Carlos Crivell.- En la cuarta de la Feria se puso el ‘no hay billetes’ en la taquilla y triunfó Manzanares gracias a su espada infalibe y al apoyo generoso del público, muy condescendiente y benévolo, que le regaló la oreja del primero de su lote y llegó a pedir dos de forma absurda en el quinto. Lama tomó una digna alternativa, Ponce se estrelló y los de Victoriano del Río, muy descastados.
Plaza de toros de la Maestranza. Sábado, 18 de abril de 2015. Cuarta de feria. Lleno de «no hay billetes». Toros de Victoriano del Río y dos con el hierro de Toros de Cortés (3º y 4º), de muy desigual presentación, una escalera; sin humillar el hocicudo 1º; un mulo el caballón 2º; geniudo de muchos pies el anovillado y rajado 3º; vacío y frenado el chico 4º; manso el manejable y terciado 5º, que también se rajó; topó más que embistió un 6º de buena cara. Saludaron en banderillas Curro Javier, Luis Blázquez y Curro Robles.
Enrique Ponce, de habano y oro. Estocada desprendida (silencio). En el cuarto, media estocada (silencio).
José María Manzanares, de negro y azabache. Estoconazo (oreja). En el quinto, estocada (oreja y petición).
Lama de Góngora, de blanco y oro. Dos pinchazos, pinchazo hondo y descabello (saludos). En el sexto, tres pinchazos y se echa (silencio).
La plaza de toros de Sevilla se vistió de lujo en una corrida llena de expectación. Todo estaba preparado para presenciar una buena tarde de toros. ¿Toros? Un día más no los hubo en la plaza sevillana. Era una ganadería de prestigio; de las que exigen las figuras. La de Victoriano del Río fue mala sin paliativos. Mansos, descastados, carentes de clase, desfondados, sin fuelle, un lote infame que dio al traste con la tarde.
A pesar de ello se cortaron dos orejas de mínimo peso porque José María Manzanares tiene una espada infalible. Hay que considerar que las orejas que cortó el alicantino fueron el premio a sus dos estocadas. Lidió dos mansos en la solanera, estuvo afanoso y dispuesto en ambos, robó algunos pases sueltos, se arrimó en las tablas ya con los toros rajados y los mató de forma fulminante. La respuesta popular a sus trasteos fue desmedida, como si a estas alturas el público quisiera compensar el precio de las entradas con regalos de orejas.
A Manzanares hay que exigirle mucho más, entre otras cosas porque en esta misma plaza ha escrito páginas gloriosas de buen toreo. La oreja que cortó al primero de su lote en una faena de más de diez minutos, totalmente deshilvanada por la mansedumbre del toro, sin una tanda completa digna de tal nombre, sin dar un solo muletazo con la izquierda -aunque le molestó el viento cuando lo intentó -, fue un regalo generoso de una plaza que ha bajado el listón de los trofeos de manera alarmante.
La oreja del quinto tuvo algo de más fundamento. Fue otro manso que se fue a los terrenos de sol y que el torero nunca intentó sacar de aquellos terrenos. Fue indudable su voluntad y la estética distanciada en algunos muletazos, pero el clamor volvió a llegar en un arrimón cerca de las tablas. Otra vez fue la espada quien cortó la oreja. De forma sorprendente se pidió la segunda, la que le podía abrir la Puerta del Príncipe, pero el palco estuvo acertado porque para cortar dos orejas a un toro en Sevilla hay que torear con el capote y cuajar un toro de principio a fin, algo muy alejado de lo que realizó Manzanares, que llegó incluso a sufrir un desarme. La fiel espada triunfadora del torero del Mediterráneo le dio un triunfo que no se había ganado con el capote y la muleta.
En una corrida pésima, Enrique Ponce se llevó dos animales sosos y sin calidad. Faena simple en el primero de su lote y repetición de la jugada en el cuarto. Pasó el veterano espada sin dejar ni un detalle de su indudable calidad torera.
Mala suerte para el toricantano Lama de Góngora. El de la alternativa no se empleó nunca. Un quite por chicuelinas y algunos derechazos dejaron la huella de su buen estilo. Menos disculpa tiene con la espada. Sus fallos fueron reiterados tanto en el de la ceremonia como en el sexto.
El burraco que cerró el festejo parecía que tenía más movilidad, pero fue un espejismo. Echó el freno y se puso a mirar al torero. Lama le puso corazón y entrega a una labor en la que era imposible la ligazón. En uno de pecho se apreció su calidad, pero solo pudo dejar constancia de sus ganas en tarde de tanta responsabilidad. Y de nuevo falló con la espada.
A pesar de las dos orejas, este festejo dejó en evidencia las graves carencias del toreo actual. No hubo toreo de capa, el tercio de varas apenas existió y todo se limitó a ver si los toros se prestaban en la muleta. Lo más rematado corrió a cargo de los banderilleros, Curro Javier, Curro Robles, Cándido Ruiz, Emilio Fernández, que ofrecieron un curso de torería.
La plaza se mostró generosa en exceso con Manzanares, posiblemente para agradecerle el detalle de que haya acudido a la Feria. Está bien, pero el coso no debe perder su identidad como ocurrió en algunas fases de este festejo.