La 7 ª de la Feria de Abril fue una corrida muy mala de El Ventorrillo con la que se estrellaron los diestros de la terna compuesta por Diego Urdiales, Iván Fandiño y Jiménez Fortes.

Plaza de la Maestranza. Jueves, 19 de abril de 2012. Séptima de feria. Másde media entrada. Toros de El Ventorrillo, incluido el bronco y basto sobrero (4º bis), también con el 7 de guarismo como casi toda la corrida menos el 6º, devuelto por inválido; serios, bastos, parados, distraídos, sin fijeza, fondo ni ápice de bravura; menos el 5º que no tuvo ni presencia aunque sí desfondada nobleza; el 6º bis, sobrero de Montealto, manso de caballos pero encastado en la muleta.

Diego Urdiales, de verde pistacho y oro. Estocada algo contraria y descabello (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo y estocada atravesada. Aviso (silencio).

Iván Fandiño, de verde esperanza y oro. Estocada atravesada (silencio). En el quinto, estocada. Aviso (saludos).

Jiménez Fortes, de azul pavo y oro. Pinchazo, pinchazo hondo y dos descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, estocada pasada y tendida y tres descabellos. Aviso (silencio)

Carlos Crivell.- Sevilla

El aficionado se hizo una pregunta, entre otras, cuando conoció los carteles. ¿Por qué Fuente Ymbro y El Ventorrillo ya no la lidian las figuras? La primera demostró en la corrida del miércoles que hay casta en la divisa. La casta no les apetece mucho a algunos toreros. Puede ocurrir que en breve los mejores espadas vuelvan a pedir Fuente Ymbro.

Los motivos por los que las figuras no quieren El Ventorrillo se vieron en la corrida de ayer con meridiana claridad. No han pasado más que dos años desde que El Juli cuajara a los toros Ilusión y Botijito en una tarde gloriosa para el madrileño. Esa misma tarde, los otros cuatro toros que lidiaron Castella y Perera fueron malos sin paliativos, muy parecidos a los que ayer sembraron de hastío una corrida muy esperada y finalmente un espanto por culpa de la falta de raza, fuerzas y clase de las reses jugadas. Ya sabemos los motivos por los que El Ventorrillo no es una ganadería que se disputen los toreros con capacidad para exigir el ganado.

La corrida no fue mala, fue peor que mala. Dos toros devueltos por su invalidez manifiesta como dato aparente, pero lo más grave fue su falta de movilidad y la carencia de clase en las arrancadas. Se supone que no se anunciará en Sevilla en los próximos años.

Con una tarde nublada, que incluso llegó a presagiar la posibilidad de la lluvia, sin que faltara el viento como fiel acompañante de la primavera taurina maestrante, la corrida fue un soponcio de más de dos horas y media de duración. Fue el festejo no deseado en estos momentos. La Fiesta necesita corridas de triunfo como mejor publicidad de sus maravillas. Con estos toros no hay futuro.

Para que nada faltara, los toreros tampoco acertaron en momentos claves para mejorar el juego de los astados. La corrida, aparatosa de presencia, era lo de Juan Pedro Domecq seleccionado para plazas de primera. Pues esos toros no valen en ninguna plaza. Y dicho queda que la terna tampoco anduvo inspirada con ellos.
Así, Diego Urdiales con el que abrió plaza. El toro se desplazó sin clase en los primeros compases de la faena del ya veterano espada, que no encontró nunca el sitio ni la distancia, posiblemente porque era complicado. Como invitado final para acabar con el cuadro sopló el viento y la faena fue un quiero y no puedo.

El mismo Urdiales tropezó con el sobrero del hierro titular de 589 kilos, una mole de carne mansa y descastada, al que el riojano intentó torear más sobre la diestra. El toro fue un bruto integral. Algún muletazo llevó aroma bueno, en realidad muy poco. El toro desarrolló a malo con cabezazos y Urdiales pasó por Sevilla sin dejar ningún eco.

Se esperaba a Fandiño, de valor contrastado, matador emergente en trance de torear en todas las ferias. Tampoco Sevilla pudo deleitarse con el torero vasco, de admirable trayectoria. El primero de su lote, melocotón según la ficha pero colorao a la vista, no tenía fuelle ni empuje. Una birria deslucida. El torero de Orduña estuvo firme sin posibilidades.

Las dudas llegaron en el quinto. Era un inválido muy evidente. El palco quería que movieran al toro para ver su comportamiento. Ni Fandiño ni su cuadrilla lo hicieron. Se quedó con el toro y lo pagó con una actuación voluntariosa pero incolora. Lo intentó en todos los terrenos de la plaza en tandas muy cortas y algo embarulladas. Harto de cambiar los terrenos bajo las órdenes de su apoderado, Fandiño insistió mucho sobre la mano diestra, cuando en los capotes de su cuadrilla el pitón bueno parecía el izquierdo. Cuando lo hizo hubo naturales de buen trazo pero ya era demasiado tarde. Estuvo valiente, pero su labor fue turbia. De Fandiño se esperaba otra cosa. Se supone que lo tendrá guardado para la de Victorino Martín.

Junto a dos toreros curtidos en batallas duras, un torero muy nuevo como Saúl Jiménez Fortes salvó el compromiso con acierto. Su valor conocido quedó patente en cada instante de la lidia de sus dos toros. No se le pudo ver torear con el capote, que maneja con acierto. El tercero, de pitón izquierdo apoteósico, se paró cual escultura de Nacho Martín. El malagueño se echó encima en alarde valeroso. Sólo hay que objetarle que no debe abusar de los circulares sin motivo. Se enfrentó al tremendo toro de Montealto lidiado como sobrero y volvió a estar firme, valiente y solvente, aunque el lucimiento era imposible. Compás de espera para el de Málaga, que sin poder triunfar ha resuelto esta papeleta de su paso por Sevilla con tan poco bagaje. En fin, un soponcio de tomo y lomo de larga duración.

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