Finalizó San Miguel con una pobre corrida de El Pilar y el triunfo de Curro Díaz por una faena elegante y señorial al primero de la tarde. El Juli y Manzanres no lograron triunfar.
El Pilar / Curro Díaz, El Juli y José María Manzanares.
Plaza de la Maestranza. Domingo, 25 de septiembre de 2011. Tercera de San Miguel. Lleno. Cuatro toros de El Pilar, uno de Moisés Fraile, primero, y otro, jugado como sobrero en sexto lugar de Salvador Domecq. En general bien presentados, aunque bastos de hechuras y pasados de romana. Descastados lo de la ganadería titular, bueno el primero de Fraile y a menos el complicado sobrero. Saludaron en banderillas Curro Javier, Luis Blázquez y Juan José Trujillo, que escuchó música. Picaron bien Chocolate y Diego Ortiz.
Curro Díaz, de rosa palo y oro. Estocada (una oreja). En el cuarto, estocada caída (silencio).
El Juli, de azul marino y oro. Dos pinchazos y estocada corta trasera (silencio tras aviso). En el quinto, media estocada tendida (silencio).
José María Manzanares, de berenjena y oro. Estocada atravesada (silencio). En el sexto, estocada (palmas).
Carlos Crivell .- Sevilla
Acabó San Miguel con la Real Maestranza de bote en bote como merecía el cartel, no en balde se anunciaban los dos triunfadores de la temporada: El Juli y Manzanares. Fue la primera noticia de una tarde muy esperada y que fue decepcionante por el juego de los toros salmantinos de El Pilar. Esa fue la otra noticia de la corrida: la imponente y basta corrida de Fraile no embistió. En realidad, esos toros no podían embestir con tales hechuras, altos de agujas y pezuñones. Para colmo, fue un lote descastado y de pésimo juego.
Otra noticia de esta corrida fue que las dos estrellas de la tarde se fueron de vacío. Ni El Juli ni Manzanares pudieron lucirse. El primero casi tocó pelo en el segundo, pero la espada le jugó una mala pasada. El de Alicante, sin opciones. Ni siquiera el sobrero de Salvador Domecq le dejó torear a gusto.
Así las cosas, la noticia principal de este tercer espectáculo de San Miguel llevó la firma de Curo Díaz, el elegante torero de Linares, que aprovechó la bondad del toro de Fraile que abrió plaza para construir una faena preciosa, de arte grande y de armonía suprema.
Parecía el invitado de turno, ese torero que le abre cartel a las figuras, pero a la postre lo que se recordará de la corrida fue su faena. El cinqueño salió como manso. Su pitón izquierdo no existía. ¿Dónde se había dejado ese toro el pitón? Mejor será no entrar en detalles. Fue el manso noble que embiste con buen ritmo, pero que tuvo la suerte de encontrar a un torero inspirado que meció su muleta a compás para dibujar el toreo eterno.
La Maestranza se embriagó con el perfume de los muletazos de Curro Díaz, casi todos con la derecha, meciendo cintura y muñecas, todo muy despacio, alguno casi un circular completo, todo muy bonito, con tranquilidad, sin prisas, como deben torear los buenos toreros. Con la izquierda bajó la faena, pero Curro Díaz supo ponerle la guinda a su labor con una estocada perfecta de ejecución, porque el de Linares mata muy bien. La oreja fue de las de verdad, sin ningún voto en contra, como deben ser las orejas en Sevilla.
El segundo acto de la corrida también resultó interesante. Sólo El Juli está capacitado para realizar una faena tan intensa a un toro tan vulgar como fue el de El Pilar. Alto como un rascacielos, embistió de forma desordenada a la muleta, como a trompicones, con el añadido de lanzar un tornillazo al final de los muletazos. Pase a pase, El Juli lo fue fijando en la muleta, prolongó sus viajes, templó para que el astado nunca la alcanzara y tocó lo justo para poder ligar los pases y los de pecho. Su labor tuvo intermitencias, no podía ser de otra forma, pero siempre surgió la figura poderosa del madrileño para resolver todos los problemas. El que no pudo solucionar fue que humillara en la suerte suprema. Aquí marró de forma llamativa en dos sablazos muy feos y media final. Era labor de premio por la dificultad del toro, pero se quedó en el reconocimiento de la señorial y sabia plaza sevillana.
Y ya no hubo casi nada más. Pasaron cosas, como los capotazos de Curro Javier al sexto o los dos pares de banderillas de Trujillo a ese mismo toro, un sobrero de Salvador Domecq. Para el buen aficionado, sólo ver a esa cuadrilla tan completa bien merece acudir a las plazas de toros.
En materia de lucimiento por parte de la terna, nada. El tercero era una mole de poca casta y con cinco años. Era imposible que pudiera embestir con calidad. No lo hizo y se derrumbó con los primeros muletazos de Manzanares. Metió la cabeza con sosería y el diestro cumplió el trámite con sobriedad. Ni la estocada llevó la marca de la casa.
El cuarto fue un manso que la plaza protestó. En realidad, parece que algún lidiador dejó caer que tenía problemas de visión. En absoluto, era un manso de solemnidad. Curro, afanoso por rematar su tarde, lo intentó sin poder enjaretar tandas ligadas.
En la cuesta abajo de la tarde, salió el desgarbado quinto, también altísimo, que resultó muy deslucido. Ni el poderoso matador que es El Juli pudo torearlo.
La esperanza de un sobrero de Salvador Domecq no fue la solución. Fue un toro incómodo, probón y que fue intratable por el lado izquierdo. Manzanares remató una buena tanda y luego el toro comenzó a enredar y molestar. Lo mató rápido, esta vez no con la perfección acostumbrada, y así acabó San Miguel. El perfume del toreo de Curro Díaz llenó la tarde.