Antonio Barrera salió a torear horas después de morir su padre en un gesto honroso, pero no era su día. Ni el de El Torreón que abrió plaza, ni el del Conde la Maza le ayudaron. Bolívar y Cortés se dejaron ir dos toros en gran tarde de Luis Mariscal como banderillero.

Cinco toros de El Torreón y uno, cuarto bis, del conde de la Maza. Bien presentados. Segundo y tercero, nobles. El del Conde, un marrajo.

Antonio Barrera, de azul noche y oro, saludos y silencio. Luis Bolívar, de celeste y oro, saludos y silencio. Salvador Cortés, de azul marino y oro, saludos y silencio.

Plaza de la Real Maestranza, 7ª de abono.Más de media plaza. Lluvia intermitente. Saludó en banderillas y escuchó música Luis Mariscal en el segundo.

Carlos Crivell.- Sevilla

El colombiano César Rincón es el actual propietario de El Torreón. Tiene ganado de procedencia Juan Pedro, la norma de la mayoría de los criadores modernos. Tal y cómo han salido sus toros en la corrida ferial sevillana, estoy seguro que César no está nada satisfecho. El colombiano era partidario de los toros encastados, los que repetían las embestidas con codicia, los que se venían de largo a su muleta. Ninguno de los que lidió ayer en Sevilla tenían casta suficiente para propiciar la emoción en el coso.

Es posible que el maestro esté contento porque sus toros han dejado estar cómodos a los toreros, han desarrollado bondad y no han tirado una mala cornada. Si ese detalle es suficiente para César, mal asunto. De la bondad extrema de sus reses al comportamiento de borregos descastados, sólo hay un paso. También es probable que piense que el resultado final de la corrida podría haber sido otro, sobre todo si Luis Bolívar y Salvador Cortés andan con más luces en los lidiados en segundo y tercer lugar. Tampoco creo que ello le valga como excusa ante un lote de excelente presentación, pero de muy pocas fuerzas, de duración limitada y sólo con la bondad como argumento positivo.

En la memoria del aficionado aún quedan las imágenes del espada de Colombia en la Maestranza con el toro de Jandilla al que le cortó las dos orejas, que se venía de largo pronto y alegre. No hay siquiera que recordar su épica faena en Madrid al toro Bastonito de Baltasar Ibán, modelo de casta y fiereza. Es decir, que Rincón no parece que quiera ahora para sus compañeros el tipo de toros que en su día le encumbraron como máxima figura.

La corrida estuvo marcada por la emoción de la presencia de Antonio Barrera en el ruedo después de sufrir la muerte de su padre. A la Maestranza no hay que decirle nada en cuestiones del corazón. La ovación tras el paseíllo y el minuto de silencio tuvieron la fuerza que sólo el coso del Baratillo sabe imprimir a esos momentos.
No hay dudas, no era el día de Antonio Barrera. El que abrió plaza fue de los malos de El Torreón. Y en el colmo de la mala suerte, el cuarto, de hechuras prometedoras, se partió el pitón de raíz al derrotar en un burladero. Salió uno del Conde de la Maza, pero de los malos. Fue un regalo; se venía al cuerpo con intenciones malvadas. Se merecía algo mejor en una fecha tan señalada que nunca olvidará.

Los toros segundo y tercero se dejaron torear. Tenían muy pocas fuerzas, pero embestían con dulzura. Luis Bolívar le dio tres tandas correctas con la derecha y una mala con la izquierda entre las rayas. Aunque sonó la música, fue un trasteo insuficiente. Ese toro era de triunfo, así que Bolívar volvió a dejar pasar una oportunidad dorada en Sevilla.

Pocos toreros tienen un historial tan brillante en Sevilla como Salvador Cortés. De su honestidad torera nadie puede dudar. Cada año comienza de nuevo, debe labrarse su temporada a fuerza de corridas, buscando siempre el triunfo para no perder comba. Su tarde fue decidida y entregada, como demostró co sus dos largas a portagayola, como dejó claro en su empeño en lograr encontrar la distancia y el sitio en el tercero, pero al final se marchó con el esportón vacío, algo que es malo porque necesita puntuar siempre. Es de ese tipo de matadores que viven del triunfo mantenido. Cuando se marcha en blanco, las empresas toman nota.

Salvador Cortés no encontró la forma de torear a gusto al tercero, toro que tenía bondad infinita. Los pases se sucedían y no eran ni buenos ni malos. Poco antes, su hermano Luis había armado un alboroto con dos pares sensacionales. En el sexto, la corrida estaba muerta. La gente se había marchado mojada y decepcionada. Rincón, seguro, no estaba contento.