Novilleros_Sevilla21Carlos Crivell.- La tercera novillada de promoción congregó más público que las anteriores, lo que suele suceder todos los años. La llegada de la Velá de Santa Ana y el avance de los festejos llena la plaza. Los erales de Cayetano Muñoz, justos de presencia en general, fueron buenos en conjunto con matices. Algunos, como primero y segundo embistieron mucho a la muleta. Los restantes, incluido el manso quinto, se dejaron torear cuando los novilleros fueron capaces de ponerse en el sitio adecuado y, sobre todo, a darles la distancia correcta. Son principiantes y el juicio no puede ser muy severo. Sin embargo, aspiraban a torear la final del próximo jueves y ninguno de los tres consiguió ese premio. Dejaron pasar la oportunidad.

De la terna de esta tercera novillada hay que resaltar su intención manifiesta de realizar un toreo ortodoxo. Nos libramos de poratagayolas, tafalleras a destajo, pases por la espalda, arucinas, manoletinas y rodillazos, que si bien hubo algunos de ellos no abundaron como suele ocurrir en cualquier festejo de los que se presencian por las plazas de toros.

Rodrigo Molina dejó pasar una ocasión de triunfo en el primero. El chaval sevillano, muy festejado por sus seguidores, mostró maneras correctas pero no acertó en la distancia, de forma que su faena resultó acelerada. Se lució con el capote en verónicas y chicuelinas. Mató con prontitud al citado primero y el palco no le concedió la oreja, que parecía pedida por la mayoría. De cualquier forma, debió aprovechar la ocasión de un eral tan boyante. El cuarto no le ayudó de la misma forma con su molesto cabeceo. De esta forma su faena fue más embarullada, aunque una tanda de naturales ya al final fue el detalle de que Molina tiene que seguir insistiendo para perfeccionar su toreo.

El segundo de la terna era el salmantino David Salvador, torero de corte artístico, más preocupado por las formas que por el fondo. Esto no es malo, pero si solo se preocupa de la compostura y olvida el temple, el sitio, las distancias, la ligazón, entonces se queda en un toreo de espejo. De su muleta surgieron los mejores muletazos de la noche en el quinto, verdaderos carteles de toros, que sin embargo llegaron de forma aislada y sin conjuntar. El segundo, primero de su lote, fue muy bueno. Salvador se mostró elegante, frío y distante. Tampoco le cogió el ritmo al novillo. En definitiva, ocasión desaprovechada. Con el mansito quinto, que acabó embistiendo bien por abajo, queda dicho que hubo muletazos de una belleza plástica enorme, todo dentro de un conjunto deslavazado.

José Antonio Lauri, discípulo de El Cid, apuntó buenas maneras pero no culminó nada de lo propuesto. Toreó bien con el capote a la verónica ganando terreno para rematar el centro, aunque lo hizo con media de rodillas, algo improcedente cuando antes se ha toreado con tan buen estilo. La faena al tercero, novillo que se complicó al final, tuvo pasajes de calidad, sobre todo el natural. Lauri torea con buen gusto, aunque no acertó a templar siempre. Llegó una voltereta y se puso a intentar circulares.

Con el sexto, otro manso que metió la cara en la muleta, se entregó en tres faroles de rodillas en el saludo de capa. Volvió a dejar constancia de sus buenas maneras en una faena con varios desarmes y cogidas, todo por su afán de buscar el triunfo a toda costa. Lo pudo alcanzar si no saca dos veces la espada por el costillar.

Tres novilleros con un fondo de calidad apreciable, que lógicamente están en etapa de aprendizaje, pero que no pudieron aprovechar la posibilidad de triunfo que les brindó el manejable encierro de Cayetano Muñoz. Se lo pusieron en bandeja al jurado del ciclo, compuesto por los asesores del palco, que dictaminaron el pase a la final de los tres chavales que tocaron pelo: Juan Márquez, Jesús Muñoz y Antonio Medina. Este jurado no quiere problemas.

Plaza de toros de Sevilla, 21 de julio de 2016. Tercera novillada sin picadores nocturna del Ciclo de promoción de nuevos valores. Tres cuartos de plaza en noche calurosa. Seis erales de Cayetano Muñoz, variados de hechuras y de buen juego en general, con mención especial para primero y segundo.
Rodrigo Molina, de purísima y oro, estocada corta delantera con derrame (vuelta al ruedo tras petición de oreja). En el cuarto, pinchazo, estocada corta y siete descabellos (silencio tras aviso).
David Salvador, de azul pavo y oro, estocada (saludos). En el quinto, dos pinchazos y estocada (vuelta al ruedo).
José Antonio Lauri, de azul marino y oro, media estocada y dos descabellos (saludos). En el sexto, dos estocadas que hacen guardia y estocada (silencio).

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