Alejandro Talavante. Foto: Arjona

Carlos Crivell.- El anuncio de la repetición de Talavante no fue celebrado con cohetes. Lo que son las cosas. La feria ha acabado con el nombre del extremeño en boca de todos. Si el primer día dejó algunas dudas y la oreja fue un acto de generosidad extrema del palco, en la corrida de la sustitución salió a callar bocas. Se enfrentó a tres toros por la cogida de Rafael Serna. Puso sobre el albero una entrega desmedida, una pasión indesmayable, un temple descomunal y una espada deficiente después de una faena de dos orejas al primero de García Jiménez que le cayó en suerte.

La corrida de García Jiménez ha estado presentada con dignidad. Casi todos montados y enmorrillados, han lucido pitones astifinos. Los pecados de la Fiesta siguen latentes. El tercio de varas sigue siendo casi simbólico. Volvió a ocurrir en esta corrida, aunque es cierto que el punto de mansedumbre de las reses le quitó vistosidad a la suerte. Al toro no se le pone bien en suerte nunca. Los picadores de hoy tenían la orden de castigar sin reservas. Al sexto, un manso distraído de Peña de Francia casi lo matan en el caballo. Para los toreros, primero y segundo con más clase. El resto, mansos, descastados, con la cara alta o el gañafón al final del recorrido. Tres hierros para un mismo tipo de toro. Se salvó la corrida por la presencia y falló por la esencia.

Talavante llevó el peso de la tarde. Recibió al primero de su lote a portagayola. Pocas veces se habrá ido a esa puerta Alejandro. Su cuadrilla, vaya dos capoteros Juan José Trujillo y Sergio Aguilar, le marcó el camino al toro. Talavante se dobló por bajo y se la puso con la izquierda. El temple fue la medicina definitiva para que el animal volara con el hocico a ras del albero. Con la derecha, más de lo mismo. Todo medido, con la distancia adecuada, en los terrenos indicados. La vuelta la izquierda rompió los tendidos. Podía ser faena de dos orejas pero se evaporó todo en una sucesión de pinchazos sin sentido.

Era su día en Sevilla. Le quedaban dos toros por el percance de Serna. El cuarto fue noble pero llevó la cara a media altura. Otra vez el temple logró llevar al toro en una labor de menos calado que la anterior. Y surgió la casta del diestro. Serna había sido cogido al matar; al primero de su lote lo había asado a pinchazos. Ahora, se tiró a morir y salió prendido de la reunión. Estocada tremenda, taleguilla rota, torero conmocionado y público entregado. La oreja, con una era suficiente, fue de verdad, no como la del día anterior.

Lidió el sexto, que había correspondido a Serna. Mal toro el de Peña de Francia. Manso, buscado a gente en el tendido, no se entregó nunca. En un detalle evidente de que quería un premio gordo se fue de nuevo a portagayola. El manso no tenía clase. También es cierto que fue otro torero. Tal vez aturdido por la paliza, quizás desesperanzado por la condición del toro, lo citó fuera de cacho. Así fue imposible.

Cogida de Rafael Serna. Foto: Esther Lobato

La otra noticia fue la cornada de Rafael Serna con el toro del doctorado. El llamado Almendrito, fue un manjar amargo para el nuevo matador. Se había marchado a portagayola y allí llegó el primer susto. La montera voló y parecía que lo había lastimado. El animal desarrolló genio en las acometidas. Los banderilleros sufrieron para completar el tercio. Rafael estuvo sereno pero se colocó muy cerca del toro. Con su gañafón final tropezó la muleta con frecuencia. Fue un esfuerzo voluntarioso con poco eco. A la hora de matar, el toro repitió su tarascada arriba y lo cazó por la axila. Cornada fea por la forma y el sitio; por fortuna, menos de lo que podía haber sucedido. Mala suerte. Derramó sangre en la fecha de su alternativa y se quedó sin poder culminar su tarde. El toro que le esperaba en chiqueras fue una prenda.

Roca Rey no tuvo toros. Puso a contribución del triunfo su arsenal de quites variados, se plantó firme y sereno en la cara de ambos astados sin ceder ni un milímetro, pero fue imposible el lucimiento. El tercero protestó al final de los viajes antes de frenarse en seco. Con el quinto hizo una demostración de valor impávido, más valor y entrega de la que merecía un animal mansurrón que no tiró hacia delante. Es cierto que el peruano se colocó dentro de los terrenos del toro. Tal vez hubiera sido necesaria más distancia.

Y así acabó San Miguel. Es posible que también haya sido el final de la temporada en la Maestranza. El clarinazo final puede ser la señal de que esto se ha acabado. Ha sido un San Miguel de emociones, pero también de carencias. La suerte de varas fue del estilo moderno. La gente, espléndida siempre. La música, caprichosa. Lo malo fue la cornada de Serna. Lo mejor, que Talavante toreó las dos tardes y han quedado ganas de verlo de nuevo. No dejó a todos callados.

Plaza de toros de Sevilla, 24 de septiembre de 2017. Segunda de San Miguel. Casi lleno. Tres toros de Hermanos García Jiménez (2º, 3º y 4º); dos de Olga Jiménez (1º y 5º), y uno de Peña de Francia (6º), bien presentados y juego variado. Buenos 1º y 2º; mansos en general el resto, sin entrega y poca raza.

Alejandro Talavante, de azul noche y oro. Seis pinchazos y estocada trasera (saludos tras aviso). En el cuarto, estocada (una oreja). En el sexto, estocada caída (silencio).

Roca Rey, de azul celeste y oro. Metisaca y estocada baja (saludos). En el quinto, pinchazo y estocada caída (saludos). 

Rafael Serna, de marfil y oro (alternativa). Estocada (ovación y saludos que recoge la cuadrilla)

Saludó en banderillas Juan José Trujillo. Buena brega de Sergio Aguilar.

Rafael Serna fue atendido en la enfermería de herida por asta de toro en axila derecha que presenta trayectoria distal de doce centímetros con arrancamiento de rama de vena axilar contundiendo plexo braquial y arteria braquial. Se practica hemostasia de rama venosa axilar y exploración tras arteriotomía de flujo de la arteria braquial, con resultado satisfactorio. Se completa con lavado, drenaje, y cierre por planos de herida. Pronóstico grave. Firmado doctor Mulet.

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