Carlos Crivell.– No había que ser muy experto en cuestiones taurinas para desconfiar del ganado de la corrida de mayor expectación de San Miguel. Lo de Matilla tenía malos antecedentes. Y la realidad confirmó que el cesto de la corrida estaba mal rematado. No se entiende bien a estos taurinos, y aquí hay que meter a la empresa, toreros, apoderados y al propio ganadero y hasta a la autoridad, que mandan a Sevilla, con un no hay billetes colgado, una corrida desigual, de hechuras horribles, algunos anovillados como el quinto y el sobrero sexto. En definitiva, que se habían olvidado del toro. Y pasó lo que pasó. Que la santa gente regaló dos orejas como forma de autoengaño pero que la corrida fue un desastre de principio a fin.

Todos los toros fueron mansos sin excepción. El menos manso quizás fuera el cuarto. Todos se dolieron en varas, patearon a los caballos, huyeron a terrenos de solanera y desertaron de la pelea. Es decir, un prodigio de falta de casta.

En lo estrictamente taurino no hay casi nada que contar. Se apunta la buena voluntad de Padilla en el cuarto sin poder completar faena, algún lance de Morante o algunos muletazos con la derecha al quinto, el sitio y el poder de Roca Rey en el sexto. Muy poca cosa.

Además del soberano fracaso de la ganadería, debe quedar constancia de la señorial actitud de la plaza con Juan José Padilla en la tarde de su despedida de Sevilla. La ovación del comienzo fue intensa y emocionante. No pudo lucirse en el primero, toro lidiado de manera excepcional por Daniel Duarte, con el que se puso de rodillas al comienzo de la faena y pasó algún apuro. La banda de música tuvo el detalle de tocar en la faena del cuarto desde el comienzo. No recuerdo si en otras despedidas ha ocurrido algo similar. Pero fue un detalle bonito. Tan elegante estuvo la plaza que le obsequió al jerezano con la oreja del último toro que lidió en Sevilla. Su labor fue de entrega para sacar algunos muletazos sueltos. No puso banderillas en ninguno de sus dos toros. La vuelta al ruedo con la oreja fue clamorosa e interminable, aunque en la Real Maestranza sobran los globos y las banderas piratas.

Morante mostró actitud en todo momento. Alguna verónica fue majestuosa, aunque en otras le faltó bajar la mano de salida. El torero con la derecha al cuarto también se queda entre los buenos recuerdos de la tarde. Los dos toros de su lote, muy feos ambos y con el quinto sin cara, se rajaron y acabaron huyendo por la plaza.

El tercero se partió una mano en un pase cambiado por la espalda, de rodillas, de Roca Rey. El toque fuerte para desviar la trayectoria del animal fue fatal para su anatomía. No le quedó otra opción que matarlo. El sexto bis, una sardina impresentable que no debió ser admitida por la autoridad, fue otro manso sin clase. El peruano le plantó cara con valor y logró dominarlo por abajo en una labor en la que los pases de pecho resultaron soberbios. Fue una faena de mérito premiada con una generosidad desconocida con una oreja después de matar de un pinchazo hondo.

La plaza se llenó hasta la bandera. Los toreros tardaron seis minutos en aparecer en el ruedo para el paseíllo, una fea costumbre que cada vez es más frecuente y que denota que la autoridad manda muy poco. El sexto fue devuelto posiblemente porque doblaba una mano, aunque la verdad es que era un manso de carretas. No quedó claro el motivo de la devolución, ya que por manso no es reglamentario. Las orejas fueron dos obsequios generosos de una masa que iba a ver triunfos y que se quedó con las ganas. Se había cumplido lo previsto de antemano. Se había organizado una buena feria de San Miguel con toreros interesantes, pero se olvidaron del toro. La flaca memoria del toreo permitirá que esta ganadería siga en los carteles de Sevilla y en otros carteles de postín, aunque sería una alegría que la empresa la mandara al destierro definitivo porque es un verdadero fraude soltar estos toros en una corrida de lujo.

Plaza de toros de Sevilla, 29 de septiembre de 2018. 2ª de San Miguel. No hay billetes. Tres toros de Hermanos García Jiménez – 4º, 5º y 6º bis -, dos de Olga Jiménez -1º y 2º – y uno de Peña de Francia – 3º -, desiguales de presencia y bastos de hechuras con 5º y 6º bis anovillados, de muy mal juego por mansos de solemnidad y descastados. Todos pitados en el arrastre salvo el cuarto. Padilla fue obligado a saludar antes del comienzo de la corrida. Al final fue despedido con una gran ovación. Excelente lidia de Daniel Duarte en el primero.
Juan José Padilla, de tabaco y oro. Estocada (silencio). En el cuarto, estocada trasera (una oreja).
Morante de la Puebla, de grana y oro. Pinchazo y bajonazo (silencio). En el quinto, estocada caída (saludos).
Roca Rey, de blanco y plata. Dos pinchazos, estocada tendida y descabello (silencio). En el sexto, pinchazo hondo (una oreja).

A %d blogueros les gusta esto: