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David Mora torea con la derecha a Niñito (Foto: Carlos Márquez)

Carlos Crivell.- La normalidad se ha convertido en una maravilla. Así sucedió ayer. Salió una corrida normal con toros buenos y malos, hubo toreros dispuestos, unos más acertados que otros y, por fin, la gente salió de la plaza con el buen sabor de boca de haber presenciado una corrida de toros. De entre todos los de El Pilar, el tercero de nombre Niñito fue excelente en la muleta y lo aprovechó David Mora para construir una faena de hermosos trazos que le valió para subirse al carro de los triunfadores de un ciclo con pocos nombres en el libro de los destacados. El toro embistió con clase y Mora lo entendió para lograr pasajes bellos de toreo. La afición se merecía esta normalidad en el triunfo.

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Par de banderillas de Escribano (Foto: Arjona)

El tercero, el llamado Niñito, tomó una segunda vara espectacular de largo. Ahí apuntó su condición. El animal explotó en la muleta de Mora después de una lidia farragosa. El tal Niñito tuvo movilidad y calidad. El espada lo toreó con estética, sin agobios, casi acompañando las embestidas repetidas por abajo del burel. Las virtudes del torero fueron la templanza y el buen gusto. Se puede esgrimir su falta de ajuste, pero era lo que el toro necesitaba. Nada de amontonamientos. Así siguió, una y cincuenta veces, metiendo el hocico por el suelo para seguir la muleta o marcar el camino por el que el diestro debía moverla. Embistió por los dos pitones. Las tandas por la zurda fueron de mayor emoción, sobre todo porque se ajustó más al burel. La rúbrica fueron manoletinas y una estocada trasera que mató pronto. La oreja no tenía ninguna discusión. Sobró la petición de la segunda.

La tarde comenzó torcida. El que abrió plaza se fue a los corrales por su manifiesta invalidez. Salió uno de Jandilla de feas hechuras y sin clase. Su matador era el ya veterano Miguel Abellán, de moda por sus cualidades como bailarín, pero que con este toro anduvo sin recursos.

Su toro bueno fue el cuarto, que tenía las hechuras ideales del toro de lidia. Abellán comenzó centrado con la derecha y de pronto se puso a dar circulares. ¿A quién se le ocurre mezclar las churras con las merinas? Lo cierto es que después todo se volvió turbio en la faena. Se produjo un feo desarme y lo agobió en los naturales. El toro, bueno, se apagó, como si quisiera dejar patente su protesta. Le había regalado veinte buenas arrancadas a Miguel Abellán que no sirvieron para nada.

La corrida tenía que despejar una incógnita. ¿Ha sido mucha feria para Manuel Escribano? La realidad es que se marcha sin trofeos, aunque le hurtaron una que bien podía haber llegado a sus manos. Sin que se haya producido el triunfo, Escribano ha dejado apuntes dignos de ser considerados. Se ha convertido en buen torero con el capote, sobre todo su verónica tiene un trazo lento y rítmico de una estética considerable. Se ha ido seis veces a portagayola. Tendrá que analizar en el futuro si es preciso recibir a todos los toros de dicha forma. No es un excelso con los palos, pero en su dinámica de tantas plazas deberá seguir con ellos. En la corrida de ayer dejó dos pares de poder a poder estimables.

No tuvo toros para el triunfo. El segundo era de una sosería alarmante. Después de una portagayola incompleta, algunos lances buenos y sus banderillas, trató de bajar la mano y ligar los pases, pero todo resultó muy desvaído.

El quinto, noble pero muy apagado desde el principio, tampoco fue ideal para una faena grande. Se quedó corto y los afanes del torero de Gerena no fueron suficientes.

Dicho todo esto, esta feria puede haber sido de mucha enseñanza para Escribano. Se le han apreciado notables progresos en su estilo torero. Debe recapacitar si a todos los toros hay que hacerles las mismas cosas. Si en el futuro viene a la feria sin la presión de este año, y sigue su progreso, se podrá apreciar a un torero más cuajado. En San Miguel, por ejemplo. Sin embargo, tampoco hay que negar las evidencias. Llegó como estrella y no ha cortado ninguna oreja. Hay que repasar los conceptos y las estrategias, aunque hay un torero más que digno para recorrer las ferias.

Se esperaba al sexto para comprobar si David Mora culminaba su tarde. Ya no había otro Niñito en los corrales, sino que salió uno llamado Renacuajo. No fue un animal potable. Mora se arrimó en este toro más que en el del triunfo. No era fácil templarlo; el de Fraile buscó su anatomía en todo momento. Valiente de verdad, se tiró a matar, después de un  primer pinchazo, y a punto estuvo de sufrir un percance. Lo dicho, una buena tarde de David Mora. Nunca se olvidará de las embestidas por abajo, repetidoras, queriendo coger la muleta con temple de un toro de El Pilar que se llevará premios con seguridad. Así es como la Fiesta se viene arriba. Así es como la afición se olvida de los malos tragos de estos días pasados. Ayer fue una maravilla de normalidad. David Mora y Niñito levantan la Feria.

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