Casi lleno como principal noticia de un festival benéfico en la Real Maestranza que cumplió sobradamente las expectativas. No es procedente hacer un análisis crítico exigente con unos toreros que hicieron el paseíllo sin cobrar, pero hubo pinceladas gloriosas, como las de Morante, Manzanares o el novillero Lama de Góngora.

Plaza de toros de Sevilla. Festival a beneficio de Cruz Roja y Banco de Alimentos. Casi lleno. Por orden de lidia, siete novillos-toros de El Vellosino, flojo; Garcigrande, noble; Victoriano del Río, bueno; El Pilar, con clase; Núñez del Cuvillo, desigual; Juan Pedro Domecq, descastado, y Domingo Hernández, sobrero, bueno.

Morante de la Puebla: saludos
El Juli: saludos.
El Cid: saludos.
José María Manzanares: una oreja tras aviso.
Alejandro Talavante: saludos.
Lama de Góngora: saludos y una oreja en el sobrero.

Carlos Crivell.- Sevilla

Foto: Álvaro Pastor Torres

La noticia del festival fue la excelente entrada en la plaza de toros de Sevilla en un festival benéfico, que volvía a la Maestranza a los catorce años. El toreo, de nuevo, salió a realizar un quite providencial cuando la situación lo requiere.

El cartel anunciaba al novillero Lama de Góngora por delante, pero los matadores decidieron que no abriría cartel, de lo que dejó constancia en acta la presidenta. Al final, Lama de Góngora se convirtió en agradable protagonista al lidiar dos novillos, el suyo y un sobrero, que le fue permitido estoquear ante el mal juego que ofreció el de Juan Pedro. Los matadores lo autorizaron y el novillero sevillano, en señal de agradecimiento, les brindó la muerte del citado novillo de Domingo Hernández. Fue uno de los momentos más emotivos de este espectáculo taurino.

Hubo destellos maravillosos a lo largo de una tarde de más contenido que resultados finales. El balance final de dos orejas no hace justicia a los buenos momentos vividos en la plaza de toros. Morante dibujó naturales de enorme belleza ante el primero, un toro de El Vellosisno muy flojo pero muy noble. Fue una faena intermitente con detalles preciosos, ya en el torero fundamental, ya en los exquisitos adornos.

El Juli, en contra de su habitual costumbre, emborronó con la espada una faena intensa y poderosa al toro de Garcigrande. Toda su faena fue templada y de mando, hasta lograr hacerse con el animal. Se le fue la mano y la espada cayó en el costillar.

Muy entonado El Cid con el toro de Victoriano del Rio. Buenos lances y faena del diestro de Salteras en su versión de mano baja y trazo largo. Su labor creció en interés y, para ser fiel a su trayectoria, lo pinchó.

El buen toro de El Pilar, manso al principio pero con motor al final, que permitió a José María Manzanares realizar una faena con el sello de la casa. Se lo brindó a su mujer, presente en una barrera. Fue un curso de templanza y buen gusto, con cimas como un cambio de mano a cámara lenta, algunas trincherillas soberbias, todo ello dentro una labor de alto contenido que encandiló al tendido. Se empeño en matar en la suerte de recibir y el toro no ayudó, lo que no fue obstáculo para pasear un trofeo.

Alejandro Talavante, ya en manos de Curro Vázquez, toreó mejor que otras veces con el capote. El de Badajoz no se puso el sombrero de ala ancha ni caireles en su traje corto. Fue el único matador que mató un novillo, de Núñez del Cuvillo, noble pero algo remiso para repetir las embestidas. Talavante estuvo porfión y a veces templado, aunque el conjunto no remontó el vuelo. El novillo fue muy chico y ello enfrió el ambiente.

Lama de Góngora se jugaba mucho de su futuro en este festival. El novillo de Juan Pedro, bien presentado aunque alto de agujas, no ayudó nada. No humilló nunca y desarrolló muchos problemas ante un diestro que quería mostrar sus progresos. Hubo destellos, mucha voluntad, pero no llegó el triunfo soñado. Antes de entrar a matar a este astado, Lama, con el consentimiento de sus compañeros, pidió el sobrero.

Fue un novillo de Domingo Hernández que colaboró para que Francisco Lama pudiera explayarse en una buena faena por ambos pitones. Lo recibió con cuatro largas cambiadas como señal de entrega absoluta. La faena mostró dos caras, de un lado un torero más poderoso y con una técnica muy elaborada, y la otra de un diestro con buen gusto. Mantuvo el nivel alto y se llevó una oreja. Esperemos que le sirva en el futuro.

Se fueron todos los matadores y el novillero en compañía con la satisfacción de ver que el público había respondido para casi llenar la plaza por una buena causa. Fue, sin dudas, lo mejor del festival.