Castella_Sevilla250916Carlos Crivell.– A pesar de las reticencias que ofrecía la corrida de Matilla, la realidad es que dos toros de los cuatro que lidió en la segunda de San Miguel fueron de calidad para el toreo. Mansito, suave, abriéndose en las embestidas, el primero; dulce y humillador, el quinto. Dos toros de clase de cuatro; no es una mala noticia. Dos toros con un goterón de Garcigrande en las hechuras, muy corpulentos por delante y justos de remate por detrás. Sus virtudes fueron la movilidad, fijeza y humillación. Dos grandes toros bien aprovechados por sus matadores.

Del resto, uno mediano y con la cara alta, el segundo; como remate, uno basto de García Jiménez, manso y deslucido. Se soltaron dos de Sampedro, de exuberante arboladura, hasta el punto de recibir palmas el cuarto a su salida. Ninguno de los dos valió pare el toreo de nuestros días. El cuarto, por cierto, fue un animal encastado, lo que también es noticia.

Así pues, salieron dos toros para hacer el toreo. El que abrió plaza se encontró con Castella ansioso de abrir por fin la Puerta del Príncipe. Acumula 26 tardes en Sevilla desde su debut como matador de toros en 2001. Lejos queda el recuerdo del toro Encendido de Zalduendo, al que le cortó las dos orejas en 2006. Aquel 22 de abril también tenía un toro para culminar su obra y se quedó sin el premio gordo. Ayer era el día. Pero la Puerta del Príncipe debe esperar para el francés.

El que abrió plaza era noble y con ese punto de mansedumbre que les permite a los toreros estar confiados por la manera de abrirse en la embestida. Castella se fue a portagayola, toreó a la verónica con gusto y quitó por cordobinas. Todo un alboroto en la plaza. Chacón lidió de manera excepcional. El toro, berreón siempre, embistió a una muleta templada de Castella que se sintió a gusto siempre. Además del temple, inteligencia en los tiempos, eficaz en los toques y listo en los circulares para animar el cotarro. Faena de impacto en la plaza contra la incertidumbre que supone abrir la corrida. El público entró en situación ante una faena en la que el francés añadió goterones de buen gusto a su valor reconocido, a la quietud ya cantada y la solemnidad de su gesto. La espada cayó trasera, pero el público exigió y logró las orejas.

El cuarto era el de la Puerta de la gloria. Un toro cornalón de Sampedro con dos leños para colgar sombreros. Chacón, qué tarde más grande, cuajó dos pares soberbios. Se quedó firme en los estatuarios. Tres tandas con la diestra con el toro rebrincado al final de muletazo y todo algo amontonado. Una de izquierdas poco lucida y otra de trazo templado y por abajo, pero con un torero más arrebatado. El toro desarrolló casta, por tanto fue complicado porque necesitaba dominio, lo que no llegó a suceder durante su labor. Todo estaba preparado para ese trofeo que le faltaba pero dos pinchazos se volvieron a llevar la gloria suprema. Muy bien Castella, que aún nos obsequió con un quite providencial tremendo en el quinto.

Manzanares toreaba la última del año. No parecía muy metido la corrida con el segundo, un toro sosito y de remate por alto. Todo el trasteo fue de derechas, pero hubo poca ligazón y algunos enganchones. No parecía Manzanares muy dispuesto. Ni con la espada fue el de siempre.

Pero salió el quinto, un calco del primero aunque menos voluminoso, humillador desde la primera arrancada, lidiado de manera exacta por Rafael Rosa, que fue la madera sobre la que el de Alicante bordó el toreo al ralentí. No se puede torear más despacio. Entre tanto muletazo bueno, dos cambios de manos provocaron el clamor en la plaza. Faena de doble trofeo si lo mata a la primera, pero la suerte de recibir no funcionó a la primera y fue justo que todo quedara en un apéndice. Para cortar dos orejas se debe matar bien a los toros. Pero, al margen de ese detalle, qué forma de torear la de Manzanares a tan buen colaborador como el toro Adulador.

López Simón bregó con los dos toros más incómodos de la tarde. El primero su lote, de Sampedro, también con dos pitones enormes, tuvo pocas fuerzas y poca clase. El madrileño dio un curso de valor sereno ante un toro de poca clase. Bien colocado, con la muleta siempre por delante, se la jugó sin cuentos. El sexto, muy basto de hechuras, manso descarado, se rajó pronto. Ahora no el valor del torero fue suficiente.

En tiempos de toreros emergentes, Castella y Manzanares pisaron el acelerador para dejar claro que ellos también quieren emerger en la Fiesta. Con algunos años de alternativa, ayer fueron ellos los emergentes.

Plaza de toros de Sevilla, 25 de septiembre de 2016. 2ª de San Miguel. Más de tres cuartos de plaza. Tres toros de Olga Jiménez, dos de Hermanos Sampedro y uno de Hermanos García Jiménez, variados de hechuras. Buenos el 1º, noble, mansito y repetidor, y el 5º, muy noble. Saludaron en banderillas José Chacón, Vicente Herrera, Suso y Luis Blázquez.

Sebastián Castella, de rosa y oro. Estocada trasera. Dos orejas. En el cuarto, dos pinchazos y estocada trasera y caída. Saludos.

José María Manzanares, de azul pavo y oro. Dos estocadas tendidas y tres descabellos. Silencio tras aviso. En el quinto, pinchazo y estocada. Una oreja.

López Simón, de lila y oro. Estocada tendida. Saludos. En el sexto, pinchazo y estocada caída. Silencio.

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