Gastón Ramírez Cuevas.- Hubo materia prima: a los seis de Espartaco se les podía torear, a algunos más, a algunos menos, pero…

El primer novillero, de apellido Casares, sólo evidenció una falta de gracia y de quietud terribles. Cuando el cuarto de la tarde, un cornúpeto de vuelta al ruedo por su bravura y su clase, le embistió mil veces, el muchacho se desdibujó. ¡Qué rabia para el ganadero, para el novillero en turno y para los alternantes!

Luego nos confortó la actuación de Escribano en sus dos enemigos. En el primero ha pegado una trincherilla que valió la entrada. La ejecutó después de un par de cambiados por la espalda en los medios de La Maestranza, y lo hizo con empaque y clase. El de Getafe toreó a continuación con sitio y valentía, pero sobre todo, con actitud de novillero con hambre. La vuelta al ruedo fue justo premio a lo realizado. En el quinto, el animal menos noble de todos, el novillero toledano estuvo a la altura, sin más por las condiciones del bicho.
Hasta le sonaron dos avisos.

Esaú Fernández, el espigado joven de Camas, estuvo mejor en el que cerró plaza que en el tercero de la tarde. Siempre nos quedará la duda de si su primero merecía más temple y mando. En el sexto de Espartaco hizo cosas encomiables a un animal grande, manso y que pronto se agotó.

Señalo que tanto Escribano como Fernández gritan mucho, como si los toros fueran sordos. Algo de mal gusto y que no cabe en la plaza más importante del universo.

Y la gente fue generosa y paciente toda la tarde, y la banda de música
también: aplausos para muchos banderilleros, para algún picador, y pasodobles gratos para la gente, pero nunca realmente merecidos, excepto quizá en las notas para acompañar el inicio de faena de Escribano al segundo del festejo.

Ahora queda la pregunta: ¿veremos en Feria a algún toro con tan encastada nobleza como al cuarto novillo -Zoletillo- que mandó el maestro Espartaco este nueve de abril? Y si sale, ¿la figura en turno lo querrá ver?

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