Ferrera_muleta23-4-15Carlos Crivell.- La Feria se vino arriba con la excelente corrida de Victorino Martín en la que destacaron tres toros con mención especial para el cuarto, de nombre Mecanizado, premiado con la vuelta al ruedo. Estuvo cumbre con este astado Antonio Ferrera. Muy bien Manuel Escribano, que paseó una oreja, y algo desdibujado El Cid.

Plaza de toros de la Maestranza. Jueves, 23 de abril de 2015. Octava de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de Victoriano de Martín, de muy diferentes hechuras aunque rematados. De extraordinarias calidad y humillación con un magnífico punto mansito un 4º premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre; encastado de importante y exigente pitón izquierdo el 3º; atacado de kilos y parado el noblón 1º por el derecho; frenado un 2º que se quedaba por abajo; bravo y con carbón de verdad un 5º repetidor; alto y largo el manso y listo 6º.

Antonio Ferrera, de verde esmeralda y oro. Estocada desprendida (Silencio). En el cuarto, dos pinchazos hondos y descabello (Vuelta al ruedo tras aviso).

El Cid, de verde botella y oro. Cuatro pinchazos y estocada. (Silencio tras aviso). En el quinto, pinchazo y media estocada (Silencio).

Manuel Escribano, de verde botella y oro. Estocada. (Oreja tras aviso). En el sexto, estocada (Silencio).

 Cambio de ritmo en la Feria con la llegada de la corrida de Victorino. Mitad porque los antecedentes habían colmado la paciencia de la afición, pero sobre todo por la propia corrida que salió al ruedo. Hubo de todo menos cansancio y hastío. Nadie perdió de vista cada movimiento de los cárdenos sobre el ruedo. El público estaba encantado, tanto que muchas veces tomó partido por los toros sin juzgar algunos detalles. El Cid lo sufrió en sus carnes en el quinto. En conjunto, una corrida llena de matices de las que deben salir muchas para que la Fiesta no se hunda.

El gran espectáculo fue la lidia del cuarto. En la estampa clásica del encaste, muy bien hecho, el toro fue bravo en el caballo, aunque se hizo rogar mucho en el segundo puyazo. De ahí en adelante, todo  fue un concierto de movilidad y humillación con el dato negativo de que se quiso marchar a las rayas en la faena. Pero siempre volvía a la pelea. Fue un gran toro que encontró la batuta perfecta en Antonio Ferrera, que de nuevo se mostró pletórico con otro de Victorino. Ferrera toreó a gusto con toques sutiles y templanza exquisita. No ahorró nada para que Mecanizado ofreciera lo mejor de su casta. El animal repitió una y cien veces con el morro por el albero con una calidad suprema. Buena parte de su gloria se la debe a Ferrera que se mostró como un torero grande lleno de generosidad. En los doblones surgieron las voces de ¡no lo mates!, que en este caso sobraban. Tenía dos orejas en sus manos pero la espada le negó que su labor se coronara con el triunfo que merecía su obra.

La plaza pidió la vuelta al ruedo, que con los matices comentados se puede considerar justa. Si el animal no hubiera tenido defectos habría sido de indulto. El público se entregó a Mecanizado en la vuelta póstuma y fue sabia para sacar al torero a dar una vuelta apoteósica.

En una corrida tan variada, el quinto tomó un buen puyazo en primera instancia y se fue suelto en segunda. El de Victorino embistió por el derecho con clase, no tanto por el izquierdo. La plaza premió más al toro y acabó renegando de Manuel Jesús, que no acertó en la lidia de esta res. Las tandas se sucedieron sin reposo por la diestra y enganchadas por la zurda. En este toro, lo mismo que en primero de su lote, con poca clase  y sin posibilidades, el de Salteras estuvo mal con la espada. Por los tendidos se comentaba que le esperan seis del mismo hierro en Madrid. Un cierto desencanto se apoderó de todos.

El toro tercero fue el otro con virtudes del festejo. No lo había sido el primero, noble y flojo, ni el mencionado segundo. Escribano lanceó con buenas maneras. El tercer par al quiebro y al violín fue el que llevó el susto al tendido. Fue bueno Paquecreas, al que Escribano administró en las primeras tandas sin dejarla colocada, para luego lograr muletazos largos con la izquierda en una labor valiente y técnica. La derecha era imposible. Tras el espadazo, el personal, muy entregado con el de Gerena, le pidió la oreja.

Se habían lidiado tres toros de nota, tercero, cuarto y quinto, cuando salió el sexto. No estaba entre los elegidos. Tardeó en varas, se mostró fiero en una tanda de apertura y cerró el grifo para acometer sin alegría ni chispa. Fue un toro vulgar cuando parecía que tenía gasolina para embestir con casta. Escribano se había jugado el físico en un par en las tablas con un quiebro tras citar sentado en el estribo. Anduvo solvente y pausado para matarlo pronto.

La corrida se saldó con el triunfo del ganadero con varios toros de nota, sobre todo el cuarto. Antonio Ferrera lo encumbró por la forma de entender sus cualidades. No fue solo eso. Como siempre, fue un torero lidiador, quitó con alegría y puso banderillas con poderío. Victorino y Ferrera, el dúo perfecto.

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