La noveda del abono fue un fracaso de los toros de El Ventorrillo, que fueron culpable s de una tarde aburrida con El Juli, Perera y Daniel Luque. Sólo El Juli saludó una ovación en elcuarto.

Plaza de toros de la Maestranza. Lunes, 2 de mayo de 2011. Novena de feria. Lleno. Toros de El Ventorrillo, serios, desiguales de presentación; desde el acaballado 3 al fino 4, que sin durar nada se movió algo mejor, un muestrario de hechuras bastas y feas; mansos huidizos, con su peligro sordo, sin fijeza. Saludó Joselito Gutiérrez.

El Juli, de gris plomo y oro. Estocada muy trasera y atravesada (silencio). En el cuarto, media trasera (saludos).

Miguel Ángel Perera, de verde oliva y oro. Dos pinchazos y estocada corta. Aviso (silencio). En el quinto, estocada corta (silencio).

Daniel Luque, de nazareno y oro. Cinco pinchazos en los bajos y bajonazo (silencio). En el sexto, estocada (silencio).

Carlos Crivell.- Sevilla

En la resaca de los sucesos extraordinarios del sábado, con una mayor aceptación acerca de que ‘Arrojado’ merecía la vida, con el recuerdo de la actuación de Manzanares, la afición (escasa ya a estas alturas) volvió a la plaza de toros de Sevilla para ver de nuevo a El Juli.

Los mentideros venían anunciando que Julián saldría a por todas, que iba a replicar a Manzanares en el ruedo, que se entregaría para poner en discusión el premio al triunfador de esta feria.

Los mismos tertulianos esperaban al extremeño Perera, torero que ya conoce el triunfo en este coso, pero que en el curso pasado dejó una pobre impresión.
Y también era motivo de comentarios que Daniel Luque podía ser la sorpresa de este ciclo, porque el de Gerena es un joven dotado de valor y talento.
Así estábamos cuando comenzó la corrida y salió un toro de feas hechuras con el hierro de El Ventorrillo, de buen recuerdo para el madrileño porque con ellos abrió el pasado año la Puerta del Príncipe. Basto, grandote, espeso, de pezuñas anchas, el toro se movió con dificultad en los primeros tercios.

Y así fueron saliendo al ruedo uno tras otros, algunos sin cuello, otros flojos, todos mansos, reservones y recordando los días felices en la dehesa.
La dehesa es para toros como ‘Arropado’, nunca para estos que mandó el ganadero y que le pusieron un borrón a su buena relación con la plaza sevillana.
La plaza llena, el público amable, el día gris sin llantos celestiales, todo estaba dispuesto para un día de toros en la Feria de Abril. Nada fue posible. Sólo el cuarto, segundo de El Juli era fino de cabos, y al menos tuvo un pitón izquierdo posible, pero duró un suspiro por su falta de raza. Bastó que El Juli le bajara la mano para que el animalito cantara la gallina de su mansedumbre en una rajada escandalosa.

La corrida tuvo una virtud impagable el día del ‘alumbrao’. Fue breve. El público estaba hastiado de toros malos cuando salió el sexto, un castaño que fue dando traspiés cada dos por tres. El personal quería echarlo a los corrales. Palmas de tango, broncas, toda la parafernalia al uso cuando el deseo es que salga otro, en la confianza de que podía mejorar al inválido e inservible. Algo debieron decirle a Luque del sobrero, que pesaba 585 kilos, y según quienes lo habían visto en los corrales era feo aunque se llamara ‘Guapetón’.

Daniel Luque no tuvo la tentación de tirar al toro sobre el albero de la plaza, le echó el capote arriba y el animal no se cayó nunca más. El presidente, con toda la razón, lo mantuvo en la plaza.

El Juli se fue de la feria en una tarde extraña para un matador en momento tan dulce. En el cuarto bajó la mano con la izquierda y logró algún natural espléndido, pero el toro no admitió más que algunos pases. Se rajó como un manso sin un gramo de casta. El Juli solventó la tarde sin sudar la camiseta. En la misma suerte suprema tiró de habilidad en dos espadazos traseros mortales.

En realidad, la terna sudó poco. No es precisamente eso de sudar una actitud muy valorada en el toreo. Nos vale para dejar claro que los toros no quisieron pelea, pero a veces tampoco los toreros.

Es el caso de Miguel Ángel Perera, ausente con el capote, ni un lance con cierto estilo, ni un quite de esos que tanto prodiga; nada. Se limitó a esperar la muleta. Muy desanimado debía estar que ni siquiera nos obsequió una pedresina en el centro del ruedo, como tampoco se dio su conocido arrimón. Es verdad que no había toros, que sólo intentó dar pases por la derecha y por la izquierda, pero sólo se perecía a Perera en su vestido verde hoja tan habitual en el diestro extremeño.

El que quiso sudar el traje de luces fue Daniel Luque. Fue un dechado de voluntad en el tercero, tan manso y descastado como sus hermanos. Y exprimió lo que pudo al sexto, otro toro que metió la cara bien en los primeros compases de la faena, justo hasta que se sintió sometido, momento en el que se paró como un buey y se acabó la corrida. Le quedó matar bien y dejar las puertas abiertas para su siguiente tarde en la Feria.

Los del Ventorrillo no engañaron a nadie. Eran bastos y así se comportaron. Las hechuras de los toros no mienten casi nunca.

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