Álvaro Pastor.- “Era un chiquillo de Osuna/ que quería ser torero”. Lo demás: la ganadera salmantina, el ole en la tienta por su valentía y la desilusión del olvido salió por las radios de cretona en la voz de Concha Piquer o Juanita Reina, gracias al genio creador del trío formado por Quintero, León y Quiroga. Y esa mujer existió en verdad, no fue una invención del conde de Gómara y marqués del Valle de la Reina ¡qué dos títulos más poéticos los de Rafael de León, más que del Reino parecen talmente inventados para el aristócrata sevillano! La mocita era Pilar Sánchez, la hija de Paco Coquilla, una mujer adelantada a su tiempo que fascinó a matadores y artistas. Aunque no es de Osuna, sino de Sevilla, Antonio Barrera –fino torero muy castigado por los percances- está casado con una ganadera salmantina, pero ni su divisa, ni tampoco la de los toros de hoy era, como en la copla, verde y grana, quizá por eso la corrida careció totalmente de tensión, brillo, y por supuesto, de poesía.

La culpa, como casi siempre, de los toros, en esta ocasión de la supuestamente ganadería torista de Peñajara. Y utilizo el adverbio evaluativo porque las reses jugadas ayer poco tenían que ver con las que salieron los dos días anteriores: ni en interés, ni en mantenimiento de la emoción y/o miedo, ni por supuesto en fuerzas. Un sexto entonado –que tuvo la gran suerte de encontrarse con un diestro al que le funciona muy bien la cabeza- no exime una debacle ganadera en toda regla.

Luis Bolívar vino de un poco más allá de Osuna, de Cali, en las antiguas Indias Occidentales, para criarse como torero y como persona en casa de Victorino Martín, lo cual, si se sale adelante en esto del toro debe imprimir casi tanto carácter como el sacerdocio. Se le ve despejado y muy centrado delante de la cara del toro. Sin aspavientos y adaptándose al material que había logró arrancar la música en su primero –de forma benévola, todo hay que decirlo-, pero supo ajustar el “tempo” del sexto y evitar que se rajara. Como además dejó series bastante aceptables y lo mató de una estocada bien ejecutada, aunque delanterilla, se ganó una oreja. Remontar una tarde plúmbea en el sexto tiene su mérito. Barrera, casi sin opciones. Bautista destacó con el percal.

Ah, los milagros existen, aunque no sean como en la cinematografía berlanguiana los jueves. Si no, que se lo pregunten a Paco Peña que estuvo interminables segundos colgado por el pecho entre los astifinos pitones del que rompió plaza. Las estampas de la ancianita en la calle Iris parece que funcionan.

Foto: Álvaro Pastor

Publicado en El Mundo del 23 de abril de 2009

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