Juan Manuel Albendea.- Ante mis escasos conocimientos del arte de la jineta, salí de casa provisto de una especie de manual titulado Decálogo para torear a caballo del que es autor el Duque de Pinohermoso. Pretendía comprobar a lo largo de la tarde si los tres artistas ecuestres respetaban o no el catálogo. Tras larga observación y profunda meditación, llegue a la conclusión de que el toreo a caballo de hoy se parece al toreo a caballo de los años cincuenta, cuando se publicó el decálogo ducal, lo que el de aquellos años pudiera parecerse al toreo caballeresco del siglo XVII. Ni Pinohermoso, ni Alvaro Domecq, ni Conchita Cintrón, por citar tres muy destacados de la época , practicaban un toreo a caballo que no se parece nada al que hoy exhiben las actuales figuras del rejoneo. Me parece que actualmente hay mucho más exhibicionismo, lo que no empece para reconocer que hoy se torea a caballo mejor que nunca y, que se luce una doma mucho más refinada que hace sesenta años. Así que al morir el tercer toro me guarde el breviario en el bolsillo y me dedique a investigar otros aspectos relacionados con el tema.

Me informó mi vecino de tendido y amigo Félix, que Hermoso de Mendoza hierra sus caballos con nitrógeno líquido, lo que es mucho menos agresivo que el hierro candente tradicional pero por lo visto mucho más caro. Todos los días se aprende algo. Al comienzo del festejo, la presidencia debió alertar a los tres caballeros que ya estaba bien de dar vueltas y más vueltas sin toro. El décimo mandamiento ducal recomienda que “cuando intentes algún aire de alta escuela procura hacerlo correctamente, como si no hubiera toro en la plaza”. No es que lo hicieran como si no hubiera toro es que no lo había. Por eso, esas exhibiciones sin toro resultan pesadas y son más propias del ámbito circense que del taurino.

Otro tema importante. Los caballos deben llevar la cola recogida. No es lo mismo torear por detrás con la cola suelta. Algunos que ahora mismo no sé precisar de que rejoneadores eran, la llevaban recogida, como Dios manda. Ya, lo de los toros en puntas vamos a dejarlo para don Antonio Cañero. No tiene ninguna gracia que al caballo Morante le hayan enseñado a darle bocados al toro. Los caballos se defienden a coces pero no a bocados. Por cierto otro caballo se llamaba Manzanares, otro Silveti y otro Califa. Hombre, no está bien ponerle a los caballos nombres de toreros a pie. Por cierto Silveti recibió una cornada en el cuarto trasero derecho y fue sustituido inmediatamente por Tiziano (casi nada en el nomenclator) pero no debía estar en forma pues inmediatamente salió Villacuca y a continuación Pirata. Vamos toda la cuadra de Hermoso de Mendoza. Como puede el lector apreciar no digo nada de cómo estuvieron los maestros. Lo que pone de relieve que mis carencias no podía suplirlas con el decálogo. Solo sé recordar que Ventura cortó dos orejas, ante el evidente entusiasmo de su novia que estaba delante de mi asiento.

Publicado en El Mundo el 20 de abril de 2009

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