Carlos Crivell.- De nuevo se celebró en la Maestranza una novillada con argumentos de mucho interés. La llegada del cordobés Manuel Román removió el ambiente con la presencia de muchos seguidores del joven torero. Es un arma de doble filo. El aluvión de seguidores es una bendición para la Fiesta, sobre todo para la alicaída afición cordobesa. Por otro, se viven situaciones que rayan en lo ridículo, como pedir de forma desaforada un trofeo después una estocada baja y tres descabellos. A estos seguidores se les debe exigir un poquito de razonamiento por encima de su pasión por el torero.

Y Román respondió en parte a la expectación creada. Se puso delante de una novillada seria por presencia y comportamiento y resolvió la papeleta, aunque hay que decir que esta presentación en Sevilla se ha precipitado. El chaval está verde, aunque mantiene lo fundamental de su toreo: empaque, donaire, gracia natural y elegancia.

Toreó bien con el capote al tercero con lances a pies juntos. El comienzo de la faena fue fulgurante con muletazos sobre la derecha muy templados, rematados con uno sensacional de pecho. La banda comenzó a tocar Manolete y se creó un ambiente de alto contenido emocional. La primera tanda sobre la diestra fue muy buena, pero ya en la siguiente el de Núñez de Tarifa comenzó a frenarse, lo que no impidió que Román siguiera firme, lo que ya no ocurrió cuando se la puso por la izquierda. De forma inteligente se fue por la espada, aunque todavía ofreció unos ayudados por bajo de calidad. La espada cayó baja y el descabello viajó tres veces. Luego llegó la absurda petición de oreja de sus partidarios. El chaval dio una merecida vuelta al ruedo.

Se le esperaba con interés en el sexto, que fue un torito por presencia y un malaje por comportamiento. Manso y con malas intenciones, mejoró en el capote de Miguel Ángel Sánchez. No hubo faena. Hubo disposición y algún muletazo suelto de buena factura. Dejó un pinchazo antes de tirarse a matar de nuevo para ser prendido y sufrir una voltereta muy fea. Quedó inconsciente sobre el albero y se lo llevaron a la enfermería. Todo quedó en una conmoción cerebral. El novillo se echó sin que Lalo de María tuviera que intervenir. Está claro que la afición cordobesa tiene motivos para estar ilusionada, pero no hay que precipitar su carrera taurina. Tiempo al tiempo.

Mario Navas ofreció la impresión de un torero hecho y derecho en sus dos novillos. Su concepto es muy castellano, todo muy clásico, quizás algo seco, pero con unas maneras excelentes. Dibujó un buen toreo de capote con el segundo, al que Román quitó con vistosas chicuelinas. Comenzó la faena con doblones por bajo y la rodilla genuflexa de calidad suprema. El novillo no repitió sus embestidas y los muletazos de Mario Navas surgieron de uno en uno sin posibilidad de ligazón.

La faena al quinto comenzó con otra tanda de doblones rodilla en tierra de mucho poder. Con la derecha dibujó buenos muletazos con pases de pecho largos y mandones. El novillo exhibió una alarmante falta de calidad y se frenó cuando se puso a torear con la zurda. Con ese problema, algunos naturales citando de frente fueron de una belleza absoluta, por cierto, recibidos con frialdad por el tendido. Muy buena impresión la de este novillero vallisoletano que dejó ganas de volver a verlo.

Abrió el cartel el espigado francés Lalo de María. Tropezó de entrada con un novillo que se lo quiso llevar por delante en el primer capotazo. Solo le quedó la salida de tirarse al callejón. Este primer novillo se movió mucho de forma engañosa. Mansito y corretón, recibió una lidia muy desordenada. Lalo hizo una faena larga con ocho tandas de muletazos con pocos pases en cada una. El pecado mayor fue que, ante el desorden del novillo, no acertó a templarlo siempre y hubo más enganchones de la cuenta. Una tanda de cuatro naturales y un buen pase de pecho fue lo más logrado. El cuarto fue muy malo. Se quedó corto, no tenía fuerzas y tiró gañafones. Ahora solo pudo estar voluntarioso y dejar una perfecta estocada en la segunda entrada.

Plaza de toros de Sevilla. 21ª de abono. Novillada con picadores. Media plaza. Seis novillos de Núñez de Tarifa, bien presentados y de juego escaso. Primero, manso y de movilidad informal; segundo, descastado y apagado; tercero; noble y aplomado al final; cuarto, sin clase ni fuerzas; quinto, justo de raza sin clase, y sexto, manso y desclasado.

Lalo de María, de tabaco y oro. Estocada corta perpendicular (saludos). En el cuarto, pinchazo y buena estocada (saludos).

Mario Navas, de verde esmeralda y oro. Dos pinchazos y media estocada tendida (silencio). En el quinto, estocada atravesada (saludos).

Manuel Román, de lila y oro. Estocada baja y tres descabellos (vuelta al ruedo). En el sexto, dos pinchazos y cogido. Silencio.

Novillada en horario nocturno. Román fue atendido de “politraumatismo por cogida de toro sin que se observen heridas ni lesiones externas salvo varetazo en muslo derecho. No signos de lesiones internas. Constantes normales. Exploración neurológica sin hallazgos. Juicio clínico: conmoción cerebral. Se traslada a hospital para observación y pruebas complementarias. Pronóstico: reservado”. Saludó en las banderillas del sexto Javier Ambel, que lidió bien al tercero. Manuel Román debutó con picadores en Sevilla.