Carlos Crivell.- Martes de farolillos con media plaza no es una buena noticia. Parece que solo funcionan en Sevilla los carteles rematados. Y el cartel era para buenos aficionados. El cartel era interesante para quienes siguen con atención el desarrollo de la temporada, que deben ser pocos a la vista del ladrillo visible. Un vientecillo molesto se movía antes del comienzo de la corrida, lo que no evitaba una cierta atonía, como una premeditada resignación ante lo que prometía la tarde. La plaza estaba adormilada y salió el primero.

Fue un toro alto y aleonado, carente de fuerzas, que dobló las manos varias veces ante la indiferencia de todos. El palco se ahorró el pañuelo verde y la empresa salió ganando. El de El Pilar no podía con su esqueleto ni tenía casta para sostenerse. Pepe Moral toreó bien con el capote y realizó un simulacro de faena ante la manifiesta inutilidad del toro salmantino.

Un alivio vino a sacudir la modorra en el segundo, toro armónico de hechuras y de noble comportamiento. Lorenzo luchó contra el viento en la apertura de su faena, pero tres tandas con la derecha algo desiguales, aunque muy templadas, dejaron al toro en condiciones de poderlo torear por la izquierda por abajo. Dos tandas buenas al natural despertaron al tendido. La rajada final en una faena larga la resolvió con circulares. Estuvo bien el toledano, pero a su labor le faltó contundencia, o si quieren transmisión, la realidad es que un pinchazo se llevó el trofeo.

El tercero no podía embestir de verdad con la cuesta arriba de su morrillo. Además fue muy blando. Ginés Marín lo trató a media altura y aquello fue otro somnífero para la tarde de mayo. Sopló otra vez el viento, aumentó la sosería del animal y los pases a media altura no podían tener ninguna emoción.

El otro aldabonazo de la corrida llegó en el cuarto. Pepe Moral fue un torero honesto y lidió bien al llamado Mirador. Todo fue a favor del toro. Lo colocó a distancia y ocurrió que un picador en estado de gracia, Juan Antonio Carbonell, hizo la suerte de varas, esa misma que se le hurta a la afición un día sí y otro también. Se fue largo, alegre y fijo al caballo y Carbonell dejó constancia que aún es posible contemplar la verdadera suerte de picar a los toros. A esas alturas de la lidia, la plaza estaba a favor del toro. Pepe Moral había bordado dos medias lentísimas con el capote. La faena que parecía que tenía ese Mirador no fue posible. El bravo toro embistió con energía, a veces con furia, y el torero palaciego, que se lo había brindado a Padilla, solo pudo estar honesto y cumplidor ante un toro difícil por su temperamento, porque no fue noble, aunque sí bravo y encastado, y porque quizás hizo falta exponer más y tirar la moneda para tratar de exprimir a lo grande las embestidas de Mirador. Sevilla contempló en silencio el suceso, cuando murió el de El Pilar le dedicó una ovación y a Moral le obsequió con el el cruel silencio sevillano que es lo más duro que puede escuchar un torero en la Maestranza. Todo, a pesar de su generosidad con Mirador.

Álvaro Lorenzo se llevó el lote de una corrida otra vez, aparentemente, mal enlotada. El soso y noble quinto le permitió estar más diez minutos toreando. En la prolija labor hubo de todo. Corrigió la posición en los primeros muletazos, se estiró en naturales de hermosa factura, puso su temple en primer plano y ahogó al toro en los finales, antes de las bernadinas que estos toreros jóvenes recetan por decreto. Lorenzo tuvo el mejor lote, estuvo templado, pero tuvo en su mano un triunfo y no lo alcanzó.

Todo acabó con otro toro malo, esta vez por su absoluta falta de clase. Marín, muy perjudicado con sus reses, estuvo valiente sin posibilidades.

Y así transcurrió la tarde tristona de un tendido adormilado y unos toreros a los que les faltó el arrebato de comprender que estaban en Sevilla, en la Feria, y que había de dar un paso adelante, aunque fuera a costa de su integridad.

Plaza de toros de Sevilla, 7 de mayo de 2019. 9ª de abono. Media plaza. Toros de El Pilar, bien presentados y de juego escaso por falta de fuerzas (1º y 3º), de casta (5º y 6º). El 2º fue noble y el cuarto bravo en varas y temperamental en la muleta. Destacó el picador Juan Antonio Carbonell y los banderilleros Rafael González, Domingo Siro y Antonio Punta.
Pepe Moral (azul añil y oro): Pinchazo y estocada atravesada (silencio). En el cuarto, estocada atravesada (silencio).
Álvaro Lorenzo (canela y oro): Pinchazo y estocada (vuelta al ruedo). En el quinto, estocada trasera y tendida (saludos).
Ginés Marín (azul marino y oro): Estocada trasera (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada caída (silencio).

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