Daniel Luque. Foto: Arjona – Toromedia

Carlos Crivell.– Tarde luminosa cuando el pronóstico nos hablaba de agua sobre el ruedo. Una luz tamizada que al final se volvió más sombría, en parte porque llegaron los nubarrones negros por el oeste y porque sobre el albero maestrante predominó el hastío de un festejo que no cumplió las expectativas que había despertado.

Era una corrida de aficionados con vitola de los que inundan las redes por las esperanzas en una ganadería y en unos toreros. Y, sin embargo, la plaza presentó un aspecto desolador. Era miércoles laborable, los bolsillos están caninos y quedan carteles de relumbrón por delante, de forma que tampoco hay que extrañarse de que se ocupara, sobre el famoso 60 por ciento, menos de la mitad de la plaza.

La tarde pesó mucho, lo mismo que algunos toros de Santiago Domecq. Hay que decirlo pronto. La corrida fue decepcionante. Se tapó en varas donde algunos acometieron con bravura, pero el gas les duró muy poco, lo que puede ser un signo de falta de casta. Solo el tercero desarrolló nobleza clara en la muleta. El cuarto y el sexto eran dos moles con seiscientos kilos – el sexto, algo más – que se hundieron en la muleta. En fin, la esperada corrida de Santiago Domecq fue una decepción en toda regla.

Diego Urdiales sorteó dos toros insulsos. El primero, cinqueño como el segundo y el cuarto, se despitorró del derecho en el primer derrote. Era un toro de cuidados paliativos, soso y sin posibilidades de exigirle nada. El riojano dibujó algún muletazo con prestancia y lo mató bien. A la mole que hizo cuarto lo recibió con buenos lances. El animalito no estaba para bromas, aplomado y con ganas de morirse. El trámite fue breve.

Daniel Luque exhibió firmeza y compromiso toda la tarde. Se lució con el capote en sus dos toros y se arrimó con coraje en ambos. Al segundo, animal blando y descastado, le embistió el torero en una labor encimista que se justifica por el talante pétreo del Domecq. El quinto, noble pero nada humillador, le permitió una faena con más contenido, compuesta por tandas con la derecha desiguales, hubo algunos enganchones, pero de una decisión encomiable. Lo mismo ocurrió por la izquierda. No era un toro agradecido por dónde llevaba la cara, pero Luque lo exprimió hasta las luquesinas finales. Al entrar a matar perdió las manos el toro y solo clavó media estocada. Tardó en morir y por ello la petición no fue lo clamorosa que se esperaba. El palco se guardó el pañuelo. La actitud de entrega y la firmeza de Luque quedó claramente de manifiesto.

Rafael Serna se enfrentó al toro de mayores posibilidades de la tarde, el tercero. Su faena fue más que entonada, compuesta por muletazos garbosos por la derecha, por donde se acopló mejor el torero sevillano. Pasó de muletazos de trazo más rápido a otros ya con mayor templanza y sosiego. Debía haber cortado la oreja del animal, pero falló con la espada. Con el sexto ya todo se volvió del revés. Con más seiscientos kilos, el animal se pegó una costalada de salida y quedó destrozado. Le costó un mundo desplazarse y cuando lo hizo fue sin alegría ni pujanza. Ahora poco se le puede exigir a Serna, que esta vez mató a la primera.

No llovió como anunciaban los móviles a primera hora de la tarde, pero la corrida fue plomiza, a pesar de que duró un tiempo razonable: dos horas y cuarto. La noticia es que la corrida de Santiago Domecq no funcionó. Así es la Fiesta.

Plaza de toros de Sevilla, 22 de septiembre de 2021. Cuarta de San Miguel. Menos de media plaza sobre un aforo del 60 por ciento. Seis toros de Santiago Domecq, desiguales de presentación y de pobre juego en general. Fue una corrida que cumplió en el caballo y desfondó al final. El mejor, el tercero. El resto, sosos y flojos.

Diego Urdiales, de azul marino y oro. En el primero, estocada (saludos). En el cuarto, pinchazo y estocada (silencio).

Daniel Luque, de blanco y plata. En el segundo, estocada (saludos). En el quinto, media estocada (vuelta al ruedo tras aviso).

Rafael Serna, de sangre de toro y oro. En el tercero, dos pinchazos y un descabello (saludos). En el sexto, estocada (palmas).

Saludaron en banderillas, Juan Contreras, Alberto Zayas (en dos toros), Juan Manuel Raya, Antonio Ronquillo y José Chacón.  

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