludos). En el quinto, estocada caída (palmas).
Pablo Aguado, de verde botella y oro. Estocada trasera (una oreja). En el sexto, estocada corta atravesada (silencio).
Buena brega de Juan Sierra al tercero.