En la 3ª de abono, resultó herido Miguel Ángel Delgado en el quinto con una cornada menos grave. Malos toros de Pereda con Salvador Vega sin resuello. Delgado, animoso y Tendero con mala espada.

Toros de José Luis Pereda y uno (5) de La Dehesilla, desiguales de hechuras y remate, tres cinqueños, 3 y 5 que fueron los mejores, uno con fondo encastado y sus cosas y otro cuajado de noble y buen galope, y el 6, malo; mansa en general.

Salvador Vega, de blanco y oro. Estocada (saludos). En el cuarto, estocada algo atravesada (silencio). Miguel Ángel Delgado, de tabaco y oro. Estocada trasera y caída (saludos). En el quinto, dos pinchazos, estocada y descabello. Aviso (palmas). Miguel Tendero, de azul marino y oro. Cinco pinchazos, estocada y cuatro descabellos. Aviso (saludos). En el sexto, dos pinchazos y estocada tendida. Aviso (palmas de despedida).

Plaza de toros de la Maestranza. Sábado, 10 de abril de 2010. Segunda de Feria. Media entrada. 

Parte médico de Miguel Ángel Delgado: Cornada en la cara interna del muslo derecho con una extensión de doce centímetros que atraviesa el cuádriceps, con una extensión ascendente sin afectar a organos importantes. Pronóstico menos grave.

Carlos Crivell.- Sevilla

Salvador Vega era el veterano del cartel. Por su fisonomía, el torero malagueño es tan nuevo como sus alternantes. Delgado y Tendero están aún en el parvulario de la vida y del toreo. El problema es que Vega, con una apariencia tan infantil, está de vuelta. Tomó la alternativa hace siete años, ha recorrido la geografía taurina varias veces y sigue tan estancado, o algo más, que cuando se le pudo hacer una crónica que llevaba por título, «El toreo con sabor mediterráneo». La de Pereda no le dejó estar a gusto, pero a estas alturas ya no se le juzga por lo que hace en la cara del toro, más bien se le exige que demuestre que quiere de una vez salir a flote de la jungla. Es baladí recordar que Salvador Vega torea con gusto, alegría y cierta pinturería. No lo hizo ayer en la Maestranza, donde el primero fue un armario que se movía sin gracia, pero el cuarto pedía quietud y mando.

Delgado y Tendero son dos niños, veinte y veintiún años; niños, en asuntos taurinos. Delgado toreó ayer la quinta corrida de su vida torera. Tendero no llega a las veinte. Tenían que resolver muchas cosas en la Maestranza. Ambos cumplieron con decoro y con las naturales reservas.

El chaval de Écija tropezó primero con un toro berreón. No tenía apenas fondo bravo. Su labor fue entonada por momentos. El quinto, de bellas hechuras, apenas se picó. El joven astigitano se peleó con el temple. En su larga faena le perdió la cara al toro y llegó al voltereta con señales inequívocas de que estaba lesionado. El resumen es el de siempre. Delgado tiene cosas buenas que debe pulir toreando. ¿Dónde aprenderá el oficio este torero que ayer salió a la Maestranza con cuatro corridas en su esportón?

Miguel Tendero hizo una faena lucida al tercero, sobre todo porque bajó la mano con temple y ligó los de pecho con soltura. Fue una faena de muchas carreras entre pases, aunque vendió bien la mercancía. El sexto fue otra cosa. Ese toro topaba por su falta de casta y no era de triunfo. Pero Tendero, matador de toros según los antecedentes, no es matador de hecho. Es un pinchador de tomo y lomo. Así todo le será más complicado en el futuro.

La corrida tiene otras lecturas, por desgracia con argumentos reiterados hasta la saciedad. Ninguno de los tres espadas realizó ni un solo quite artístico. El toreo con el capote quedó en el limbo, salvo las verónicas de Vega al cuarto.

La lidia fue una verdadera calamidad. Malos capotazos, infames puyazos y tercios de banderillas chapuceros. Es la otra cara de la Fiesta, que cada día aparece más supeditada sólo a la faena de muleta, en la que casi ningún diestro de la modernidad instrumenta pases distintos al derechazo o el natural. Se recibe como agua de mayo alguna trincherilla brillante, pero hay una carencia notable de variedad.

Todo ello con una corrida de Pereda sin fondo, hueca de casta, algunos con nobleza sin codicia y poco más. Sin embargo, el encierro no asustó a nadie y el aficionado se quedó con la sensación de que el conjunto merecía mejores resultados.

La modernidad es así. Ni toreo de capa, ni lidia adecuada al toro, ni tercio de varas ni faenas valientes o variadas. El repertorio de los matadores es muy limitado. Con estos festejos no se captan nuevos aficionados. Y lo más grave es que los toreros dejaron pasar su oportunidad en la Maestranza. Mala cosa.