Frustración del aficionado por los resultados de la octava del abono en la Maestranza con los toros de Victorino, que naufragaron y los toreros sin recursos para lidiarlos.

Seis toros de Victorino Martín, el quinto lidiado como sobrero por uno devuelto por inválido, bien presentados excepto el sobrero, de mal jueg, descastados, flojos y sin calidad.

Antonio Ferrera (blanco y plata con remates negros). silencio y palmas. El Cid (azul y oro): siloencio y silencio. César Jiménes (verde y oro): palmas tras aviso y silencio.

Plaza de la Real Maestranza. 8ª de abono. Casi lleno. Buena tarde de El Boni.

Carlos Crivell.- Sevilla

En los corrillos se decía que la de Victorino no podía fallar. Después del fracaso del año pasado, el ganadero seguro que se esmeraba en mandar una corrida bien presentada y de buena nota. Como no se anuncia este año en Madrid, la corrida más importante, decían los aficionados, tenía que ser la de Sevilla.

En cuanto a la terna, el comentario era unánime. Ferrera debía jugarse el todo por el todo en la Maestranza para demostrar la injusticia que le han hecho en los carteles de San Isidro. Para César Jiménez, la corrida era el posible salvoconducto para volver al circuito de las ferias del que salió hace ya algunos años.

¿Y qué suponía la corrida para El Cid? El de Salteras tenía la ocasión de reverdecer laureles con sus toros preferidos. Debía cerrar la dinámica de torero en estado de incertidumbre que le ha acompañado en la pasada temporada. La de Victorino del mano a mano con Morante le quitó el sitio; ésta se lo podía devolver. A Manuel Jesús le hacía falta un golpe de mano para volver a dejar claro que es un gran torero.

Así se hablaba en los corrillos de los alrededores de la plaza. En el fondo, muchas esperanzas. La dura realidad del festejo, malo y soporífero, fue un golpe en mal sitio a la Fiesta de los toros, que anda necesitada de corridas buenas, de toros bravos y encastados y de buenos toreros.

Victorino consuma su segundo año instalado en la mediocridad en la Maestranza. Si Palha debe descansar, Victorino anda por el mismo camino. Dentro de una mala corrida, carente de bravura y codicia, la corrida tenía gato encerrado: el sobrero. El que aprobó ese toro debe dimitir de inmediato. Era una raspa sin cuernos. Lo habían dejado escondido en los corrales, tal vez pensando que nadie presenciaría su mínima anatomía, pero el destino estaba escrito y salió en quinto lugar. Fue un toro de escarnio para una plaza de primera. El resto de las reses, sin ninguna de las características que adornan al toro bravo. Tenía incluso problemas de esos que no gustan a los toreros. Casi todos desparramaban la vista como si le hicieran una radiografía a los lidiadores.

Pero toda la culpa de este triste festejo fue sólo de los toros. También la terna puso de su parte lo necesario para que el resultado final haya sido escandaloso en sentido negativo. Se podría salvar a Ferrera, que estuvo muy premioso en las banderillas del primero y muy bien en las del cuarto. El que abrió plaza le echó manos en el último par de banderillas. La fortuna estuvo al quite. Anduvo porfión en los dos toros con la muleta, con mayor mérito en el cuarto que le lanzó miradas que no eran de amistad.

El Cid tiró por la calle de enmedio en el segundo, incierto y probón, para intentarlo en el sobrero, tan noble como soso, al que le dio pases buenos que no se tuvieron en cuenta ante la falta de fuerzas de un animal tan escuálido. Al margen de todo, de nuevo quedó la impresión de que este Cid no es mi Cid.

Si César Jiménez se jugaba volver a las ferias, es probable que deba esperar. El tercero se dejó torear y algunos pases completó el madrileño por la diestra. No se puede quejar Jiménez, que llegó a escuchar a la banda de Tejera sonar en honor de una faena mediana. El nivel de exigencias del grupo musical baja todos los años. Ni la música levantó la calidad de los muletazos. En fin, le quedaba el sexto. Jiménez sufrió un ataque de pánico, probablemente justificado, pero se supone que es torero para arriesgar algo más, porque lo que hizo el de Fuenlabrada lo hace uno que empieza y lo mandan al paro eterno. Al menos, hubo un torero en la plaza: El Boni, cumbre con los palos y el capote.

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