Carlos Crivell.- Gabriel Rojas envió una bonita y encastada novillada. Fue la primera noticia positiva de la segunda de promoción, celebrada con un buen ambiente en los tendidos, ocupados por seguidores de algunos de los espadas anunciados.

En los corrillos del toreo se hablaba de Javier Zulueta, hijo del alguacilillo de la plaza y sobrino del ganadero Rojas. Era el principal foco de atención de un festejo que nuevamente dejó el listón alto en cuanto al nivel general de los participantes.

Zulueta confirmó todas las previsiones en una actuación presidida por el buen toreo. En tiempos en los que para triunfar, solo hay que ver lo de Pamplona, hay que dar multitud de pases extraños de pie y de rodillas, eso que llaman alardes, Zulueta triunfó con el toreo bueno sin otras concesiones a la galería.

Toreó bien con el capote, ya en el saludo a la verónica, ya en un precioso quite por chicuelinas. A un buen novillo de Rojas, repetidor y humillador hasta que bajó sus prestaciones, Zulueta le aplicó la fórmula del toreo natural, bien en el comienzo a media altura, bien en las dos tandas de redondos con la derecha, plenas de temple y buen gusto. Al remate de la segunda tanda, alumbró la Maestranza un cambio de mano sencillamente sublime, seguido por uno de pecho de una solemnidad estremecedora. La plaza crujió como lo hace cuando surge la emoción eterna del toreo grande. La primera tanda con la izquierda ya mostró que el de Rojas bajaba sus prestaciones. Zulueta resolvió con eficacia, aunque en la tanda final con la derecha metió mucho pico para citar. Fue su único defecto, que, si se corrige, mejor. Sin ninguna concesión a lo que se ha impuesto en estos tiempos, acabó con ayudados a media altura. La plaza estaba conmocionada ante tan buen toreo y estalló al grito de ¡torero, torero!, al tiempo que pinchaba en su primera entrada, lo que le hizo perder las dos orejas. Entró la espada en el segundo viaje y se vivió un momento de una emoción especial cuando el alguacilillo Zulueta entregaba la oreja al torero Zulueta.

En la buena novillada de Rojas hubo un primero eral de una casta infinita, complicado por pegajoso, que siempre estaba de vuelta para que su matador, García Palacios, lo pudiera torear siempre que pudiera dominar tanta casta brava. Por momentos, el espigado chaval lo consiguió en una faena muy larga con los mejores pasajes al final, ya cuando el de Rojas estaba atemperado.

De Valencia llegó Mario García, que se fue a pasar un susto a portagayola y demostrar después tanta buena voluntad como la lógica inexperiencia de quien da sus primeros pasos por la profesión. Lo mató pronto y sus amigos, muchos, pidieron una oreja que el palco denegó con acierto. Doña Macarena de Pablo Romero cuajó una buena noche como presidenta.

El tercer espada llegó de Albacete, Francisco Mazo, de una dinastía de picadores ilustres, que se encontró con un excelente eral, muy berreón, pero con casta y bravura, y lo cuajó por ambos pitones en una faena de muchos kilates. Como buen torero moderno acabó con circulares y el arrimón correspondiente. Paseó una oreja con fundamento.

El chaval de San Juan del Puerto Enrique Toro, esperanza del toreo de Huelva, tropezó con el novillo más incómodo de la noche, aunque la realidad es que Toro no lo logró imponerse al animal y solo al final se vislumbró que tiene cosas buenas, pero en conjunto su labor no pasó de discreta. Después de un espadazo muy trasero, se dio una vuelta al ruedo ni sentido. Ni sus partidarios se la había pedido.

Pasado el fenómeno Zulueta, le tocó el turno al representante de la Escuela de Badajoz. Ya se sabe que, como norma general, estos ciclos de novilladas los suele ganar uno de Badajoz. Se encasquilló la puerta de toriles y la corrida se enfrió antes de que saliera otro novillo encastado y, por lo tanto, nada fácil. El portugués Tomás Bastos se lució afanoso con capote y banderillas y se peleó con el eral en una faena algo acelerada, en la que mostró recursos, aunque acabó desbordado en algunos pasajes de su faena.

Plaza de toros de Sevilla, 13 de julio de 2023. Media plaza. Seis erales de Gabriel Rojas, de buen juego, encastados y bravos, Mejores, tercero y quinto.

García Palacios, de Huelva (nazareno y oro): Pinchazo, estocada que asoma y cuatro descabellos (silencio tras dos avisos).

Mario García, de Valencina de la Concepción (Sevilla) (turquesa y plata): Estocada corta caída (vuelta al ruedo).

Francisco Mazo, de la Escuela Taurina de Albacete (sangre de toro y oro): Media estocada (una oreja tras aviso).

Enrique Toro, de San Juan del Puerto (Huelva) (azul marino y oro): Estocada muy trasera (vuelta al ruedo por su cuenta tras aviso).

Javier Zulueta, de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla (celeste y oro): Pinchazo y estocada trasera (una oreja tras aviso).

Tomás Bastos, del Patronato Provincial de Tauromaquia de Badajoz (lila y oro): Estocada que asoma, media y cuatro descabellos (saludos tras aviso).

Buena lidia de José Antonio Muñoz al cuarto. García Palacios brindó el primero a Víctor Puerto.