Carlos Crivell.- La sexta de Feria se deslizó por la pendiente del aburrimiento porque los de Torrestrella no tuvieron gas ni casta, aunque tampoco la terna estuvo muy inspirada para lograr más partido, excepto Pepe Moral que pudo cortar la oreja del tercero si acierta con la espada.
Plaza de toros de la Maestranza. Lunes, 20 de abril de 2015. Sexta de feria. Media entrada. Toros de Torrestrella, de diferentes hechuras, remates y seriedades, incluido el sobrero (un 6º bis que no sirvió); de muy pobre fondo y pocas fuerzas; el 2º embistió con más alegría en su contado poder; el lustroso 1º no humilló en su nobleza; tampoco el 3º de feo estilo y corto recorrido; frenado y apoyado en las manos el mortecino 5º; descolgó sin tracción el 4º; devuelto el feo 6º.
Antonio Ferrera, de azul añil y oro. Bajonazo (silencio). En el cuarto, estocada caída (silencio).
Iván Fandiño, de teja y oro. Estocada (silencio). En el quinto, pinchazo hondo tendido y descabello (silencio).
Pepe Moral, de verde botella y oro. Estocada trasera y dos descabellos (vuelta al ruedo). En el sexto, estocada trasera y caÍda (ovación de despedida).
No quedan lejos aquellas corridas de los lunes del ‘alumbrao’, cuando la plaza se llenaba de una afición ávida de ver toros y toreros en su plenitud. En la retina de algunos aún se conserva una media verónica que parece que pertenece a un pasado imposible de recuperar por la terquedad de unos y otros. Ese recuerdo se vino a la memoria con la visión de la media plaza en una fecha tan distinguida. ¿Cómo se puede culpar a la afición a la vista de los contenidos de la corrida?
Todo transcurrió de forma soporífera, carente de emoción, sin datos de interés en la lidia, como si toros, toreros y público se hubieran contagiado del mismo virus antitaurino. Fue de esos festejos en los que no se puede contar nada brillante. No hubo un toro encastado, tampoco existió el tercio de varas, los banderilleos cumplieron sin excesos, las faenas fueron una sucesión de pases anodinos que no despertaban ningún interés en el tendido. Así un toro, otro y el sobrero.
El público se sumió en el sopor de la tarde y apenas despertó con algún par de banderillas de Ferrera o con la voluntad de Pepe Moral, para volver a caer en la inercia aburrida de un espectáculo en el que no pasaba nada digno de ser contado. Se podría culpar a los toros, es verdad, porque no cabe un comportamiento más uniforme en la nobleza inservible. Es decir, que un toro noble debe ser la piedra de toque para que el diestro consiga la emoción. No vale de nada la nobleza bobalicona como la de Torrestrella, acompañada una falta de fuerzas que desesperó a todos con la salida del sexto, pobre de trapío y renqueante, que se fue a los corrales por simple mosqueo generalizado.
En esta corrida monótona y previsible destacó Pepe Moral en su faena al tercero, el único que embistió con alguna pujanza a la muleta. Moral toreó mucho y, a veces, bien, aunque a su labor le sobró algo de precipitación y le faltó un punto de rotundidad. De todas formas, el de Los Palacios dibujó algunos pases por bajo enormes en las postrimerías de su labor. Es posible que si acierta con la estocada hubiera cortado una oreja, pero en una tarde sin fondo la espada cayó tarsera y el descabello viajó a la segunda.
La gente echó a los corrales al sexto, pero no se había percatado que era también del mismo hierro. Estaba tan moribundo como sus hermanos. Pepe Moral le dio una infinidad de pases que no podían tener eco ante tal calamidad.
La corrida de Torrestrella se lidió en una fecha mejor, y también con un cartel distinto, pero al final no sirvió más que para dormir a todos. Antonio Ferrera anduvo dispuesto, lanceó con frescura y gracia a sus toros, completó un buen tercio de banderillas en el cuarto, lo intentó con la muleta, en fin, nada que reprocharle.
Quizás la imagen más desdibujada de la tarde fue la de Iván Fandiño. Es un torero que se ha forjado con el toro duro y exigente, que he tenido el gesto de pedir este año la de Miura, pero este tipo de reses tan dulces y pastueñas no le ayudan a expresar su toreo.
Fandiño lidió primero uno sin fuerzas y que embestía rebrincado. La faena fue casi un trámite. El público se metió con el de Orduña después de un quite por gaoneras tropezados en el cuarto. El segundo de su lote era también muy flojo. La imagen de Fandiño fue la de un torero desanimado. Esperemos que llegue a la de Miura con una actitud distinta. Su carrera está forjada en la emoción del toro. En la de Miura tendrá esa emoción que ayer no encontró en los que llegaron de Los Alburejos.
Al menos todo fue breve. La gente agradeció al final ese detalle. Lo malo si breve es menos malo. Todos estaban pensando en el pescado frito. Algunos soñanos medias verónicas que parecen ya alejadas de la Maestranza.