Ventura_RomeroCarlos Crivell.- Diego Ventura descerrajó de nuevo la Puerta del Príncipe de la plaza de toros de Sevilla, aunque bien es cierto que el caballero lusitano no ofreció una de sus más brillantes tardes en el coso maestrante. Diego, tan entusiasta como siempre, tiene el beneplácito del público para conseguir los trofeos. En este sentido, el papel del palco fue definitivo. La facilidad para sacar los pañuelos, sobre todo los de las segundas orejas, fue sorprendente. Se las concedió con notable benevolencia a Ventura en el quinto. Así las cosas, no tuvo más opciones que otorgar la segunda oreja a Romero en el sexto. Al margen de los buenos momentos de toreo a caballo que ofrecieron ambos, y a ratos Cartagena, el número de trofeos fue excesivo.

La plaza cambió su registro para los rejones. Se entiende y se comprende, pero hay cosas que son sagradas. El público tocó palmas para acompañar los pasodobles, Ventura paseó a su hijo en la vuelta del quinto y Romero sacó a varios paisanos al ruedo para brindarles el sexto. Todo un cúmulo de situaciones absurdas que se acompañaron de un triunfalismo sin sentido. La plaza de toros de Sevilla pierde su tardicional compostura en este tipo de corridas de rejones. Como remate, la manera pueblerina de retrasar los arrastres para que el palco sacara el pañuelo. Todo un despropósito en la Maestranza.

Otra cosa es si este triunfalismo debe ser admitido como parte del espectáculo. Las corridas de rejoneadores son espectáculo puro, aunque también pueden albergar hechos de alta torería.

Tomó la alternativa el onubense Andrés Romero. Este asunto de las alternativas de los caballeros de rejoneo necesita una regulación urgente. Romero ya ha lidiado toros en plazas de primera, en Valencia sin ir más lejos. ¿Por qué no se le concedió el doctorado en semejante ocasión?

Romero fue la nota más positiva de la tarde, porque su labor en ambos toros fue la demostración de que el toreo a caballo tiene ya un relevo a la vista. El onubense, con la escuela muy definida de Diego Ventura, sufrió un accidente en el toro del doctorado, cuando el astado corneó a su caballo Perseo en el el anca izquierda. Se sobrepuso a este trance, colocó banderillas al quiebro, regaló piruetas y rayó a un nivel alto, aunque es cierto que sus cabalgaduras sufrieron más de un topetazo. El descabello le dejó sin trofeo.

La oreja cortada por Diego Ventura al tercero fue tras un ejercicio correcto y rutinario del torero lusitano. Ventura en estado normal es bueno. La lidia alcanzó buen nivel con Chalana en los pares al quiebro citando en largo. A pesar de matar de forma irregular, aunque pronto que es la condición necesaria para que la euforia se desate, le concedieron una oreja.

Entre medio, Andy Cartagena en plan desafortunado. Se podría decir que fue el rejón de muerte quien le volvió la espalda. Fue ese detalle y una labor correcta y fría en sus dos toros. Por momentos logró el clamor con Cuco y Juncal, se lució en las cortas al violín, pero sus oponentes apenas le duraron para redondear su tarde. Con el cuarto, solo la salida de Pericalvo logró que el público se entusiasmara. Sus dos faenas tuvieron un epílogo desgraciado con el rejón de muerte.

La apoteosis y el triunfalismo desbordado llegaron en el quinto y el sexto. Diego Ventura sacó a toda su artillería pesada: Nazarí, Milagro y Morante y sus bocados. Se sucedieron lances de mucho mérito con fallos al clavar los rehiletes. El rejón fulminante enfervorizó a la parroquia y paseó dos orejas, lo que le abrió la Puerta del Príncipe.

Ya en la senda del clamor, Andrés Romero, seguido por una legión de partidarios, volvió a ofrecer una muestra de sus posibilidades. Fue un buen toro y Romero estuvo brillante a ratos, aunque también clavó palos en el albero. Ahora, a lomos de Guajiro y Bambú, Andrés dejó un rejonazo de efectos rápidos y también paseó dos orejas. Su tarde dejó detalles para la esperanza. Es un buen torero a caballo.

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