Manuel Grosso.- Lo que sobre el papel parecía un chiste de los Morancos: «Érase una vez que estaban tres toreros en Sevilla, un catalán, un mejicano y un vasco, lidiando una corrida portuguesa, un martes trece…», desgraciadamente terminó siendo una corrida muy desagradable, peligrosa y para colmo con uno de los espadas en la enfermería con una cogida importante. Todos esperábamos del hierro portugués Palha toros complicados, de los que transmiten peligro a cada pase, pero en realidad nos encontramos con una mansada peligrosa, descastada e imposible de torear. Para colmo, salió fea de verdad, salvo quizás el burraco que salió en quinto lugar que estéticamente era algo diferente y, lo que es mas raro en esta ganadería, falta de remate. En honor a la verdad, ni Serafín Marín, ni Arturo Macías, ni Iván Fandiño pudieron hacer nada de nada. Aburrimiento total en la plaza y, de vez en cuando, alguna que otra embestida peligrosa que nos recordaba que estábamos en una plaza.

Arturo Macías, que tiene vitola de buen torero y reconocida fama en su país, puso toda la carne en el asador, y desgraciadamente salió por la puerta de la enfermería. Me imagino que su apoderado Corbacho se lo habrá dicho mil veces, que el toro mexicano es diferente al español, pero quizás, por pundonor, quería lidiar esta intratable corrida de Palha como si de una de su tierra se tratase. Le avisó un toro en un quite, del que salió milagrosamente ileso, aunque con las taleguillas destrozadas; y, en su segundo, la suerte no le perdonó, y le alcanzó de lleno después de habérselo echado a los lomos. La tragedia se palpó con claridad en la plaza y, afortunadamente, aún siendo una cogida grave, no fue todo lo grave que podría haber sido. Ser valiente y tener pundonor tiene también su peaje. Por último, un consejo: no dejes a tu mozo de espadas que lleve toallas negras que no son precisamente agradables de contemplar en el callejón de una plaza.

Fandiño y Serafín Marín se estrellaron con un muro de mansedumbre infranqueable. El catalán estuvo algo pesado y ni tan siquiera pudo justificarse con el capote que, por cierto, suele manejar con cierto aire. A Fandiño, curtido en las duras ferias del norte de la península, espero que nadie le hable del «toro de Sevilla» porque seguro que peor que el último toro de su lote le habrá salido pocos en su carrera, y de verdad deseo que sea el último. Tarde desagradable, cargada de malos augurios y fracaso estrepitoso de una ganadería señera, los Palha.