El Juli abrió la Puerta del Príncipe en una gran tarde de toros de pricipio a fin. Se protestó que el palco sólo concediera una oreja en el primero, pero sacó los dos pañuelos pata abrir la Puersta más grande del toreo al madrileño en el cuarto. Castella y Perera, de testigos.

Seis toros de El Ventorrillo, bien presentados, en tipo y serios. Corrida baja de hechuras. Destacaron por su juego 1º, 4º y 5º. 2º complicado y 3º flojo y sin raza, aunque manejable. El 6º, manso huidizo.

El Juli: una oreja con dos vueltas al ruedo y dos orejas. Sebastián Castella, silencio en ambos. Miguel Ángel Perera, silencio en ambos.

Sevilla 9ª de abono. Lleno en tarde lluviosa. Saludaron en banderilals Curro Molina y Paco Delgado. Asistió al Palco Regio S.A.R. la Infanta Doña Elena.

 Carlos Crivell.- Sevilla

Decían algunos que la corrida se suspendería ante el tiempo lluvioso. Quienes así opinaban no debían conocer a los toreros del cartel. Menudos perros de presa son El Juli, Castella y Perera. En cuanto quitaron las lonas y el presidente sacó el pañuelo, veloces como el rayo, para dejarse ver, allí estaban en la puerta de cuadrillas en una tarde propicia para muchas cosas, pero muy poco taurina.

El Juli abre los carteles sin problemas. Es un torero veterano. Su debut en la Feria de Abril se remonte al año 1999. Fue aquel año cuando abrió de forma simbólica por primera vez la Puerta del Príncipe. Cortó tres orejas y no consumó el éxito porque estaba herido en la enfermería. En su extensa relación con la Maestranza se han sucedido los triunfos. En el recuerdo, la tarde del 3 de mayo de 2001 cuando lidió un toro bajo un diluvio. Ese día tenía abierta la Puerta del Príncipe, pero el mismo diluvio frenó al toro sexto y sólo pudo arrancar un trofeo.

El torero madrileño ha triunfado a golpe cantado. Todos los aficionados conocían su momento de plenitud torera, que estaba más que capacitado para armar un alboroto en la Feria, todo ello a poco que los toros le ayudaran un poco. Se han cumplido todos los augurios. El Juli ha roto la Feria con un triunfo indiscutible, contundente y sin nada que enturbie su gran tarde de toros.

Ha triunfado toreando, muy bien, bajo la lluvia. Aquella lluvia que un día le quitó el triunfo de clamor, no ha querido perderse la demostración de torero grande que ha ofrecido en el mismo escenario. El Juli ha forjado su triunfo sobre la base del buen toreo, que en algunos momentos se ha acompañado de gran belleza estética. Pero, por encima de otras circunstancias, ha sido un torero de una dimensión enorme.

Se llevó los dos toros mejores de la corrida de El Ventorrillo. Se vuelve a plantear la misma pregunta. ¿Por qué a los buenos toreros siempre le tocan los mejores toros? La respuesta está en esa capacidad que matadores de su corte tienen para someter, templar, mandar y ligar en los muletazos. Es como si los toros no pudieran eludir su compromiso con una muleta siempre puesta, con los toques precisos, el ritmo adecuado y la postura torera y marchosa. Es el toreo del dominio como primera meta para lograr apoderarse de la voluntad de los astados, que acaban embistiendo con calidad ante el in flujo poderoso de la tela roja que les conduce como un látigo de seda. Es un toreo de poder y suavidad. Así embisten los toros.

Fue bueno el que abrió plaza. La faena la cimentó sobre la diestra en pases de mando, se vino algo abajo con la izquierda, para acabar ligando con precisión en circulares y de pecho engarzados como un collar de perlas.

El cuarto tenía algún problema que resolver, como un viaje más corto. Nada que El Juli, en estado de gracia, no pudiera solucionar con ideas muy claras y las muñecas rotas. Los pasajes finales de esta faena fueron más bellos. Fue la culminación de una tarde para la historia, que había comenzado con los lances preciosos de capa, los quites, todo un concierto que vale, de forma sobrada, el mayor premio del toreo.

¡Ah! Sólo un buen presidente y un buen aficionado saca los dos pañuelos en el cuarto como hizo Francisco Teja. Y sólo un presidente que quiere prestigiar a la plaza saca un pañuelo tras la muerte del primero, por mucho que la mayoría se acordaran de sus antepasados.

Castella y Perera no cuentan. Los de El Ventorrillo de ambos fueron menos claros, pero ambos tenían la tarde tonta. O bien estaban confundidos ante el vendaval torero de El Juli.